El amor es otra endopatía romántica, complejo territorio en el que se articulan numerosos sentimientos llamémoslos satélites, aquellos que lo dimensionan, impulsan e incluso lo destruyen. El amor es nuevamente crisol de vida y muerte, idealización, pesimismo y nostalgia. Antes del romanticismo, giraba el amor entorno a la conveniencia social, algo que evidenciaba que no era amor. En cambio el romántico arranca su amor del fondo del alma, claro, ¿cómo iba a ser sino, si es su pauta existencial?
Por tanto, procedente de sus más recónditas interioridades, es un amor de verdad, sincero y sin fingimientos. Aunque en realidad, y desde una cada vez más creciente decepción ante el ser humano, lo delimita universalmente como un amor al amor, indescriptible, indefinible, intransferible y único como la unicidad del hombre. Así, aquello que llama amor como experiencia relacional, con una pareja, unas madre, etc, tan sólo será una manifestación de relación. Cuando en esencia, el amor del romántico es único, personal e interno, el cual quedará siempre enraizado en el territorio más ignoto de sí mismo, y sólo será comprensible por él mismo desde sus silencios.
Para el romántico por tanto el amor es cosa de uno, y cada uno lo comparte voluntariamente con el otro. Así su objeto de deseo es un amor idealizado, inventado y soñado a su medida. Evidentemente esta categórica visión, traerá en consecuencia rápidamente el desamor, pues un valor tan propio del mundo de las ideas, y superlativizado se encontrará habitualmente con el desencanto y la decepción desde su exigencia elitista, cuando no sea la otra parte la que se adelante con el clásico y romántico abandono .
El amor es por tanto uno de los valores endopáticos clave de los románticos. No el amor racional y sometido al control de lo conveniente, sino, magma interno, erupción, amor desatado, furioso y ciego, totalmente subjetivo, irracional posesivo y neurótico. El amor es una subversión en estado puro, y por tanto nuevamente nomadismo y búsqueda.
En su amplio espectro y como manifestación creativa, veremos este sentimiento vestido de retóricas sentimentales por un lado y pasionales por el otro. La primera es una actitud melancólica, de tristeza íntima, de ensueño irrealizable del alma tímida del poeta frente a una amada imposible. El amor pasional en cambio, surge de repente y se plantea en términos de todo o nada, rompiendo las convenciones sociales en nombre de la libertad de amar. Suele acompañarlo generalmente como colofón la muerte trágica. Veamos algunos casos.
Châteaubriand, tuvo unos cuantos amores a lo largo de su vida. Precisamente por su condición aristocrática, fueron damas de alta alcurnia o de la nueva nobleza como Nathalie de Laborde, Delphine de Cusine y Pauline de Montmorin , esta última precisamente, murió lánguidamente en sus brazos, episodio que le consternó profundamente. En su vejez, su amante fue una de las mujeres más enigmática de su tiempo, Juliette Récamier.
Schubert, como buen romántico, buscó durante toda su vida el amor, pero fue desdichado en él, sobretodo por la tragedia de su muerte precoz. En un breve párrafo de su diario señalará una importante reflexión experiencial:
Dichoso el que encuentra un amigo sincero, y más aún el que encuentra una verdadera amiga en su mujer. En estos tiempos, el matrimonio es para el hombre libre una desconcertante reflexión; no le suscita más que melancolía o brutal sensualidad .
No se puede hablar del amor romántico pasional sin referirse a Byron, fiel representante de la figura del poeta activista. Byron es un claro ejemplo del espíritu libre que se coloca por encima de toda ley y sociedad a través de su actividad poética. Poeta de la libertad del hombre y de los pueblos, su pluma reflejará su inconformismo hacia los convencionalismos y su vinculación a los ideales más fundamentales del hombre, entre ellos, con mayúscula, el amor.
