La tauromaquia es Arte.
El término tauromaquia procede etimológicamente del griego y en esa raíz hace referencia a la lucha que se establece entre el toro y el hombre, bueno, tal vez habría que plantearlo al revés, la lucha entre el hombre y el toro, pues es este, el hombre, el que subordina al toro en su ataque hacia él ya que el animal lo que hace es actuar en una simple defensa, lógica causa-efecto. Las corridas de toros han despertado vivas polémicas desde sus mismos comienzos entre partidarios y detractores y hoy en día es reconocida como una actividad artística, un arte, y sino que pregunten en el Ministerio de Cultura a la Sra. Ministra Sinde. Incluso sus sujetos, los toreros, en su nomenclatura más elegante, pues “matador” entra en la insolencia, al menos desde la sensibilidad de nuestro estatus cómo ciudadanos que somos de países avanzados y civilizados, ejemplo de igualdades y políticas sociales envidia de medio mundo, pues bien, estos señores, incluso se autocategorizan como “maestros”. Claro, que desde la ignorancia que abunda en esta paradójica nación que hasta tiene forma de piel de toro, no se tiene ni idea de lo que es un maestro. Tal vez, algunos contextos espirituales e incluso culturales de la milenaria Asia, pondrían en evidencia cuan gran barbaridad están preconizando estos señores, puesto que allí maestro no es más que quien encarna la sabiduría y el método o métodos para enseñar a cuantos discípulos lo deseen a liberarse del sufrimiento y liberar a otros del sufrimiento, véase por ejemplo ello en el contexto del bodisatva en el budismo mahayana. También a Jesús se dirigían respetuosamente sus discípulos llamándole “maestro”, alguien que enseñaba valores y normas profundamente humanas y pacifistas y por lo tanto alejadas de tan vil y atroz sufrimiento (el que ocasionan estos “maestros”). Yo he tenido algunos maestros en mis variopintas andaduras, recuerdo concretamente a uno, un anciano lama tibetano el lama Chodrak, al cual daba gusto ver y oír, pues todo él era ejemplo de humanidad...este hombre si que era un verdadero maestro. También es cierto que en esta vida cualquier situación que te enseñe a mejorar es una buena enseñanza, en ese caso, tal vez aquí se encontraría la única excepción como para poder denominar a estos matadores de animales en espectáculo, como maestros, considerando que a mí me enseñan con sus actos como no se debe ser, y ello es enseñanza, y si ello es enseñanza, aquí me callo y sí, efectivamente, habrá que darles la razón y llamarles “maestros”. Aquí, en occidente, el término maestro tiene su raíz etimológica en el latín (del lat. magister, -tri), y hace referencia en sentido general, a una persona a la que se le reconoce una habilidad extraordinaria en una determinada área del saber, con capacidad de enseñar y compartir sus conocimientos con otras personas denominadas discípulos. “Habilidad extraordinaria en el área del saber”,...ello me hace pensar en Sócrates, Averroes, Galileo, Séneca, Leonardo, Kant, Hegel, Heidegger, Simone de Beauvoir, Borges, Nerval, Leopardi, Chopin, Tagore, Gandhi, Vicente Ferrer y tantos otros que en nada son comparables obviamente con el extravagante Jesulín de Ubrique o el prepotente y chulesco (por las goyescas, claro), Fran Rivera (dudo si se escribe con v o con b, fíjense lo que me preocupa el personaje).
Ahora resulta que además son artistas pues ejercen su actividad, profesión, trapicheo laboral, en los márgenes del Arte. En ello estoy totalmente de acuerdo y no voy a discrepar. Aquí si que voy a estar categórico, mira por donde, en que estos señores son artistas y lo que hacen es arte. No lo voy a dudar ni un segundo y aquí si que les voy a ver en la misma clasificación que a Sorolla, Chillida, Granados, Irving, Machado o Benedetti, claro que sí. Y no es por la estratégica y tan perseguida entrada, por ser creadores de arte, en el ministerio de Cultura, el de la señora Sinde, que bien pudiera seguir dedicándose al cine para ver si con más horas de dedicación pudiera dignificar y mejorar un tanto su mediocre filmografía. No, tampoco lo voy a hacer analizando lo que hacen en el ruedo, que no es más que una ficticia imposición del prepotente y racional ser humano frente a la bestia (un pobre herbívoro, tontorrón y noblote al que han sacado “bravura” a base de acosos, lanzazos, revolcones, derribos y humillaciones en las dehesas de esta “queridísima España”, cañí sin la menor duda). Lo que ocurre en el ruedo, es una coreografía tan patética y deleznable, mezcla de socarronería y testosterona machista, paseítos marcando paquete en un fumadero improvisado de deslenguadas conversaciones y hambre de sangre, horror y sufrimiento. Me voy a referir a una cuestión de contenido, y es que este Arte, el de la Tauromaquia, lo es, por el lamentable y contemporáneo vacío relativo a la falta de definición de precisamente lo que es Arte.
