El sabio vive en una torre tan alta que sobrepasa las nubes.
Desde allí lanza su escalinata de cuerda, la cual no llega a alcanzar el suelo totalmente, para que quienes lo deseen puedan subir a disfrutar de la sabiduría en su estado más contemplativo.
Hay hombres y mujeres que desde su ceguera no pueden ver más allá de lo térreo. Estos, no conocen la existencia del sabio pues viven opuestos a la sabiduría.
Hay hombres y mujeres que simplemente claman desde su osada ignorancia: ! Mirad cómo vive el loco sabio en su palacio de arrogancia¡. Sus vidas transcurren en la envidia y la indignación...en los amplios mosaicos del ego.
Hay mujeres y hombres que curiosos miran la imponente y majestuosa belleza de la torre, pero desde su pobreza de espíritu, son incapaces de iniciar la aventura de llegar al sabio: !Esto no debe ser para nosotros¡.
Hay hombres y mujeres, que toman carrera e impulso, saltan insistentemente una y otra vez, desean encaramarse a la escalinata y trepar. No llegan, desisten en su intento.
Hay hombres y mujeres que se ayudan entre ellos haciendo de primer peldaño con sus cuerpos. Firmes comienzan el esforzoso ascenso. Otros, más solitarios y reservados traen sus escalerillas de madera, elaboradas pacientemente durante años. !Arriba¡.
Pero son muchos hombres y mujeres, Una gran mayoría, los que desisten el ascenso, algunos caen al vacío por su falta de atención, a otros les invade el miedo a la altura y se acomodan en vivir eternamente en un frío peldaño. Otros, dan marcha atrás y regresan, molestando a los que suben con su aparatosa maniobra...
Pocos, muy pocos, llegan heroicamente a la planicie. Allí no hay rastro del sabio...tan solo hay un gran espejo que refleja la imagen del recién llegado.
Rafa Romero