Pero un amor sin barreras, victorioso, desatado y rebelde, cómo el que a pesar del peso de la tradición y el puritanismo le impulsa a amar pasionalmente a su hermanastra Augusta, hasta que el linchamiento y la constante crítica le empujan a marchar de Inglaterra para refugiarse en la latina Italia , en donde desatará sus pasiones amorosas relacionándose no exento de escándalos sociales con muchas jóvenes como María Segati y Margarita Cogni, también conocida como La Fornarina.
En España , Byron, la pasión amorosa por excelencia la desarrollará en Sevilla , desde donde escribirá a su amada madre para compartir con ella sus experiencias:
...Me alojé en casa de dos mujeres solteras. La mayor con un gran empaque y la menor muy bonita, pero sin tan buena figura como la de doña Josefa. La libertad de costumbres, muy común en Andalucía, me ha asombrado. También he podido observar que la reserva no es una característica de las mujeres españolas, quienes por lo general son muy guapas, con grandes ojos negros y bien formadas. La mayor de ellas ha honrado a vuestro hijo con particular atención besándole tiernamente al despedirle. También me cortó un bucle y a cambio me entregó una de sus trenzas que tiene unos tres pies de largo y que yo os envío para que la guardéis hasta mi regreso .
En su poema Childe Harold, quedará escrito para la posteridad su elogio a la mujer española:
Están formadas para las atrayentes hechicerías de las artes de amar. Son extremas en firmeza y en blandura... El sello del amor está impreso en sus rostros...En sus labios, los besos ansían dejar su nido en honor del hombre que tal galardón merezca. ¡ Cuán tierna es su bella mirada !.¡ Hijas de España, de negros ojos, dignas de figurar entre las angélicas hermosuras del cielo del profeta...! ellas encierran tras su sonrisa los peligros de la Gorgona, saben acudir a las cerradas filas y contribuir a la terrible carrera de la gloria .
Talante en el amor bien diferente al de byron el de Federico Chopin, marcado por una cierta blandura, sentimentalismo e incluso afeminamiento. Enfermo de tisis, enfermedad romántica, compartió el sufrimiento de la enfermedad con el del amor sexual desenfrenado y caprichoso exigido por la noble George Sand y que acabaría en una inevitable ruptura por el desequilibrio de intenciones. Precisamente, para esta:
El amor es sinónimo de vida, algo legítimo y sagrado, un derecho superior del ser humano por encima de cualquier tradición o ley civil, casi un culto divino para el que todo está permitido y consentido .
Un amor por tanto trascendente y experimental que hundió a Chopin en la languidez.
Un amor que en la mayoría de las ocasiones por ley romántica de contrastes se convierte en el desamor. Pues es difícil encontrar ejemplos románticos en los que el amor se muestre en plenitud y buen estado de salud; más bien, la tendencia emocionalista sea la de convertir en objeto estético y de reflexión el dolor del amor no correspondido o el de la trágica pérdida en su plenitud. Algo que se puede ejemplificar pictóricamente con la obra Desilusión amorosa (1825) (Ilustración nº 38) de Francis Danby en el que nos muestra un rincón secreto del río Frome cerca de Bristol el cual ofrece refugio al desconsuelo de una solitaria joven que llora su desilusión amorosa. Significativamente una metáfora: las hojas mustias de las plantas en el primer plano comparten el estado emocional que se respira.
Nomadismos y búsquedas frente a un mundo deshumanizado por el racionalismo totalitario y la sociedad industrial y mercantilista (técnica y dinero). La revolución romántica como estamos viendo, desde su búsqueda interior y desde el hecho de convertir las introafecciones, sentimientos en objeto de conocimiento, representó una significativa rebelión contra el poder.
La huida de estos baldíos territorios, hemos explicado que el romántico lo materializa alienándose y enajenándose desapareciendo en diversas opciones, como cuando crea mundos fantásticos y oníricos o se encierra trágicamente en egotismos degeneradores o simplemente como en el caso de Byron, el cual como muchos otros sale del contexto odiado a través del viaje. Otra manera enajenante sería la de situarse intelectualmente en otras épocas hacia las que por su idiosincrasia nuestro personaje siente una profunda empatía. Épocas idealizadas, en las que elimina todo aquello dudoso a sus intereses para quedarse con lo idílico .
