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martes, 23 de noviembre de 2010

Creatividad en la racionalidad ilustrada

Nomadismo y Racionalidad: la aventura ilustrada.


La creatividad en el ser humano, como hemos visto, está llena de estrategias de búsqueda en una comunión intensa con la recóndita y difícilmente practicable interioridad proyectando sus resultados en forma de objeto categórico y abstracto a la vez como lo es la obra de arte. En ocasiones, el artista se disciplina refugiándose en un ideal para él resolutivo como por ejemplo y como veremos a continuación cuando opina y defiende la razón como vía de conocimiento.

El profundo sentimiento del hombre que se refugia en esta racionalidad dieciochesca e ilustrada, procede del hastío hacia su sociedad, una oscura sociedad de intereses que beneficia solo a unos cuantos desde su status estamental e ideológico, y con la que hay que romper con fe y esperanza en el hombre.

Una razón que le lleva a un nomadismo, un proyecto de trayecto como siempre hacia ínsulas reconfortantes, a través de la experimentación en el método, a través de la compilación, la observación, la confianza en la lógica, en la transformación social y en la madre naturaleza. Un nomadismo revolucionario matriz de la modernidad en la cual nuestro protagonista, el artista, viajará en el tiempo y en el espacio para recuperar aquel bello ideal de perfección y grandeza a la vez, un clasicismo que enseñó al hombre a ser paciente observador de las normas naturales y a ser practicante de una medida justa de sumisión ante el orden de la realidad.

Sin la menor duda, podemos referirnos a esta época del devenir humano, como una etapa en su evolución destacable en cuanto a que entre otros muchos valores es el periodo en el que se asienta de una manera formal y definitiva la dimensión humana desde la razón. No obstante, no podemos menospreciar y dejar de referirnos a ciertos prolegómenos importantes, los cuales se refieren ya previamente a este hombre lógico y universal. Por excelencia debemos citar la civilización griega del logos, a pesar de la distancia en el tiempo, pero excelentemente conservada aunque silenciada y oculta por el poder monástico medieval que ejercerá de puente hacia la recuperación de sus valores en la época ilustrada.

Por otro lado, observable muchos siglos después del periodo griego, modestamente en una novedosa y creciente clase social, la hacendada burguesía de la baja edad media, la cual desde su acaudalado status y desde una distancia beneplácita y comprada al clero, la nobleza y la monarquía, relativiza absolutas visiones dogmáticas de la existencia y la trascendencia del hombre para aún tímidamente intentar acercar a éste hacia sí mismo. Proceso que se consolidará firmemente en el Renacimiento de las ciudades-estado y el antropocentrismo del siglo XV. Experiencias malogradas por otro lado por los absolutismos posteriores y el recelo hacia el hombre lógico hasta precisamente este nuevo despertar de la razón en el siglo XVIII al cual vamos a referirnos.

