El valor endopático novedoso en el romanticismo, es el de la libertad. Recordemos que el racionalismo ilustrado se había empeñado en dotar al individuo de una progresista libertad que le llevara a través de la práctica de la razón a la verdad y la felicidad, algo imposible en épocas precedentes. Lamentablemente tan imperiosa necesidad, como hemos señalado, flaqueó en el momento en que intereses burgueses enturbiaron los esperanzadores arroyos del conocimiento lógico irrumpiendo bruscamente el lucro y el interés económico en este orden y progreso. La razón, se convirtió en prepotente y esterilizadora de todo intento alejado de los paradigmas cartesianos y positivistas.
El epicureismo define al hombre libre cuando este es alguien que debe realizar sus deseos. El excesivo racionalismo había situado al hombre intuicionista en un proceso de alienación en búsqueda de dicha libertad, ya que en el contexto de la ausencia de un sentido social o la imposibilidad de llevar una vida normal, empuja a este a la consecución de sus deseos.
El romanticismo irrumpe precisamente como una necesidad revolucionaria de cambio y reivindicación de una libertad que la dictadura de la razón se empeña en defenestrar. Así en este contexto, la libertad se manifiesta como una necesidad difícil de definir. Quizás se hace latente la necesidad de ella por encima de saber exactamente lo que es más que un deseo.
Ciertamente la libertad, es entendida como una de esas entelequias ante las cuales y a pesar de la abundante literatura habida al respecto, el hombre sigue dudoso ante la misma. También es cierto que desde la intuición y lo anímico, creemos entenderla desde el alejamiento de la misma, esto es cuando limitados por uno mismo, como por ejemplo ante límites físicos provocados por una enfermedad, una minusvalía, ser esclavo de una silla de ruedas, o bien limitado por el otro, como cuando uno vive en un país fáctico y no se tiene libertad para expresarse o ejercer unos hipotéticos derechos naturales en el hombre; o cuando ante fuerzas mayores como las naturales, ante una nevada quedamos incomunicados del mundo, en fin, quedamos con una clara idea de la falta de libertad, pero en definitiva y como señalábamos, nadie puede atreverse a hablar de la libertad de una manera categórica, pues nuestra finitud o nuestra fragilidad, certezas incuestionables, son ya conceptos que nos alejan de la misma. Remitiéndonos a ese dicho popular, algo descorazonador que plantea: el mundo, como la mayor de las cárceles, queda el hecho de que la libertad es algo más propio del mundo de las ideas y utopía que no valor pragmático.
En el contexto romántico, la libertad se plantea, como hemos explicado, como una abstracción, una entelequia que parte del deseo de vencer las convenciones y la tiranía, así como un valor de intento de reafirmación y enraizamiento de los derechos y dignidades humanas .
El siglo XIX, fue tiempo genérico de revueltas y reivindicaciones constantes de libertad. De hecho, el romanticismo es, en esencia, un camino de libertad. Ya en 1804, circulará por Europa el Guillermo Tell de Friedrich Von Schiller, la historia del héroe suizo que se convertiría en símbolo de lucha contra el poder extranjero. Manzoni, también aportará en 1827 con su obra Los novios un alegato a la libertad en la figura de dos amantes acosados por el feroz feudalismo medieval del norte de Italia. Pushkin, pondrá la libertad en verso en su oda a la libertad, al igual que Alfred de Vigny en su obra de 1844 La casa del Pastor. A estos podríamos unir muchos otros ejemplos, de similares convicciones rousseaunianas convencidos de la naturaleza libre del hombre y la obsesión del poder y la sociedad por encadenarlo.
En pintura se materializan igualmente numerosas reflexiones sobre la necesidad de libertad, como por ejemplo, cuando en 1789 Hurbert Robert pinta La Bastilla en los primeros días de la demolición (Ilustración nº 14), una evidencia de la caída gradual de un símbolo del pasado absolutista, fáctico y todo lo contrario a la aspiración de libertad del hombre.
