martes, 14 de diciembre de 2010

Un pequeño, intrascente y cotidiano pensamiento otomano



La repartidora de leche que servía a mi madre, hace años que reposa privilegiadamente en el camposanto de Sultán Ëyup Camii. Fué una mujer muy piadosa, lo que le valió descansar en tan privilegiado lugar, donde el Cuerno de Oro parece unirse con el cielo. Su hija, es hoy la mecanógrafa del Consulado General de los Estados unidos de América, y teme más a los integristas por sus barbas que por sus corazones. A veces, se reune con su hijo en el Pera Café, cuando este regresa de la universidad. Toman un buen café turco afrancesado, ella le recrimina sus lecturas políticas, él con su mirada la mata. En el piano se oye algo de Chet Baker, un endocrino arménio repasa los escritos de su próxima conferéncia. Un gorrión enfermo lucha por esconderse en el descansillo de zinc de una alta ventana...los turistas españoles vociferan, como siempre, estúpidamente. El Galatasaray le metió 3 al Beksitas, las taquillas de Topkapi cierran, la medusa de Yerebatan sueña. El olor a jacintos ,...esta tarde, ...es insoportablemente maravilloso.