Los Impresionistas heredaron en gran medida los planteamientos afectivos y a la vez realistas de la Escuela de Fontainebleau , admirando la voluntad de pintar la naturaleza investigando los efectos que en ella ocasionaban los cambios atmosféricos y la luz y trabajando a plein air y por tanto in situ como ya lo hicieron los miembros de esta escuela como Théodore Rousseau (1812-67), Charles-François Daubigny (1817-78), Narciso Díaz de la Peña (1807-76) y Constant Troyon (1810-65) entre otros. Son numerosos los historiadores del arte que insisten en señalar el Impresionismo como punto partida del arte moderno, de hecho, el movimiento partió de un notable desacuerdo con el clasicismo y las fórmulas de la Academia Francesa, los cuales insistían en la delimitación y cuadratura del arte. El impresionismo vio sus primeras reuniones en el seno de la Belle Époque en el Café Guerbois de París, allí un grupo de inquietos artistas debatieron inquietudes comunes como la necesaria búsqueda de nuevos caminos en el arte diferentes de los conocidos hasta ahora (algo que esboza ya una sospecha hacia el nomadismo). Su comienzo oficial fue en el año 1874 con la fundación de la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores, institución libre e independiente cuyo principal premisa fue la de potenciar la organización de exposiciones privadas ya que numerosos artistas encontraban gran dificultad para exponer en los circuitos oficiales pues sus planteamientos eran rechazados en base a criterios académicos. Fue precisamente en ese mismo año cuando hicieron su primera exposición colectiva, en la que destacó un cuadro de Monet titulado Impresión, Sol naciente (Ilustración nº 67) fechado en 1872 y que motivó el que algunos críticos denominaran al grupo en un sentido irónico e incluso despectivo: Impresionistas. A esta exposición siguieron muchas otras hasta que poco a poco el grupo se disolvió definitivamente, en 1886.
El nomadismo que practicaron los impresionistas debe ser entendido como una ruptura y un alejamiento de las fórmulas académicas y clasicistas (fórmulas que le marginaban e incluso rechazaban). El artista impresionista se planteó una nueva visión del arte desde novedosas reflexiones que partían de hechos científicos y que revulsionaron sus valores internos afectivos, como el descubrimiento de los colores complementarios, la Ley del Contraste simultáneo, y en general las investigaciones sobre la luz; planteamientos científicos todos ellos en el seno del positivismo y defendidos por físicos como Chevreul, Heisenberg, Hemboltz, Rood y Maxwell, entre otros. A ello también se sumó el reciente descubrimiento de la fotografía.
A partir de entonces, los impresionistas, se obsesionaron por el comportamiento de la luz y comenzaron con rigor y a la vez pasión a aplicar directamente los colores de la paleta mediante cortas pinceladas sobre el lienzo y no mezclando en la paleta como se venía haciendo tradicionalmente. De esta manera se producía perceptivamente en el cerebro del espectador a través de sus órganos visuales y a cierta distancia de la tela, una mezcla óptico-perceptiva. El concepto se basaba en el dinamismo de la luz y su naturaleza cambiante , todo ello en obras de pequeño formato, ligeras y fácilmente transportables para la praxis pictórica al aire libre y mostrando temáticas cotidianas e insignificantes, como fundamentalmente el paisaje y el costumbrismo. El resultado fue una pintura colorista, luminosa, amable, alegre y vital, en la que se evidenció una nueva forma de ver la realidad que contribuiría notablemente en un futuro a las vanguardias artísticas.
