Nacionalismo. Voluntad de arraigo y desarraigo.
La libertad en el romanticismo será un necesario clamor, un intento, un impulso dinámico, difícilmente concretable en hechos y logros. No obstante, en ocasiones, también es cierto que el intento trae la consecución del objetivo. Quizás, el analizar el porqué de este exitoso final, resulta fuera de lugar por lo difícil que sería encontrar el motivo, ¿azar?, ¿voluntad?, ¿perseverancia?, ¿habilidad?, ¿estrategia? Pero en definitiva hechos concretos que superan el intento, como los que encontramos en el contexto romántico en los numerosos nacionalismos que llevaron a configurar y a definir grandes proyectos aún vigentes.
Nos estamos refiriendo nuevamente a un nomadismo, el llamado romanticismo nacional , interesado por la historia del pueblo, su lengua, su cultura popular, la búsqueda de lo primigenio. El mismo que llevará el intento a la concreción, al éxito, un cambio de status, un cambio del hábitat, un logro de libertad haciendo que ideales que parecían utópicos, acabaran siendo una realidad . Tal serán los caso en 1814 del Risorgimento italiano de Manzini, Garibaldi y Cavour, en 1835 el Nacionalismo finlandés de Elías Lönnrot y en 1878 la Independencia de Rumania y Hungría, uniéndole entre otros los sucesivos procesos de Independencia de las colonias españolas en América, o el proceso nacionalista germánico.
Pero tal y como habíamos señalado, el romanticismo es tierra de extremos y si bien es cierto que fue impulsor de movimientos nacionalistas, también lo es porque acoge en su seno actitudes de no patria y desarraigo. Si el nacionalista romántico en un movimiento de libertad, pues rompe las cadenas que le unen con identidades nacionales no sentidas para defender a ultranza y llevar a la última consecuencia las propias (su nacionalismo), el romántico desarraigado va más allá, en una categoría seguramente aún más libertaria, rompe socráticamente sus lazos con cualquier identidad nacional, patria o corporación . Así sirve como ejemplo un pasaje de El Extranjero de Baudelaire:
- Dime, hombre enigmático, ¿a quién prefieres? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana o hermano?
- No tengo padre, ni madre, ni hermana ni hermano.
- ¿A tus amigos?
- Empleáis una palabra cuyo sentido me es hasta hoy desconocido.
- ¿A tu patria?
- Ignoro bajo qué latitud se encuentra.
- ¿A la belleza?
- Gustoso la amaría, diosa e inmortal.
- ¿Al oro?
- Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.
- ¿Qué es, entonces, lo que amas, extraordinario extranjero?
- Amo las nubes….las nubes que pasan...allá lejos...! las maravillosas nubes!.
Un contundente alegato que le vincula únicamente a sí mismo y a valores meramente sensibles. Algo aplicable en otros románticos, como Flaubert, el cual insistía hasta la saciedad, que él no era francés. Es más, su odio hacia la nación que le vio nacer y hacia sus gentes, era tan profundo que ridiculizaba su propia condición civil. De hecho, llegó a proponer un nuevo modo de asignar la nacionalidad:
No de acuerdo con el país en el que uno había nacido o al que pertenecía la familia, sino de acuerdo con los lugares por los que uno se sentía atraído .
Algo que particularmente vincula profundamente Flaubert a dimensiones culturales orientales y árabes .
Otros casos podrían unirse a los anteriores en esta visión mundial del hombre sin patria, como en el caso de Lamartine, el cual en el mismo sentido afirma:
El mundo, superándose, se eleva a la unidad. Soy ciudadano de todo hombre pensador. La Verdad es mi país .
A ello podría unirse el caso de desarraigo observable en Lord Byron, el cual jamás mostró la más mínima sensación en su vida de arraigo en su británica sociedad conservadora. Recién cumplidos los 21 años de edad inicia un largo viaje por tierras de la antigua y legendaria civilización mediterránea. Su estado de ánimo se refleja en la carta de despedida que escribe a su madre:
...El mundo entero se muestra ante mí y yo abandono Inglaterra sin pena y sin deseo de volver a ver nada de cuanto encierra, exceptuando a usted y a su residencia .