En el mismo sentido, en 1830 Delacroix pinta la que será su obra más romántica e influyente, un buen ejemplo de esta efusividad en la idea, se trata de la obra La libertad guiando al pueblo (Ilustración nº 15), una glorificación semialegórica de la idea de libertad que le valió ser laureado con la Legión de Honor. En esta obra clave de la historia del arte que retrata fantasiosamente la insurrección de la burguesía y el proletariado frente a la restaurada monarquía borbónica, la revolución liberal del 30: Delacroix plasma la evocadora idea de la libertad, necesaria en el arte y en la sociedad.
Podemos citar numerosas referencias a la libertad en obras artísticas de entre las cuales citaremos algunas por su evidencia, como por ejemplo: La guardia cívica de Milán intenta dispersar a la multitud concentrada ante el Palazzo Reale obra de 1814 de Giovanni Migliara (Ilustración nº 16), una crónica de lo acaecido el 20 de abril de 1814 en el que el pueblo de Milán se rebela frente al dominio Napoleónico. Una escenificación del movimiento incontenible de la multitud luchadora por su libertad que empieza a ser abatida por la tiranía del opresor.
Sufrimiento de las clases populares, que son las que antes sufren las consecuencias de los despropósitos de los tiranos y los intereses de estos, como se puede observar también en la obra de Francesco Hayez titulada Los habitantes de Parga abandonan su patria (1826-1831) (Ilustración nº 17). Obra que hace referencia a lo acontecido en 1818 en Grecia, cuando los ingleses en un hábil movimiento diplomático valioso a sus intereses, ceden la soberanía de la ciudad griega de Parga a los turcos. Aquí, queda evidente en la narración visual el desespero ante el exilio a través de una emotiva escenografía en la que se aprecia el sufrimiento de las masas populares alejándose de sus casas, su ciudad y su patria, algo que provoca indiscutiblemente un sentimiento nacionalista.
En el mismo sentido, Eugenio Agneni pinta en 1857 Las sombras de las grandes personalidades florentinas protestan contra el dominio extranjero (Ilustración nº 18). Una revisión también del tema de la invasión extranjera. Una vista efectista nocturna de la plaza florentina degli Uffizi, en la cual aparecen los espectros oníricos de muchos personajes de la historia, como Dante, Maquiavelo, Petrarca, Leonardo, Miguel Ángel y Boccaccio que avanzan desafiantes hacia el invasor extranjero.
Deseos de libertad en lo global, lo nacional, la identidad cultura, pero también en lo íntimo y personal, pues el deseo utópico del romántico, es que la libertad impregne todo, de lo íntimo a lo universal, de lo universal a lo íntimo.
El epicureismo define al hombre libre cuando este es alguien que debe realizar sus deseos. El excesivo racionalismo había situado al hombre intuicionista en un proceso de alienación en búsqueda de dicha libertad, ya que en el contexto de la ausencia de un sentido social o la imposibilidad de llevar una vida normal, empuja a este a la consecución de sus deseos.
El romanticismo irrumpe precisamente como una necesidad revolucionaria de cambio y reivindicación de una libertad que la dictadura de la razón se empeña en defenestrar. Así en este contexto, la libertad se manifiesta como una necesidad difícil de definir. Quizás se hace latente la necesidad de ella por encima de saber exactamente lo que es más que un deseo.
Ciertamente la libertad, es entendida como una de esas entelequias ante las cuales y a pesar de la abundante literatura habida al respecto, el hombre sigue dudoso ante la misma. También es cierto que desde la intuición y lo anímico, creemos entenderla desde el alejamiento de la misma, esto es cuando limitados por uno mismo, como por ejemplo ante límites físicos provocados por una enfermedad, una minusvalía, ser esclavo de una silla de ruedas, o bien limitado por el otro, como cuando uno vive en un país fáctico y no se tiene libertad para expresarse o ejercer unos hipotéticos derechos naturales en el hombre; o cuando ante fuerzas mayores como las naturales, ante una nevada quedamos incomunicados del mundo, en fin, quedamos con una clara idea de la falta de libertad, pero en definitiva y como señalábamos, nadie puede atreverse a hablar de la libertad de una manera categórica, pues nuestra finitud o nuestra fragilidad, certezas incuestionables, son ya conceptos que nos alejan de la misma. Remitiéndonos a ese dicho popular, algo descorazonador que plantea: el mundo, como la mayor de las cárceles, queda el hecho de que la libertad es algo más propio del mundo de las ideas y utopía que no valor pragmático.