En definitiva el Impresionismo supuso un retorno a la libertad e impulso vital del artista: pensamiento nómada como endopatía. Aquí se corrobora una vez más un nomadismo de deconstrucción de la identidad artística estipulada por los cánones o paradigmas contextuales para construir los propios novedosos y categóricos. De esta manera Claude Monet (1840-1926) se aventura pasionalmente en la realización de sus obras atmosféricas en las cuales, la novedad sorpresiva, nómada e introafectiva, estriba en la desaparición de la forma al compás de la descomposición de la luz en sus mágicas impresiones multicolores seriadas como por ejemplo la que realiza entre 1876-77 sobre La Estación de Saint Lazare con la vorágine de actividad ferroviaria con los trenes partiendo y llegando entre humos y cambios cromáticos reflejo de los caprichos de la luz a lo largo del día. O la que entre 1892-94 realiza con el pétreo referente de la Catedral de Rouen (Ilustración nº 68), una magnífica serie de cuarenta cuadros con la misma vista de la basílica pero nuevamente con la obsesión del cambio lumínico-cromático a diferentes horas del día.
Monet, acabó sus días en la plenitud de un paraíso particular, su casa de Giverny, una preciosa casa rodeada de jardines y huertos, con un estanque y un puente japonés que condicionan su obra de jardín y sus grandes cuadros de Ninfeas y Nenúfares , seguramente una decisión de enajenación del mundo que recuerda a otros refugios célebres por llegar como entre otros muchos y por ejemplo, el practicado por Vincent Van Gogh en la Provenza o Gauguín en la Polinesia.
Por su parte, Edouard Manet (1832-83) presenta en su personalidad rasgos igualmente nómadas observables en su vocación por el viaje como objeto de conocimiento. Precisamente, sus viajes por España, Italia, Holanda y Alemania dejarán huella en su obra. Pero donde su nomadismo es categórico es en su ruptura con los férreos cánones académicos y clasicista, a través de una obra que incluso va más allá del Impresionismo por su carácter único. Manet innova y a la vez transgrede a través de sus forzados contrastes cromáticos y sus grandes primeros planos seccionados, influencia sin duda de la estampa japonesa a la cual sin la menor duda vamos a referirnos en breve por su importancia e influencia en el impresionismo y el post-impresionismo. Un claro ejemplo de este espíritu trasgresor en Manet es la que se categoriza quizás como su más importante obra: su Almuerzo en la hierba, de 1863 (Ilustración nº 69), obra presentada en el Salón de los rechazados de ese mismo año, la cual produjo un gran escándalo sobretodo por su atrevimiento al destacar en la composición una figura femenina completamente desnuda entre dos hombres vestidos. Escándalo y provocación propios de un trasgresor nómada, alguien que no se deja someter y rechaza numerosos valores como los puritanos y morales ante los cuales, como en este caso, muestra su disconformidad como igualmente lo hace en su Olympia, obra de 1863, en la cual el artísta muestra provocativamente en un primer plano el desnudo de una mujer, no una Danae o una Venus idealizadas desde cánones clasicistas y con el beneplácito burgués, no, se trata de una vulgar prostituta que además riza el rizo de la provocación y el atrevimiento al esforzarse su autor en mostrarnos en su rostro altanería y descaro, los mismos que sin duda siente el autor desde sus más recónditas interioridades hacia una sociedad de élites y clases para él estéril y a la vez cómica. Con estas obras, Manet consiguió afectar a la moral pública no sólo por el tema, también por un intencionado mal modelado de las figuras desde el recurso pictórico del uso de tintas planas (una notable influencia de la Estampa Japonesa). En conclusión Manet representa al artísta nómada que Refleja la vida tal y como es, sin tapujos ni eufemismos y que en ello manifiesta una libertad sin límites .
Como se puede observar, nuestra intención sigue siendo la de recorrer cronológicamente la historia del arte para detectar evidencias de nomadismo en grupos y personalidades. Claro está, no es pretensión el extenderse en la analítica exhaustiva autor por autor, más bien seleccionar algunos para mostrar a través de su obra ejemplos que corroboren este discurso; así como centrarnos en conceptos que refuercen la voluntad nómada como lo es en este momento presentar en el contexto impresionista la importancia e influencia del Ukiyo-E, la Estampa Japonesa (Ilustraciones nº 70 y 71) que procura al cansado arte occidental, evasión, exotismo y elegancia a la vez que por otra parte, una novedad en cuanto a recursos estilísticos diversos.