La fractura novedosa en la iconicidad artística que supuso la aparición de la fotografía, llevaría a una gran parte de creadores a comenzar a preocuparse a partir del siglo XIX por otros valores mucho más próximos al sentir que a la representación. Así, desde la preocupación impresionista por la luz y sus cambios, la evasión egótica de los post-impresionistas, las experimentaciones valientes e innovadoras de las vanguardias artísticas, el arte( me estoy refiriendo a contextos de las bellas artes pues son aquellos en los que más conocimiento tengo, aunque ocurriría exactamente lo mismo en otras manifestaciones como la música, la literatura, el cine, las artes escénicas etc), ha sido una vorágine de posibilidades variopintas encaminada cada vez más, sobretodo tras las aportaciones, interesantes, pero profundamente deshumanizadoras, “cosificadoras” del hombre por parte de Marcel Duchamp, a la imposibilidad de poder contar con una convincente definición. He aquí que aparecen postulados como consecuencia relativos a “ la muerte del arte” o lo que es lo mismo, al categorizar y dar validez respecto a que , cualquier cosa, puede ser arte. Por tanto, en este vacío de intención malignizante, subyugadora del ser humano como ente dependiente que no ente pensante, no me cabe la menor duda de que: LA TAUROMAQUIA ES ARTE.
Sí, cualquier mierda, es arte, disculpen la expresión, claro que la tauromaquia es arte y estos “carniceros del paseíllo y el testículo casi herniado” son por supuesto artistas. Si dejar morir a un perro por inanición, es arte contemporáneo, los toreros son también artistas contemporáneos, si enlatar excrementos de artista y comercializarlos es arte contemporáneo, el pasearse con un rabo y unas orejas recién cortadas por un ruedo ovacionador, también es arte contemporáneo. Por lo tanto, es cierto, que el toreo es arte contemporáneo. También el tanquista que reventó la femoral a José Couso es un gran artista, fijaros todo lo que ha movido tras su acción. También la caída de las torres gemelas pudieran entenderse como espectáculo, arte en vivo, performance, miles de personas ardiendo, derritiéndose en queroseno inflamado, pudiera ser objeto estético por parte de cualquier mamarrachada conceptual (hay algunas cosas interesantes en el arte de concepto, pero la mayoría son insustanciales). También debería haber un pudor en la muerte de un ser indefenso como un toro, y digo indefenso, no por sus naturales defensas (diseñadas por la madre naturaleza para sus rituales de cortejo en muestra de fuerza con otros aspirantes por montar a la vaca), me refiero indefenso porque arrancado de la tierra, es lanzado a un cruel cadalso de pandereta en donde lo peor que le ocurre no es la pérdida de la vida en un sufrimiento indescriptible, sino que lo peor es la pérdida de su dignidad. La tauromaquia, insisto, en este degenerado momento artístico: es Arte.
Aquí es donde yo reflexiono en cuanto a que si artista hoy en día es cualquier mamarracho con su mamarrachada, o cualquier maestro de muleta y montera (asesino de rumiantes por el vil engaño), pues bien, yo he dejado de ser artista. Tal vez, al respecto, hubiera que reinventar la terminología y encuadrarnos aquellos que entendemos el arte como una excepcional oportunidad de defensa del humanismo, la paz, la concordia, la igualdad y la no-violencia, bajo otra terminología, a mí me sigue gustando el término de “moral abierta” de Bergson y algo bello al respecto podría ser empezar a transformar tanta mediocridad que campa libremente por los amplios senderos del arte actual hacia meramente valores de moralidad atemporal y universal. Tal vez el auténtico artista es el que “crea”, concepto vinculado a creación y por tanto contrario a destrucción.
Rafael Romero.
Creador Plástico.
Doctor en Bellas Artes. Profesor de la Universidad de Barcelona.