Así entre otros muchos destinos, llega a la misteriosa España en donde reafirma el desarraigo hacia Inglaterra. Algo que deja plasmado en el poema The girl from Cadix, en este, Byron escribe esta nostálgica estrofa:
Nunca más volváis a hablarme de los climas del Norte, ni de las damas inglesas vosotros que no tuvisteis la dicha de contemplar a la maravillosa muchacha de Cádiz .
En 1816 marchó definitivamente de Inglaterra, alejándose de su esposa y del país, hasta su muerte en Grecia en 1824 .
Refiriéndose a Viena y en un profundo sentido de desarraigo, señala Schubert también al respecto:
Extranjero llegué y extranjero me vuelvo a marchar .
Y Victor Hugo, en un deseo universalista:
Vendrá un día en que tú Francia, tú Rusia, tú Italia, tú Inglaterra, tú Alemania, vosotras todas naciones del continente, sin perder vuestras cualidades distintas y vuestra gloriosa individualidad, os fundiréis en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea .
Muchos llevarán este desarraigo hacia sus naciones hasta la última consecuencia, lejos de la tierra que les vio nacer y la cual ignoran, morirán en lejanos lares como por ejemplo, en el caso de Keats, apolíneo poeta británico, el cual marchó moribundo de tuberculosis a los veintiséis años de su gris tierra, para morir buscando el cielo azul de Italia en Roma, incluso quizás en el lugar más representativo de la ciudad eterna, muriendo junto a la escalinata de la Piazza di Spagna.
Shelley, por su parte no tendrá una muerte menos romántica y morirá en la tragedia de un naufragio, algo sublime en la distancia para muchos románticos, lejos de su Inglaterra, tras una fuerte tormenta frente a la costa italiana
La libertad en el romanticismo será un necesario clamor, un intento, un impulso dinámico, difícilmente concretable en hechos y logros. No obstante, en ocasiones, también es cierto que el intento trae la consecución del objetivo. Quizás, el analizar el porqué de este exitoso final, resulta fuera de lugar por lo difícil que sería encontrar el motivo, ¿azar?, ¿voluntad?, ¿perseverancia?, ¿habilidad?, ¿estrategia? Pero en definitiva hechos concretos que superan el intento, como los que encontramos en el contexto romántico en los numerosos nacionalismos que llevaron a configurar y a definir grandes proyectos aún vigentes.
Nos estamos refiriendo nuevamente a un nomadismo, el llamado romanticismo nacional , interesado por la historia del pueblo, su lengua, su cultura popular, la búsqueda de lo primigenio. El mismo que llevará el intento a la concreción, al éxito, un cambio de status, un cambio del hábitat, un logro de libertad haciendo que ideales que parecían utópicos, acabaran siendo una realidad . Tal serán los caso en 1814 del Risorgimento italiano de Manzini, Garibaldi y Cavour, en 1835 el Nacionalismo finlandés de Elías Lönnrot y en 1878 la Independencia de Rumania y Hungría, uniéndole entre otros los sucesivos procesos de Independencia de las colonias españolas en América, o el proceso nacionalista germánico.
Pero tal y como habíamos señalado, el romanticismo es tierra de extremos y si bien es cierto que fue impulsor de movimientos nacionalistas, también lo es porque acoge en su seno actitudes de no patria y desarraigo. Si el nacionalista romántico en un movimiento de libertad, pues rompe las cadenas que le unen con identidades nacionales no sentidas para defender a ultranza y llevar a la última consecuencia las propias (su nacionalismo), el romántico desarraigado va más allá, en una categoría seguramente aún más libertaria, rompe socráticamente sus lazos con cualquier identidad nacional, patria o corporación . Así sirve como ejemplo un pasaje de El Extranjero de Baudelaire:
- Dime, hombre enigmático, ¿a quién prefieres? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana o hermano?