Cuando presentábamos los prenotandos terminológicos y nos referíamos al nomadismo, observábamos que existen voluntades de búsqueda por parte de su practicante en contextos lejanos y distantes social y culturalmente. Era el viaje por excelencia el mecanismo de aproximación hacia culturas milenarias, pero novedosas en Europa, las cuales podían aportar fórmulas de contento hacia el eterno buscador, en nuestro caso el artísta. Será en Japón, y en sus maneras artísticas tradicionales donde el creador nómada occidental descubra en gran medida maneras interesantísimas de reencuentro consigo mismo a la vez que fórmulas estéticas reconfortantes y necesarias, por no profundizar en los valores filosóficos y espirituales, todos ellos presentes no sólo en las vanguardias artísticas, sino en todo el siglo XX y la contemporaneidad.
La estampa japonesa es llamada como hemos presentado, Ukiyo-e. La misma, es una tradicional forma artística nipona cuyo interés es reflejar desde parámetros de belleza, las tradiciones, gentes y paisajes de su imperio. Así delicadamente y con el procedimiento mayoritariamente del grabado sobre madera nos muestra en dibujos nítidos, coloristas y llenos de humor y ternura un sin fin de imágenes, como paisajes típicos, volcanes, costas, puentes curvos, campesinos en plena faena, etc. En el Ukiyo-e, además prevalecen estrechas y antiguas relaciones entre el pintor, el grabador, el impresor y el editor.
El más prestigioso y venerado maestro de esta disciplina milenaria fue Katsushiko Hokusai (1760-1849), de personalidad Misantrópica y extravagante se recuerda en la historia del arte del Japón sus 36 vistas del monte Fuji, serie muy popular y valorada en Japón no ya por la extraordinaria calidad, sino sobretodo por ser un volcán sagrado para la espiritualidad japonesa. Cabe también nombrar al no menos célebre maestro Ichiryusai Hiroshige (1797-1858) al que en Francia y en el contexto del impresionismo, se le consideró abiertamente como un impresionista al tratar sobretodo los paisajes con una sensibilidad y maestría afines a las del grupo .
Parece ser que fue en el seno del Art Nouveau, y concretamente a través de las cerámicas de Gallé, cuando el japonesismo irrumpe con fuerza como una notable influencia en el arte en Francia, evidenciándose no solo en el Modernismo, sino también en los Nabis , en los impresionistas y en los postimpresionistas. En general, aquello que recogieron todos ellos de la Estampa Japonesa desde su voluntad nómada fueron toda una serie de recursos novedosos que indudablemente enriquecerían su trabajo artístico. En primer lugar la idea japonesa del Sabi (soledad y sentimiento), cuyos recursos propios son la economía de trazo, la sencillez y la sobriedad. Por otro lado la idea filosófica de que la belleza no se encuentra en la forma sino en el significado. También el recurso de las formas sin modelar a base de gradaciones de luz y sombra (algo muy presente en la obra de Manet). Igualmente recursos de perspectiva que en nada tienen que ver con la perspectiva occidental y que se basan en la colocación de los objetos unos detrás de otros así como la utilización de puntos de vista elevados e insólitos acentuando el carácter plano de las formas al acercar la escena al plano pictórico. Incluso las líneas y los colores tejiendo una trama que consigue hacer vagar la vista de un punto a otro en lugar de centrarla en un foco de interés.