Estamos presentando sin demoras el valor de la razón humana como un potencial, que no único, vehículo hacia el conocimiento. Pero, ¿por qué se manifiesta esta razón de una manera tan efusiva y categórica en el comienzo del siglo XVIII? ¿Será una necesidad imperiosa de salir de lo hasta ahora conocido desde la imposición política y el dogma religioso? ¿Será una manera de huir de lo establecido por el hastío ante sus bases ineficaces e injustas, que avalan a unos pocos y someten a muchos? Más aún, ¿será una manera de destruir, transformar, transgredir aquello que esclaviza al hombre atándolo aún más a su ignorancia?
Ciertamente lo que es por encima de todo es una voluntad vital. Los dos siglos precedentes sólo habían servido para estatizar aún más al hombre, recordándole nuevamente el oscurantismo medieval en el que se sumió Europa por un milenio . La osadía de la lógica en los filósofos de la naturaleza y en los filósofos humanistas en la idealizada Grecia, destruida por la prepotencia militar romana, encerrada bajo llave en el medioevo y recuperada por el humanismo y el antropocentrismo renacentista muchos siglos después, vuelve a quedar segregada y fuera de juego. Evidentemente porque la visión humana del hombre, la naturaleza y los fenómenos, no es empresa rentable para las férreas instituciones de poder absolutistas y para la institución de la fe, modeladora de un hombre a la altura de sus intereses.
Pero el hombre es un firme luchador desde los estados de hastío y es bien conocida su actitud de cambio ante aquello que le involuciona, aquello que le aleja de la felicidad y el bienestar. Por tanto un puñado de hombres de pensamiento, ciencias y letras enarbolaron una nueva bandera, revulsiva y categórica, la bandera de la razón. Su empresa común era la voluntad vital y dignificadora de devolver al hombre su esperanza perdida por los excesos y despropósitos. Así debería a partir de ahora alimentar con ímpetu su llama interna, dar luz a su vida. ¿Y cómo?, pues a través de la imperiosa razón, la única vía por el momento capaz de redimensionar su ser . ¿Pero de donde surge esta iniciativa?, evidentemente como todas las iniciativas que le mueven, surge de su “yo”, de su entidad interior, la sensible, pero aún más la pensante, un pensamiento y una acción que proyectaran sus más recónditas voluntades endopática.
La racionalidad del siglo XVIII supuso un sustancial cambio, necesario y en definitiva reconfortante. Como reconfortante es encontrar la luz en la oscuridad, como reconfortante es separarse de la ignorancia y beber de las aguas nectáreas del conocimiento, como reconfortante es dejar de depender de lo limitado y pobre para yacer en la inconmensurable dimensión de la autosuficiencia en la libertad de la razón.
El Siglo de las Luces como también se vino a llamar a este siglo, supuso un cambio importante en el ser humano que aquí intentamos definir, observemos su evolución y por lo tanto hagámoslo en función de nuestros intereses objeto de conocimiento en este estudio.
No perdamos de vista el concepto prenotado de Pensamiento Nómada, precisamente, este hombre, casi diríamos revolucionario por los profundos cambios que va a plantear, es un ser convulsionado y por lo tanto potencial de cambio. Además, es rico en valores, que le sirven de combustible y por ello se impulsa con fuerza en llevar a cabo sus objetivos en este camino de superación , camino de búsqueda, o como se le quiera llamar, nuevamente nomadéo en cuanto a que decide construir un nuevo hábitat, desde el cuestionamiento del propio, un hábitat nuevo que sea ya y para siempre construcción del hombre y para el hombre, hábitat que fundamentalmente debe ser novedoso en cuanto a que debe elevar la razón a principio rector de las relaciones entre los hombres y entre los hombres y la naturaleza, pero aun más, con un sentido profundamente altruista ya habitual en el pensamiento nómada, puesto que se dirige a la generalidad del pueblo, siguiendo la premisa de que la felicidad de los pueblos puede conseguirse en este caso mediante el saber y la instrucción generalizada.

En definitiva la búsqueda de la Felicidad, como señala Levesque de Pouilly (1747):

De todas las artes, la más importante es la de ser feliz. El hombre tiene derecho a la felicidad, y puede alcanzarla siguiendo la naturaleza y practicando la benevolencia y la bienfaisance: hacer el bien .

En Elementos de fisiología (1778), Diderot resumirá en un parágrafo esta voluntad vital del ilustrado y sus pensamientos:

Tan solo hay una virtud: la justicia; un deber: hacerse feliz; un corolario: no sobrestimar la vida y no temer la muerte.

El objeto de conocimiento del hombre ilustrado no tiene límites y por tanto es universal, no obstante cabe decir que la unidad mínima de la que parte es su propio ser . Y ¿Cual es la unidad mínima de su ser en cuanto a motor impulsor de sus acciones?...

“Sapere Aude", según Kant:

Ten el valor de usar tu propio entendimiento .

Así, tratando de ofrecer fundamentalmente al pueblo cultura y bienestar:

Se habrá dado ya un gran paso cuando la vida sea menos dura y miserable, cuando el obrero de las ciudades y el jornalero de los campos, mejor tratados por sus patronos, adquieran conciencia de su dignidad humana...Gracias a la cultura y al estudio, el nuevo hombre se lanzará fuera de las disciplinas estrechas y anticuadas, y conocerá sus fuerzas y obligaciones...

La eclosión endopática del Ilustrado, se proyecta en una firme voluntad, la luz de la razón debe proyectarse por el universo frente a la oscuridad que lo asola todo, representada por los valores inamovibles imperantes, marcados por el poder monárquico y todo lo que lo envuelve, pero por encima de todo de un valor obsoleto, el eclesiástico y teológico (oscuridad y decrepitud).

El hombre ilustrado es ya un pensador nómada movido por un interno convulsionado por el deseo de cambio y mejora, decidido y valiente, su campo de acción será el conocimiento racional capaz de abarcarlo todo e impregnarlo todo, la ciencia, la educación, el arte, la literatura, la música...

La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro.

Sus bases de acción le impulsan a ser empírico y crítico , deseoso de conocimiento , utópico . Progresista, como que el progreso es vía de felicidad y reformista, pues en el cambio está el futuro .

Una excelente metáfora de lo que acontece con respecto a esa necesidad de cambio nos la ofrece Diderot:

Extraviado en un inmenso bosque durante la noche, sólo tenía una lamparita para guiarme. Aparece un desconocido que me dice: amigo mío, apaga la vela para encontrar mejor el camino. Ese desconocido es un teólogo.

