martes, 23 de noviembre de 2010

Fantasía e imaginación en el romanticismo.

Sé que este es un mundo de imaginación y visiones, veo cualquier cosa que pinto en este mundo, pero cada cual lo ve de una manera distinta. (William Blake).

Incluso ante la naturaleza, es la imaginación la que crea el cuadro. (Eugène Delacroix).

En sí, la fantasía y la imaginación se encuentran presentes en el hombre como capacidades creativas de nomadismo. La fantasía y la imaginación se articulan sine qua non la una de la otra para dar fruto en ensoñaciones ficticias e irreales, rienda suelta necesaria en ciertos aspectos de la creatividad. Una creatividad que formaliza dimensiones en las cuales el valor de las misma no tiene límite y en la que cabe todo, desde la revisión de leyendas y mitos, a fórmulas aleccionadoras en forma de extraordinarios cuentos morales pasado (algo bastante habitual) acabando en obras que actúan como verdaderas puertas interdimensionales de la imaginación.

Nuestra percepción sobre el tema, rescata de nuestros archivos numerosos ejemplos literarios como el Fausto de Goethe, las Leyendas y Narraciones de Bécquer, el Peter Rugg de William Austin, las Leyendas árabes de Washington Irving o el Manuscrito encontrado en Zaragoza del Conde Potocki, todas ellas, no son más que una ínfima ejemplificación de la prolífera creatividad fantástica. Claro, que entre todas ellas, existe una personal empatía hacia la obra de Ernst Theodor Wilhelm Hoffmann, desde una nostalgia ubicable en mi particular infancia en forma de un libro de cuentos, lamentablemente desaparecido el cual tenía en su encuadernación e ilustraciones un elegante porte germánico. Cuentos los de Hoffmann, sembrados de metáforas y visiones fantásticas del hombre, con profundas enseñanzas sobre la realidad desde formas misteriosas y enigmáticas .

En pintura el espectro es amplio, destacando sin la menor duda la obra de Johann Heinrich Füssli (1741-1825). Füssli nació en suiza y allí llevó una vida turbulenta relacionada con el radicalismo protestante. Posteriormente se estableció en Inglaterra, donde realizó obras pictóricas inquietantes en las que aparecen siempre seres extraños y fantásticos. Seres en ocasiones mitad hombre mitad animal, pero siempre oníricos y siniestros. Füssli trabajó mucho inspirado en temas literarios de Milton, Sófocles y Shakespeare, entre otros. En su obra Titania, Bottom y las Hadas (1794) (Ilustración nº 31), demuestra una profunda influencia de El sueño de una noche de verano de Shakespeare, mostrándonos en la escena a un reconocido y shakespeariano personaje con cuerpo humano y cabeza de asno, rodeado a la vez como se recoge en el episodio literario, de personajes fantásticos como duendes, hadas y elfos .

Por otra parte es obligada la mención a la obra de William Blake (1757-1827), la cual, supone también un referente indiscutible para entender valores endopáticos fantasiosos e imaginativos en la actividad creativa. Como pintor visionario, al igual que Füssli, su obra está llena de representaciones alegóricas, simbólicas, místicas, literarias, con reminiscencias oníricas, que anuncian tempranamente el Simbolismo, el Prerrafaelitismo y el Surrealismo. Blake tuvo desde joven una gran influencia de Miguel Ángel, y esto generó en su obra monumentalidad dibujística así como una estética escenográfica y teatral, Blake es el pintor de lo abstracto y lo absoluto, y en sus temas mayoritariamente literarios y bíblicos nos invita a la ensoñación como por ejemplo en sus ilustraciones como: Ilustración de la Divina Comedia, Ilustración de la Biblia, Ilustración del libro de Job, Ilustración de libros proféticos. En alegorías como La Noche y La Divinidad (Ilustración nº 32). Y en otras obras como entre otras: Satanás tentando a Job, Lamech y sus dos esposas (1795), Enterramiento de Cristo (1799-1800), El Blasfemador (1800), La Crucifixión, El espíritu de William Pitt (1805), Beatriz dirigiéndose a Dante desde el carro (1824-27), El espíritu de Nelson guiando a Leviatán y La Penitencia de los ladrones (1824-27).