También la extraordinaria capacidad de observar la naturaleza y sus cambios, algo que resultará muy atractivo a los impresionistas, sobretodo en cuanto al tratamiento del paisaje-tiempo, es decir, la transformación del paisaje en función de la estación del año. Japón atiende con gran interés a sus cuatro estaciones bien diferenciadas y en gran medida parte de su simbología responde a ello, pues existe una gran simbología estacional, como por ejemplo el ciruelo que es símbolo de la primavera, el cerezo del verano, el crisantemo del otoño y el arce del invierno. En su amor a la naturaleza se utilizarán materias naturales, como la laca, la madera, el bambú y el papel, algo que denota además un gran amor hacia las cosas delicadas y fugaces. Ante semejante propuesta llena de novedad y solución, numerosos artistas se esforzaron por aplicar en sus obras recursos procedentes del Ukiyo-e, y como no, los impresionistas sobre los cuales centraremos nuestra atención a continuación con la premisa de desvelar sus resultados artísticos procedentes de sus complejidades endopáticas y experienciadas desde un nomadismo de refugio en la fragilidad de mundos paradisíacos en ocasiones, nocturnos y tediosos en otras, de personalidades solitarias y atormentadas.
El nomadismo que practicaron los impresionistas debe ser entendido como una ruptura y un alejamiento de las fórmulas académicas y clasicistas (fórmulas que le marginaban e incluso rechazaban). El artista impresionista se planteó una nueva visión del arte desde novedosas reflexiones que partían de hechos científicos y que revulsionaron sus valores internos afectivos, como el descubrimiento de los colores complementarios, la Ley del Contraste simultáneo, y en general las investigaciones sobre la luz; planteamientos científicos todos ellos en el seno del positivismo y defendidos por físicos como Chevreul, Heisenberg, Hemboltz, Rood y Maxwell, entre otros. A ello también se sumó el reciente descubrimiento de la fotografía.
A partir de entonces, los impresionistas, se obsesionaron por el comportamiento de la luz y comenzaron con rigor y a la vez pasión a aplicar directamente los colores de la paleta mediante cortas pinceladas sobre el lienzo y no mezclando en la paleta como se venía haciendo tradicionalmente. De esta manera se producía perceptivamente en el cerebro del espectador a través de sus órganos visuales y a cierta distancia de la tela, una mezcla óptico-perceptiva. El concepto se basaba en el dinamismo de la luz y su naturaleza cambiante , todo ello en obras de pequeño formato, ligeras y fácilmente transportables para la praxis pictórica al aire libre y mostrando temáticas cotidianas e insignificantes, como fundamentalmente el paisaje y el costumbrismo. El resultado fue una pintura colorista, luminosa, amable, alegre y vital, en la que se evidenció una nueva forma de ver la realidad que contribuiría notablemente en un futuro a las vanguardias artísticas.
En definitiva el Impresionismo supuso un retorno a la libertad e impulso vital del artista: pensamiento nómada como endopatía. Aquí se corrobora una vez más un nomadismo de deconstrucción de la identidad artística estipulada por los cánones o paradigmas contextuales para construir los propios novedosos y categóricos. De esta manera Claude Monet (1840-1926) se aventura pasionalmente en la realización de sus obras atmosféricas en las cuales, la novedad sorpresiva, nómada e introafectiva, estriba en la desaparición de la forma al compás de la descomposición de la luz en sus mágicas impresiones multicolores seriadas como por ejemplo la que realiza entre 1876-77 sobre La Estación de Saint Lazare con la vorágine de actividad ferroviaria con los trenes partiendo y llegando entre humos y cambios cromáticos reflejo de los caprichos de la luz a lo largo del día. O la que entre 1892-94 realiza con el pétreo referente de la Catedral de Rouen (Ilustración nº 68), una magnífica serie de cuarenta cuadros con la misma vista de la basílica pero nuevamente con la obsesión del cambio lumínico-cromático a diferentes horas del día.