En el contexto romántico, la libertad se plantea, como hemos explicado, como una abstracción, una entelequia que parte del deseo de vencer las convenciones y la tiranía, así como un valor de intento de reafirmación y enraizamiento de los derechos y dignidades humanas .
El siglo XIX, fue tiempo genérico de revueltas y reivindicaciones constantes de libertad. De hecho, el romanticismo es, en esencia, un camino de libertad. Ya en 1804, circulará por Europa el Guillermo Tell de Friedrich Von Schiller, la historia del héroe suizo que se convertiría en símbolo de lucha contra el poder extranjero. Manzoni, también aportará en 1827 con su obra Los novios un alegato a la libertad en la figura de dos amantes acosados por el feroz feudalismo medieval del norte de Italia. Pushkin, pondrá la libertad en verso en su oda a la libertad, al igual que Alfred de Vigny en su obra de 1844 La casa del Pastor. A estos podríamos unir muchos otros ejemplos, de similares convicciones rousseaunianas convencidos de la naturaleza libre del hombre y la obsesión del poder y la sociedad por encadenarlo.
En pintura se materializan igualmente numerosas reflexiones sobre la necesidad de libertad, como por ejemplo, cuando en 1789 Hurbert Robert pinta La Bastilla en los primeros días de la demolición (Ilustración nº 14), una evidencia de la caída gradual de un símbolo del pasado absolutista, fáctico y todo lo contrario a la aspiración de libertad del hombre.
En el mismo sentido, en 1830 Delacroix pinta la que será su obra más romántica e influyente, un buen ejemplo de esta efusividad en la idea, se trata de la obra La libertad guiando al pueblo (Ilustración nº 15), una glorificación semialegórica de la idea de libertad que le valió ser laureado con la Legión de Honor. En esta obra clave de la historia del arte que retrata fantasiosamente la insurrección de la burguesía y el proletariado frente a la restaurada monarquía borbónica, la revolución liberal del 30: Delacroix plasma la evocadora idea de la libertad, necesaria en el arte y en la sociedad.
Podemos citar numerosas referencias a la libertad en obras artísticas de entre las cuales citaremos algunas por su evidencia, como por ejemplo: La guardia cívica de Milán intenta dispersar a la multitud concentrada ante el Palazzo Reale obra de 1814 de Giovanni Migliara (Ilustración nº 16), una crónica de lo acaecido el 20 de abril de 1814 en el que el pueblo de Milán se rebela frente al dominio Napoleónico. Una escenificación del movimiento incontenible de la multitud luchadora por su libertad que empieza a ser abatida por la tiranía del opresor.
Sufrimiento de las clases populares, que son las que antes sufren las consecuencias de los despropósitos de los tiranos y los intereses de estos, como se puede observar también en la obra de Francesco Hayez titulada Los habitantes de Parga abandonan su patria (1826-1831) (Ilustración nº 17). Obra que hace referencia a lo acontecido en 1818 en Grecia, cuando los ingleses en un hábil movimiento diplomático valioso a sus intereses, ceden la soberanía de la ciudad griega de Parga a los turcos. Aquí, queda evidente en la narración visual el desespero ante el exilio a través de una emotiva escenografía en la que se aprecia el sufrimiento de las masas populares alejándose de sus casas, su ciudad y su patria, algo que provoca indiscutiblemente un sentimiento nacionalista.
En el mismo sentido, Eugenio Agneni pinta en 1857 Las sombras de las grandes personalidades florentinas protestan contra el dominio extranjero (Ilustración nº 18). Una revisión también del tema de la invasión extranjera. Una vista efectista nocturna de la plaza florentina degli Uffizi, en la cual aparecen los espectros oníricos de muchos personajes de la historia, como Dante, Maquiavelo, Petrarca, Leonardo, Miguel Ángel y Boccaccio que avanzan desafiantes hacia el invasor extranjero.
Deseos de libertad en lo global, lo nacional, la identidad cultura, pero también en lo íntimo y personal, pues el deseo utópico del romántico, es que la libertad impregne todo, de lo íntimo a lo universal, de lo universal a lo íntimo.
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