Por tanto, procedente de sus más recónditas interioridades, es un amor de verdad, sincero y sin fingimientos. Aunque en realidad, y desde una cada vez más creciente decepción ante el ser humano, lo delimita universalmente como un amor al amor, indescriptible, indefinible, intransferible y único como la unicidad del hombre. Así, aquello que llama amor como experiencia relacional, con una pareja, unas madre, etc, tan sólo será una manifestación de relación. Cuando en esencia, el amor del romántico es único, personal e interno, el cual quedará siempre enraizado en el territorio más ignoto de sí mismo, y sólo será comprensible por él mismo desde sus silencios.
Para el romántico por tanto el amor es cosa de uno, y cada uno lo comparte voluntariamente con el otro. Así su objeto de deseo es un amor idealizado, inventado y soñado a su medida. Evidentemente esta categórica visión, traerá en consecuencia rápidamente el desamor, pues un valor tan propio del mundo de las ideas, y superlativizado se encontrará habitualmente con el desencanto y la decepción desde su exigencia elitista, cuando no sea la otra parte la que se adelante con el clásico y romántico abandono .
El amor es por tanto uno de los valores endopáticos clave de los románticos. No el amor racional y sometido al control de lo conveniente, sino, magma interno, erupción, amor desatado, furioso y ciego, totalmente subjetivo, irracional posesivo y neurótico. El amor es una subversión en estado puro, y por tanto nuevamente nomadismo y búsqueda.
En su amplio espectro y como manifestación creativa, veremos este sentimiento vestido de retóricas sentimentales por un lado y pasionales por el otro. La primera es una actitud melancólica, de tristeza íntima, de ensueño irrealizable del alma tímida del poeta frente a una amada imposible. El amor pasional en cambio, surge de repente y se plantea en términos de todo o nada, rompiendo las convenciones sociales en nombre de la libertad de amar. Suele acompañarlo generalmente como colofón la muerte trágica. Veamos algunos casos.
Châteaubriand, tuvo unos cuantos amores a lo largo de su vida. Precisamente por su condición aristocrática, fueron damas de alta alcurnia o de la nueva nobleza como Nathalie de Laborde, Delphine de Cusine y Pauline de Montmorin , esta última precisamente, murió lánguidamente en sus brazos, episodio que le consternó profundamente. En su vejez, su amante fue una de las mujeres más enigmática de su tiempo, Juliette Récamier.
Schubert, como buen romántico, buscó durante toda su vida el amor, pero fue desdichado en él, sobretodo por la tragedia de su muerte precoz. En un breve párrafo de su diario señalará una importante reflexión experiencial:
Dichoso el que encuentra un amigo sincero, y más aún el que encuentra una verdadera amiga en su mujer. En estos tiempos, el matrimonio es para el hombre libre una desconcertante reflexión; no le suscita más que melancolía o brutal sensualidad .
No se puede hablar del amor romántico pasional sin referirse a Byron, fiel representante de la figura del poeta activista. Byron es un claro ejemplo del espíritu libre que se coloca por encima de toda ley y sociedad a través de su actividad poética. Poeta de la libertad del hombre y de los pueblos, su pluma reflejará su inconformismo hacia los convencionalismos y su vinculación a los ideales más fundamentales del hombre, entre ellos, con mayúscula, el amor.
Pero un amor sin barreras, victorioso, desatado y rebelde, cómo el que a pesar del peso de la tradición y el puritanismo le impulsa a amar pasionalmente a su hermanastra Augusta, hasta que el linchamiento y la constante crítica le empujan a marchar de Inglaterra para refugiarse en la latina Italia , en donde desatará sus pasiones amorosas relacionándose no exento de escándalos sociales con muchas jóvenes como María Segati y Margarita Cogni, también conocida como La Fornarina.
