EL ARTISTA Y EL COMBATE.
A mis alumnos descorazonados y desmotivados de la Facultad de Bellas y a cuantos artistas y creadores pudiera, humildemente, interesar.
El auténtico artista, aquel cuya motivación vital es profundamente humanista y pone todas sus habilidades, intelectuales, físicas y espirituales, al servicio del hombre, sufre actualmente no sólo un descrédito por parte de la sociedad, sino también una persecución, que debería procurar como justa respuesta, una invitación al combate por su parte.
No se trata del artista mediático, de “moral cerrada”, aquel cuyas mieles son puestas únicamente al servicio de su ego, reconocimiento, fama y cuenta corriente. No, no se trata de este tipo de mercenarios, que juegan al juego dirigido por este desorbitado neoliberalismo. No se trata de este artista de la extravagancia y bragueta fácil, de la mamarrachada carencial, del paseíllo por las nocturnidades de la “madre coca”, caniches de sus señores y señoras. Estos, gozan del beneplácito pues son serviles y poco problemáticos y se han “cosificado” desde su obsesión por el “tener” frente al “ser”.
Este artista del descrédito y la persecución, en cualquiera de los amplios márgenes del arte, es el artista todavía fiel a sus ecos existenciales, profundamente altruista, ha decidido dedicar, incluso sacrificar su vida en pro de aportar con su trabajo y esfuerzo un granito de arena en la mejora del hombre y el mundo.
Paradójicamente y lamentablemente, este, por ser entidad pensante y sintiente, pasa a ser inmediatamente categorizado como “mosca cojonera” por la vileza de aquellos de dudosas intenciones que mueven los hilos de la sociedad y que se sienten amenazados por estos perfiles, “superiores” en todos los sentidos a ellos. Debería ser lo contrario, en estas degeneradas sociedades, las que están convirtiendo al ser en una simple “cosa”, creo que lo son todas, este, el artista-pensador, debería ser considerado objeto de consulta, ente indispensable en la fuerza motriz que debería arrancar al mundo de la mediocridad en la que está anclado. Y todo ello por una sencilla razón, puesto que este artista de la autenticidad, aún conserva algo, nectáreo, alquímico, resolutivo, tesoro a cuidar y preservar, como son sus sentimientos. Sí, los sentimientos, emotividades, intro-afecciones o como se quieran llamar, son hoy por hoy el único antídoto a esa conversión veloz de hombre en cosa. Y es que el artista es poseedor, por sus silencios y reflexiones, ontología pura y dura, del sentir que vincula a la vida, a la existencia, en condiciones éticas y morales de construcción y beneficio para todos. Pero el estrecho vínculo que une sentimiento con pensamiento genera miedo al poder y este dota al artista cada vez más, desde la suculencia del vil metal a ponerse al servicio del mismo desde actitudes cada vez más alejadas del sentimiento y el pensamiento, he aquí el ejemplo del arte de concepto, deshumanizador en la mayoría de los casos. Deshumanización que dota al ser de un estatus vital únicamente como consumidor y como contribuyente (pagador de impuestos).
Pero es que esta circunstancia, no solo es vivida en las carnes del artista, llamémoslo “emotivo pensador”, humano o humanizador ,en los contextos específicos del arte, sino que lo más grave, es que en su día a día, en la sociedad, a pie de calle, entre sus vecinos, conciudadanos, entre la masa, a veces con toda la razón “populacho”, también debe ejercer una lamentable pero necesaria minimización, un hacerse anónimo, un desaparecer dentro de sí mismo. Esto ocurre, porque en estos países de pandereta, cómo en el que vivimos, país de lumpen y jerigonza, de fraude, corrupción, del sálvese quien pueda, de prevaricación, fraude fiscal, inmobiliario, de justicias partidista, de políticas sociales de postín de mal llamados políticos que poco tienen de socialistas y otros menos tienen de populares, o de ecologistas. Pues bien en este tipo de países como en el que vivimos, aquel que manifiesta, aunque sea a través del arte, sus emotividades, es fagocitado, devorado, anulado, mancillado. Veamos sino como ejemplo muy significativo, en la base, creo yo, fundamental de una correcta sociedad, como lo es la educación, cómo, a aquel que demuestra abiertamente y sin tapujos, desde la naturalidad y bondad roussoniana sus emotividades, rápidamente cual apestado, se le suele reconducir, reeducar en los valores predeterminados que le son diseñados , normas del juego, poca o nula autonomía de pensamiento y mucha subordinación de la transparencia de corazón y sentir a categorías semánticas y conceptuales sinónimos de debilidad y fracaso. Gran error, pues la emotividad pudiera haber resultado (ahora creo que ya es tarde y utópico) el auténtico eje salvador del mundo.
Así me encuentro cada día más actitudes de hastío entre mis compañeros de armas, en los cuales desde ese pressing emocional, persecución, ser mirados como bichos raros, incomprendidos, objeto de burla por ser capaces de mostrar sin tapujos sus manantiales anímicos más puros, se encaminan a un cambio en dos dimensiones contraproducentes para sí y para el mundo. Una, la de seguir ejerciendo el arte desde una postura seguramente menos traumática y dolorosa en un principio, pero a la larga deshumanizante y servil, segura y nuevamente cosificadora, postura basada en la ocultación por pudor, vergüenza, trauma, etc. de sus sentimientos más puros, los que parecen molestar al impío. Otra, la de dejar atrás el ejercicio de la creatividad y el arte, puesto que este no ha supuesto para él, por encontrarse en un contexto y en unos tiempos nada propicios para lírica y la poésis una auténtica y traumática carga.
Yo últimamente me he encontrado muy a gusto en los márgenes intelectuales de la misantropía, tal vez es una fenomenología de causa-efecto. Lo cierto es que esa reprobación del hombre contemporáneo, no tiene aunque pudiera parecerlo tantas connotaciones negativas, más bien lo contrario, creo que es necesario ejercer un combate ante todo aquello que suponga un ataque a la potencial grandeza humana, y en ese sentido esta misantropía se basa en intentar mostrar al hombre cómo no se debe ser, claro desde valores éticos, morales y espirituales, de paz, construcción, igualdad, etc. Es por ello que animo últimamente mucho, sobretodo a mis alumnos, que vienen buscando en mí consuelo ante la feroz hostilidad del mundo hacia sus cándidas, aún tiernas e idealistas ánimas creativas y artísticas, pues bien, les animo e invito, así como invito a cualquier persona que se encuentre en esta circunstancia, a no abandonarse jamás. A combatir sin olvidar que actitudes como las románticas aún hacen más mal a nuestra cruzada. Son tiempos de activismos de combate artístico, y ello se puede hacer con una gran convicción fundamentada en el sentirse poseedores de una verdad, los sentimientos puros, las emociones, el altruismo por compartir. No hay que asomarse al abismo en melancólicas posturas, son tiempos para poner a cada uno en su sitio, para aprender a decir NO, para no dar cuerda ni juego a todas esas hordas de bárbaros devoradores de corazones, más bien hay que cortarles radicalmente la cabeza (en un sentido metafórico, se entiende). El artista actual de moral abierta debe ser fuerte, defender a capa y espada sus sentimientos, enfrentarse al mal, a las sombras y morir luchando en el intento de dignificar a través del arte y la creatividad lo poco que nos queda de humanos.
Sólo así, ojalá, podremos, unidos, mostrar al mundo aquello que siendo o no artistas podemos utilizar para recuperar el tiempo perdido. Las dimensiones internas del ser, aquellas que en definitiva nos impulsan a alcanzar desde el amor en su más amplia dimensión, la soñada felicidad.
Rafael Romero.