Monet, acabó sus días en la plenitud de un paraíso particular, su casa de Giverny, una preciosa casa rodeada de jardines y huertos, con un estanque y un puente japonés que condicionan su obra de jardín y sus grandes cuadros de Ninfeas y Nenúfares , seguramente una decisión de enajenación del mundo que recuerda a otros refugios célebres por llegar como entre otros muchos y por ejemplo, el practicado por Vincent Van Gogh en la Provenza o Gauguín en la Polinesia.
Por su parte, Edouard Manet (1832-83) presenta en su personalidad rasgos igualmente nómadas observables en su vocación por el viaje como objeto de conocimiento. Precisamente, sus viajes por España, Italia, Holanda y Alemania dejarán huella en su obra. Pero donde su nomadismo es categórico es en su ruptura con los férreos cánones académicos y clasicista, a través de una obra que incluso va más allá del Impresionismo por su carácter único. Manet innova y a la vez transgrede a través de sus forzados contrastes cromáticos y sus grandes primeros planos seccionados, influencia sin duda de la estampa japonesa a la cual sin la menor duda vamos a referirnos en breve por su importancia e influencia en el impresionismo y el post-impresionismo. Un claro ejemplo de este espíritu trasgresor en Manet es la que se categoriza quizás como su más importante obra: su Almuerzo en la hierba, de 1863 (Ilustración nº 69), obra presentada en el Salón de los rechazados de ese mismo año, la cual produjo un gran escándalo sobretodo por su atrevimiento al destacar en la composición una figura femenina completamente desnuda entre dos hombres vestidos. Escándalo y provocación propios de un trasgresor nómada, alguien que no se deja someter y rechaza numerosos valores como los puritanos y morales ante los cuales, como en este caso, muestra su disconformidad como igualmente lo hace en su Olympia, obra de 1863, en la cual el artísta muestra provocativamente en un primer plano el desnudo de una mujer, no una Danae o una Venus idealizadas desde cánones clasicistas y con el beneplácito burgués, no, se trata de una vulgar prostituta que además riza el rizo de la provocación y el atrevimiento al esforzarse su autor en mostrarnos en su rostro altanería y descaro, los mismos que sin duda siente el autor desde sus más recónditas interioridades hacia una sociedad de élites y clases para él estéril y a la vez cómica. Con estas obras, Manet consiguió afectar a la moral pública no sólo por el tema, también por un intencionado mal modelado de las figuras desde el recurso pictórico del uso de tintas planas (una notable influencia de la Estampa Japonesa). En conclusión Manet representa al artísta nómada que Refleja la vida tal y como es, sin tapujos ni eufemismos y que en ello manifiesta una libertad sin límites .
Como se puede observar, nuestra intención sigue siendo la de recorrer cronológicamente la historia del arte para detectar evidencias de nomadismo en grupos y personalidades. Claro está, no es pretensión el extenderse en la analítica exhaustiva autor por autor, más bien seleccionar algunos para mostrar a través de su obra ejemplos que corroboren este discurso; así como centrarnos en conceptos que refuercen la voluntad nómada como lo es en este momento presentar en el contexto impresionista la importancia e influencia del Ukiyo-E, la Estampa Japonesa (Ilustraciones nº 70 y 71) que procura al cansado arte occidental, evasión, exotismo y elegancia a la vez que por otra parte, una novedad en cuanto a recursos estilísticos diversos.
Cuando presentábamos los prenotandos terminológicos y nos referíamos al nomadismo, observábamos que existen voluntades de búsqueda por parte de su practicante en contextos lejanos y distantes social y culturalmente. Era el viaje por excelencia el mecanismo de aproximación hacia culturas milenarias, pero novedosas en Europa, las cuales podían aportar fórmulas de contento hacia el eterno buscador, en nuestro caso el artísta. Será en Japón, y en sus maneras artísticas tradicionales donde el creador nómada occidental descubra en gran medida maneras interesantísimas de reencuentro consigo mismo a la vez que fórmulas estéticas reconfortantes y necesarias, por no profundizar en los valores filosóficos y espirituales, todos ellos presentes no sólo en las vanguardias artísticas, sino en todo el siglo XX y la contemporaneidad.