El pensador, nos está presentando en esta excelente y escueta enseñanza el estado de la cuestión, el deseo de salir de un lar inhóspito y oscuro, en el cual se empeñan los poderes teológicos en que quedemos perdidos, pues es cierto que uno de los choques más radicales que establecen los ilustrados lo dirigen hacia la tradición eclesiástica , uno de los casos más conocido es la política antijesuítica de Pombal .

René Descartes como un claro prolegómeno de lo que serían algunas de las bases de la ilustración, dividió las cosas de este mundo en dos categorías: res extensa y res cogitans. La primera, afirmaba, era dominio de la ciencia, la segunda, dominio de la teología. El objeto de esta división era deslindar una esfera de influencia para la ciencia, liberándola del control de la filosofía, algo que anuncia la intencionalidad de cambio con respecto a la acotación del problema en sí; una relevante pérdida de confianza en las explicaciones teológicas, estériles y obsoletas ante la brillantez de la razón humana. La nueva filosofía de la naturaleza desarrollada por Descartes planteaba, con el objetivo de conocer el funcionamiento de la naturaleza, aislar las características de la materia en movimiento para medirlas y ponerlas en correlación por las leyes matemáticas con el sano fin de obtener conclusiones concretas, lejanas ya y distantes a explicaciones irrelevantes basadas únicamente en la fe y el inmovilismo.

En palabras de Morris Kline:

La historia de la ciencia moderna es la historia de la eliminación gradual de dioses y demonios y la reducción de las nociones vagas acerca de la luz, el sonido, la fuerza, los procesos químicos y otros conceptos a números y relaciones cuantitativas.

Y aquí precisamente estamos en los orígenes de la ciencia moderna y en puertas de acontecimientos que progresivamente irán engrosando el amplio listado de los logros científicos.

Esta progresiva cientificación, fue cada vez más una imperiosa necesidad que partía desenfrenadamente de las raíces más internas del hombre. Sus recónditas voluntades se dirigieron a una esperanzadora virtud, la razón. El momento histórico no tiene desperdicio en cuanto a la proliferación de trabajos e investigaciones pasionales. Pasión por resolver el problema del mundo.

En este contexto de proliferación racionalista, se concretaron valiosísimos logros para la humanidad: Bayle publicó sus Pensamientos sobre el cometa, muy significativos porque anunciaron una estable metodología de estudio de la naturaleza que se convirtió en argumento de autoridad para las humanidades, algo que trascendió hasta el presente. Newton dio a conocer sus postulados y Francis Bacon publicó el método de razonamiento inductivo, método que abrió el camino de la ciencia experimental y que sirvió para que muchos científicos elaboraran sus experiencias como entre otros, Gilbert sobre el magnetismo, Galileo sobre la constitución del sistema solar, Harvey sobre la circulación sanguínea, Morgagni sobre la mentalidad patológica, Jenner sobre la concepción preventiva medicinal y su descubrimiento de la vacuna contra la viruela y Johann Peter Frank sobre la salud pública.

Además, Leibnitz y Newtom establecieron numerosos progresos matemáticos como los cálculos diferenciales, integrales e infinitesimales. Lavoisier inauguró la química moderna con sus trabajos sobre la composición del aire y del agua. Buffon, estableció las bases de la antropología y la Geología y el sueco Linneo racionalizó la clasificación de especies zoológicas y botánicas.

Fahrenheit, Reaumur y Celsius inventaron medidores de temperatura, Gay- Lussac, Mariotte y Boyle, descubrieron los principios de estática y dinámica de los gases. El norteamericano Franklin inventó el pararrayos y Galvani las corrientes eléctricas que Volta estudió posteriormente para el desarrollo de sus acumuladores de energía (pilas y baterías). En el campo de las aplicaciones, Watt, siguiendo las experimentaciones de Papin, construyó la primera máquina de vapor en 1765, y los Montgolfier se elevaron por primera vez en un globo en 1783. El perfeccionamiento de la óptica, llevó al desarrollo de telescopios, lo que permitió a Herschell descubrir Urano, los anillos de Saturno y además desarrollar la doctrina de las nebulosas. Laplace emitió gracias a ello su teoría sobre la formación del sistema solar.

Con Voltaire, se impuso la visión cultural de los hechos históricos, con Winkelmann y con Lessing, nació la Historia del Arte y Herder aplicó la concepción idealista prusiana a su Filosofía de la Historia. En el campo de las ciencias económicas, Quesnay inició la fisiocracia aplicando a la economía los principios de la libertad que condujeron al librecambismo, formulado en 1774 por Adam Smith. A todo ello, entre otros muchos otros hitos debemos mencionar la creación de las bases de la ética moderna de Kant, de la antropología por La Mentiré y Diedro, de la filosofía política por Montesquieu y de las teorías sobre el entendimiento humano por parte de Locke.