- No tengo padre, ni madre, ni hermana ni hermano.
- ¿A tus amigos?
- Empleáis una palabra cuyo sentido me es hasta hoy desconocido.
- ¿A tu patria?
- Ignoro bajo qué latitud se encuentra.
- ¿A la belleza?
- Gustoso la amaría, diosa e inmortal.
- ¿Al oro?
- Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.
- ¿Qué es, entonces, lo que amas, extraordinario extranjero?
- Amo las nubes….las nubes que pasan...allá lejos...! las maravillosas nubes!.
Un contundente alegato que le vincula únicamente a sí mismo y a valores meramente sensibles. Algo aplicable en otros románticos, como Flaubert, el cual insistía hasta la saciedad, que él no era francés. Es más, su odio hacia la nación que le vio nacer y hacia sus gentes, era tan profundo que ridiculizaba su propia condición civil. De hecho, llegó a proponer un nuevo modo de asignar la nacionalidad:
No de acuerdo con el país en el que uno había nacido o al que pertenecía la familia, sino de acuerdo con los lugares por los que uno se sentía atraído .
Algo que particularmente vincula profundamente Flaubert a dimensiones culturales orientales y árabes .
Otros casos podrían unirse a los anteriores en esta visión mundial del hombre sin patria, como en el caso de Lamartine, el cual en el mismo sentido afirma:
El mundo, superándose, se eleva a la unidad. Soy ciudadano de todo hombre pensador. La Verdad es mi país .
A ello podría unirse el caso de desarraigo observable en Lord Byron, el cual jamás mostró la más mínima sensación en su vida de arraigo en su británica sociedad conservadora. Recién cumplidos los 21 años de edad inicia un largo viaje por tierras de la antigua y legendaria civilización mediterránea. Su estado de ánimo se refleja en la carta de despedida que escribe a su madre:
...El mundo entero se muestra ante mí y yo abandono Inglaterra sin pena y sin deseo de volver a ver nada de cuanto encierra, exceptuando a usted y a su residencia .
Así entre otros muchos destinos, llega a la misteriosa España en donde reafirma el desarraigo hacia Inglaterra. Algo que deja plasmado en el poema The girl from Cadix, en este, Byron escribe esta nostálgica estrofa:
Nunca más volváis a hablarme de los climas del Norte, ni de las damas inglesas vosotros que no tuvisteis la dicha de contemplar a la maravillosa muchacha de Cádiz .
En 1816 marchó definitivamente de Inglaterra, alejándose de su esposa y del país, hasta su muerte en Grecia en 1824 .
Refiriéndose a Viena y en un profundo sentido de desarraigo, señala Schubert también al respecto:
Extranjero llegué y extranjero me vuelvo a marchar .
Y Victor Hugo, en un deseo universalista:
Vendrá un día en que tú Francia, tú Rusia, tú Italia, tú Inglaterra, tú Alemania, vosotras todas naciones del continente, sin perder vuestras cualidades distintas y vuestra gloriosa individualidad, os fundiréis en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea .
Muchos llevarán este desarraigo hacia sus naciones hasta la última consecuencia, lejos de la tierra que les vio nacer y la cual ignoran, morirán en lejanos lares como por ejemplo, en el caso de Keats, apolíneo poeta británico, el cual marchó moribundo de tuberculosis a los veintiséis años de su gris tierra, para morir buscando el cielo azul de Italia en Roma, incluso quizás en el lugar más representativo de la ciudad eterna, muriendo junto a la escalinata de la Piazza di Spagna.
Shelley, por su parte no tendrá una muerte menos romántica y morirá en la tragedia de un naufragio, algo sublime en la distancia para muchos románticos, lejos de su Inglaterra, tras una fuerte tormenta frente a la costa italiana
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