Como complemento a los grandes visionarios románticos como Füssli y Blake, recuerdo personalmente con respecto a la fantasía y la imaginación, algunas obras claves para sentir el fenómeno. Como por ejemplo, un siniestro cuadro de Alexandre-Gabriel Decamps titulado Las brujas de Macbeth (1819) (Ilustración nº 33). En el cuadro, se conmociona al espectador con una escena oscura, un sortilegio de brujas en la decadencia de un siniestro espacio iluminado por las brasas de un fuego central en el cual una de ellas coloca un sapo en un caldero. Nuevamente la literatura se hace presente con toda su magia y misterio, pues se trata de una recreación del acto IV de Macbeth de Shakespeare. Obra que recuerda rápidamente también a El Sabbah de las brujas (1878) (Ilustración nº 34) de Francisco de Goya, cuadro que formaba parte de una serie de ocho piezas encargo de la duquesa de Osuna sobre el tema de la brujería. Goya, conociendo las supersticiones populares, imagina el ritual de sacrificio de un niño al macho cabrío (representación de Satanás), al igual que con el cuadro de Decamps, helando la sangre del espectador.

A ellos, debo añadir otro particular recuerdo en una pieza donde, siguiendo en el ámbito literario, François Fleury Richard nos relata visualmente una escena del cuento de caperucita de Charles Perrault. El artista, con esta obra titulada Caperucita Roja (1820) (Ilustración nº 35) nos retrae a la infancia en la escena del cuento en la que el lobo ha devorado ya a la abuela y postrado en su cama aguarda a engañar a la frágil niña para también devorarla. Fantasías amables y oníricas , en las que a pesar de ser un cuento, la presencia terrible de la muerte, el miedo y el terror están latentes.

El golpe maestro del leñador de las hadas de Richard Dadd (1855-1864) (Ilustración nº 36), nos remite también a la infancia idealizadora e idealizada. En una atípica obra, con connotaciones, me atrevería a decir surrealistas; el artista narra un abigarrado encuentro de personajes fantásticos de cuento, como los duendes, hadas y diversas criaturas las cuales contemplan como un leñador se dispone a partir una castaña. En realidad, es una escena de uno de sus propios cuentos fantásticos infantiles. Dadd, es referencia indiscutible de la ilustración infantil moderna.

La fantasía y la imaginación, toman en ocasiones una particular forma cuando proceden de experiencias de inconsciencia como son los sueños .

Estas experiencias inconscientes llamadas sueños, serán añadibles también al talante fantástico romántico y tomarán forma en obras como por ejemplo El Sueño de Endimión de Anne-Louis Girodet de Roucy-Trioson de 1793. En el cual con una temática mitológica nos muestra como Selene, la Diosa de la Luna griega ha sumido al bellísimo pastor griego Endimión. Amor, ayuda en la intención de Selene de acariciar con sus rayos el cuerpo del durmiente, separando las hojas de los arbustos que envuelven la escena. Una metáfora de la placentera vulnerabilidad en la que queda el hombre que se aleja de la vigilia, la razón.

Mundo que pierde sus connotaciones idílicas para devenir terror y sorpresa cuando el sueño deviene pesadilla, como bien nos muestra el ya referenciado visionario Johann Heinrich Füssli (1791) en la Pesadilla Nocturna (Ilustración nº 37), el cual fascinado por el misterio de lo sobrenatural crea esta obra contraste de sensualidad y monstruosidad, una ambigüedad en la que sobre el vientre de la durmiente se sienta un ser mitad enano y mitad animal, mientras asoma por la cortina una inquietante cabeza de caballo que representa en sí a la pesadilla.

Cabe aquí también mención de las 500 acuarelas nocturnas del también visionario y también ya presentado William Blake, conjunto de ensoñaciones y fantasías nocturnas para ilustrar el poema Night Throughts de Edward Young (una obra clave del género de la poesía sepulcral).

No hay comentarios:

Publicar un comentario