domingo, 21 de noviembre de 2010

Himalaya

Rafael Romero. Himalaya. Reflexiones pictóricas sobre el techo del mundo.


Entre mis numerosas inquietudes ya no solo como artista plástico, sino como ser humano, el viaje, se ha convertido progresivamente en mi método principal de conocimiento y reconocimiento del mundo con sus atractivas complejidades. El hecho de viajar, deviene en su preparación, praxis y conclusión, proceso de conocimiento, traslación dimensional y espacial, incluso temporal, que llega a su destino en la categoría de la alteridad (el interés por el otro). Es cuando “el otro”, habitante de esas tierras que a uno le han robado el alma, secuestrado en lo emocional, se convierte en territorio empático, objetivo a practicar, espacio donde depositar el alma. Viajar, como proceso controvertido, salsa agridulce, felicidad y dolor a la vez, traslación a tantas tierras diferentes como sea posible para encontrar a tantos hombres y mujeres diferentes como sean posibles para practicarlos, vivirlos intensamente, saboreando sus sabores, enajenándose en sus paisajes, refugiarse en sus costumbres, creencias y espiritualidades y volver a casa en definitiva con el mensaje clarificante, incluso obligación moral, aviso imperioso, instrucción de uso de la existencia:

Vuelta a lo primigenio, al origen, reencuentro con nuestra marchita “yoidad”, contemplación espiritual, hidratación de los resecos caminos del almas, reconversión urgente de lo complejo en simple, cuestionamiento de los paradigmas, sublimidad en lo pequeño y en lo grande, intimidad, conversación con uno mismo, heterodoxia, pensamiento horizontal, respeto, silencio, interacción, anulación del ego, más eres mientras menos te manifiestas... el ser deviene no-ser.

Reconozco la valiosa influencia de numerosos practicantes de esta curiosa modalidad de búsqueda de la felicidad ( pues realmente, al menos en mí, ese ha sido el resultado siempre de viajar y conocer “al otro” (hombres, mujeres y niños de otras tierras y paisajes)). Tantos artistas se encaminaron y encaminan con sus adminículos en búsqueda de la utopía, hambrientos de sabiduría, arrastrando sus cuerpos y almas por el planeta. Ilustrados (los del grand tour, Christian Gottlieb Schik, François Marius Granet,... ), Románticos ( mis admirados Delacroix, Migliara, Hayez, Agneni, Géricault, Minardi, Charpentier,...), Impresionistas (mi imprescindible Monet), Post-Impresionistas (mis aleccionadores Van Gogh y Gauguín), Vanguardistas ( mis impulsores Derain, Vlaminck, Picasso, Ensor, ...) Figurativos Renovados ( mi ejemplo de nómada bucólico Hopper), Expesionistas Abstractos ( filósofos del no-ser, Tobey, Rothko, Newman, Reinhart,...), Inclasificables Necesarios ( Fautrier, Dubuffet, Tàpies...), Gurús ( Beuys, Schapiro, Kiefer, Chia, Clemente, Schnabel, Barceló, Amidou o Horn...). Todos ellos viajando en mayor o menor medida como alquimistas en definitiva transformando la emotividad extrema que les causa el conocer el mundo, en colores, formas, gestos, palabras pensamientos y reflexiones.

Mis viajes, también transposiciones imperiosas, me han impulsado reiteradamente y curiosamente hacia el Sur y el Este, dimensiones para mí más empáticas que otras, dando como resultado series presentadas en esta veintena de años transcurridos desde que inicié esta aventura artística. Ahora, tocaba un gran impulso, subir al cenit, después de tantas llanuras y vislumbrar en el horizonte las cordilleras y mesetas de las alturas, había que escalar hasta estos paraísos. Y así lo hice en tres ocasiones dilatadas y apasionadas, experiencias que tras el crisol artístico y en forma de pinturas, han tomado el título genérico de “Himalaya” y la coletilla en letra pequeña de “reflexiones pictóricas sobre el techo del mundo”. Reflexiones como efecto de tanta riqueza acumulada, sobretodo en cuanto a la brutal belleza de lo visto y practicado en estas tierras del Norte de India, Nepal, Bhután, Darjeeling, Cachemira,...Reflexiones también en cuanto a haber bajado de estas dimensiones con un equipaje pesado (jamás antes regresé tan pleno y dichoso). Iconos a centenares en formas diversas, bellezas botánicas, arquitecturas sagradas, lugares para el descanso anímico, aguas esenciales regeneradoras, nieves revitalizantes, esculturas guardianas de secretos, poemas de amor esculpidos en la fría piedra...Reflexiones nómadas en definitiva porque en definitiva uno se siente más en casa cuanto más lejos está de ella.

Ahora, de nuevo en las llanuras, vislumbro el mar como apetencia. Deseo navegar y continuar esta traslación anímica imperiosa, viajar pintando, pintar viajando, pintar que viajo. Ya estoy pasando de montañero a marino, atravieso mares y océanos, aguas calmas a veces, turbulentas otras, remolinos del alma para desaparecer dentro.



RAFAEL ROMERO.

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