En España , Byron, la pasión amorosa por excelencia la desarrollará en Sevilla , desde donde escribirá a su amada madre para compartir con ella sus experiencias:
...Me alojé en casa de dos mujeres solteras. La mayor con un gran empaque y la menor muy bonita, pero sin tan buena figura como la de doña Josefa. La libertad de costumbres, muy común en Andalucía, me ha asombrado. También he podido observar que la reserva no es una característica de las mujeres españolas, quienes por lo general son muy guapas, con grandes ojos negros y bien formadas. La mayor de ellas ha honrado a vuestro hijo con particular atención besándole tiernamente al despedirle. También me cortó un bucle y a cambio me entregó una de sus trenzas que tiene unos tres pies de largo y que yo os envío para que la guardéis hasta mi regreso .
En su poema Childe Harold, quedará escrito para la posteridad su elogio a la mujer española:
Están formadas para las atrayentes hechicerías de las artes de amar. Son extremas en firmeza y en blandura... El sello del amor está impreso en sus rostros...En sus labios, los besos ansían dejar su nido en honor del hombre que tal galardón merezca. ¡ Cuán tierna es su bella mirada !.¡ Hijas de España, de negros ojos, dignas de figurar entre las angélicas hermosuras del cielo del profeta...! ellas encierran tras su sonrisa los peligros de la Gorgona, saben acudir a las cerradas filas y contribuir a la terrible carrera de la gloria .
Talante en el amor bien diferente al de byron el de Federico Chopin, marcado por una cierta blandura, sentimentalismo e incluso afeminamiento. Enfermo de tisis, enfermedad romántica, compartió el sufrimiento de la enfermedad con el del amor sexual desenfrenado y caprichoso exigido por la noble George Sand y que acabaría en una inevitable ruptura por el desequilibrio de intenciones. Precisamente, para esta:
El amor es sinónimo de vida, algo legítimo y sagrado, un derecho superior del ser humano por encima de cualquier tradición o ley civil, casi un culto divino para el que todo está permitido y consentido .
Un amor por tanto trascendente y experimental que hundió a Chopin en la languidez.
Un amor que en la mayoría de las ocasiones por ley romántica de contrastes se convierte en el desamor. Pues es difícil encontrar ejemplos románticos en los que el amor se muestre en plenitud y buen estado de salud; más bien, la tendencia emocionalista sea la de convertir en objeto estético y de reflexión el dolor del amor no correspondido o el de la trágica pérdida en su plenitud. Algo que se puede ejemplificar pictóricamente con la obra Desilusión amorosa (1825) (Ilustración nº 38) de Francis Danby en el que nos muestra un rincón secreto del río Frome cerca de Bristol el cual ofrece refugio al desconsuelo de una solitaria joven que llora su desilusión amorosa. Significativamente una metáfora: las hojas mustias de las plantas en el primer plano comparten el estado emocional que se respira.
Nomadismos y búsquedas frente a un mundo deshumanizado por el racionalismo totalitario y la sociedad industrial y mercantilista (técnica y dinero). La revolución romántica como estamos viendo, desde su búsqueda interior y desde el hecho de convertir las introafecciones, sentimientos en objeto de conocimiento, representó una significativa rebelión contra el poder.
La huida de estos baldíos territorios, hemos explicado que el romántico lo materializa alienándose y enajenándose desapareciendo en diversas opciones, como cuando crea mundos fantásticos y oníricos o se encierra trágicamente en egotismos degeneradores o simplemente como en el caso de Byron, el cual como muchos otros sale del contexto odiado a través del viaje. Otra manera enajenante sería la de situarse intelectualmente en otras épocas hacia las que por su idiosincrasia nuestro personaje siente una profunda empatía. Épocas idealizadas, en las que elimina todo aquello dudoso a sus intereses para quedarse con lo idílico .
No hay comentarios:
Publicar un comentario