La estampa japonesa es llamada como hemos presentado, Ukiyo-e. La misma, es una tradicional forma artística nipona cuyo interés es reflejar desde parámetros de belleza, las tradiciones, gentes y paisajes de su imperio. Así delicadamente y con el procedimiento mayoritariamente del grabado sobre madera nos muestra en dibujos nítidos, coloristas y llenos de humor y ternura un sin fin de imágenes, como paisajes típicos, volcanes, costas, puentes curvos, campesinos en plena faena, etc. En el Ukiyo-e, además prevalecen estrechas y antiguas relaciones entre el pintor, el grabador, el impresor y el editor.
El más prestigioso y venerado maestro de esta disciplina milenaria fue Katsushiko Hokusai (1760-1849), de personalidad Misantrópica y extravagante se recuerda en la historia del arte del Japón sus 36 vistas del monte Fuji, serie muy popular y valorada en Japón no ya por la extraordinaria calidad, sino sobretodo por ser un volcán sagrado para la espiritualidad japonesa. Cabe también nombrar al no menos célebre maestro Ichiryusai Hiroshige (1797-1858) al que en Francia y en el contexto del impresionismo, se le consideró abiertamente como un impresionista al tratar sobretodo los paisajes con una sensibilidad y maestría afines a las del grupo .
Parece ser que fue en el seno del Art Nouveau, y concretamente a través de las cerámicas de Gallé, cuando el japonesismo irrumpe con fuerza como una notable influencia en el arte en Francia, evidenciándose no solo en el Modernismo, sino también en los Nabis , en los impresionistas y en los postimpresionistas. En general, aquello que recogieron todos ellos de la Estampa Japonesa desde su voluntad nómada fueron toda una serie de recursos novedosos que indudablemente enriquecerían su trabajo artístico. En primer lugar la idea japonesa del Sabi (soledad y sentimiento), cuyos recursos propios son la economía de trazo, la sencillez y la sobriedad. Por otro lado la idea filosófica de que la belleza no se encuentra en la forma sino en el significado. También el recurso de las formas sin modelar a base de gradaciones de luz y sombra (algo muy presente en la obra de Manet). Igualmente recursos de perspectiva que en nada tienen que ver con la perspectiva occidental y que se basan en la colocación de los objetos unos detrás de otros así como la utilización de puntos de vista elevados e insólitos acentuando el carácter plano de las formas al acercar la escena al plano pictórico. Incluso las líneas y los colores tejiendo una trama que consigue hacer vagar la vista de un punto a otro en lugar de centrarla en un foco de interés.
También la extraordinaria capacidad de observar la naturaleza y sus cambios, algo que resultará muy atractivo a los impresionistas, sobretodo en cuanto al tratamiento del paisaje-tiempo, es decir, la transformación del paisaje en función de la estación del año. Japón atiende con gran interés a sus cuatro estaciones bien diferenciadas y en gran medida parte de su simbología responde a ello, pues existe una gran simbología estacional, como por ejemplo el ciruelo que es símbolo de la primavera, el cerezo del verano, el crisantemo del otoño y el arce del invierno. En su amor a la naturaleza se utilizarán materias naturales, como la laca, la madera, el bambú y el papel, algo que denota además un gran amor hacia las cosas delicadas y fugaces. Ante semejante propuesta llena de novedad y solución, numerosos artistas se esforzaron por aplicar en sus obras recursos procedentes del Ukiyo-e, y como no, los impresionistas sobre los cuales centraremos nuestra atención a continuación con la premisa de desvelar sus resultados artísticos procedentes de sus complejidades endopáticas y experienciadas desde un nomadismo de refugio en la fragilidad de mundos paradisíacos en ocasiones, nocturnos y tediosos en otras, de personalidades solitarias y atormentadas.
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