Una pequeña representación de logros desde la voluntad de superación y cambio. Sigue subyaciendo el dinamismo pasional en esta aventura, pues sin el interés nómada de cambiar el mundo procedente de su interno y sus sentimientos, la ilustración no hubiera aparecido.

Así, este individuo ilustrado y prolifero, un sabio, pues su naturaleza y praxis es el conocimiento, devino trasgresor pues luchó contra un entorno hostil y enfermizo a reconstruir, quizás a construir, pues el estado en el que se encontraba el ser humano implicó la creación e imposición de un nuevo orden arquitectónico. Cómo señala Rábade Romeo:

Acogiéndonos a Aristóteles y a Kant, afirmamos, primero, con el Estagira que al sabio le corresponde imponer un orden y no dejar que se lo impongan. Y en segundo lugar, aceptamos con Kant el carácter arquitectónico de la razón, precisamente porque sólo ella, en su empeño sistemático y por lo tanto totalizador, puede superar la rapsodia siempre insatisfactoria de unos conocimientos inconexos .

Nomadismo, pues escapa de lo conocido para plantear un nuevo orden y establecerlo. Nuevo orden, cabe decir, enfrentado sobretodo a un momento teológico excesivo, el cual contrasta también con momentos teológicos moderados, como ciertos intentos teleológicos en el seno de la iglesia defensores de la razón, como cuando en la escolástica se defienden las teorías aristotélicas que presentan a Dios como:

Motor inmóvil que mueve como amado.

Teorías que dotaban a la racionalidad desde la metafísica creacionista cristiana de una dimensión trascendente en aceptación prudente del legado griego el logos. Una razón santificada e iluminada por la luz increada de Dios (creación, participación, ejemplarismo, providencia...). Pero estas actitudes moderadas no dejan de ser anecdóticas e intrascendentes; más bien, lo habitual se encuentra en extremos dogmáticos férreos a los que hay que unir el poder de la curia y la riqueza del clero. Dinero y poder.

Emmanuel Kant, define la Ilustración como:

La emancipación de la conciencia humana del estado de la ignorancia y error por medio del conocimiento .

Y toda emancipación supone un alejamiento y una traslación nómada, y toda emancipación proviene de un sentimiento enfrentado a lo que es cuestionado. Además, señala Kant, Ignorancia y error, conceptos que evidencian precisamente a lo que se enfrenta este pasional nomadismo que ha de llevarle a la felicidad. Pero ¿en que se basa esta trasgresión que ha de llevarle a tan elevado fin?, pues en una serie de pautas, precisamente mecanismo del conocimiento. Primero necesita Entender, pues es este uno de los motores generatrices del ratio concretamente su axis mundi. El entendimiento de todo fenómeno perteneciente a la realidad, pero este, solamente es un parámetro limitado si se reduce en sí mismo, la obsesión continua en el momento en que a partir de entender, procede a ordenar, sin duda para llegar a dominar y en consecuencia manipular y poseer. Una trasgresión limpia, ordenada y eficiente.

Quizás el momento de la posesión desde la categoría del dominio sea el matiz más constante en su idiosincrasia hacia o por el saber, ello queda demostrado por ejemplo en su manipulación de la naturaleza. Este devenir pautado en cuanto se solidifica en una concreción, consigue vencer la dispersión y pluralidad del saber deviniendo razón cognoscitiva, es decir estructuradora, organizadora y sistematizadora del conocimiento. Conocimiento que una vez definido, debe ser corporativizado, pues en la Ilustración existe además una voluntad corporativista, de unión en los mismos objetivos a una causa común en la que sus artífices, a pesar de la vasta diversidad geográfica, como señala Peter Gay:

Se conocían, se admiraban y se leían unos a los otros .

Incluso, merece destacar la idea de las reuniones o encuentros que acogían a personas con afinidades culturales, sociedades que en ocasiones fueron antesala de partidos políticos, academias de literatura, artes y ciencia y logias , con el firme y común propósito de preservar el conocimiento a la vez que difundirlo urgentemente, pues este era considerado luz que iluminaba la oscura ignorancia.

Un claro ejemplo de esta voluntad de intercambio enriquecedor de conocimiento lo encontramos en la búsqueda irrefrenable de esa ilustrada verdad llamada felicidad, sin escatimar medios ni esfuerzos que pone en práctica Voltaire el cual establece una vasta correspondencia con otros ilustrados:

Franceses, ingleses, prusianos, polacos, italianos, un valenciano como Maians, o un español que huye de la inquisición como Olavide, algun ruso, papas y obispos, etc. Todo el mosaico europeo está representado en las 20.054 cartas conservadas del viejo patriarca, editadas ahora en cien volúmenes .

Lo que demuestra su endopática inquietud de relación con aquellos correligionarios con el sano fin de intercambiar conocimiento y como no, de arreglar el mundo.

No existe una fecha clara al respecto del origen de la ilustración, aunque su época de concreción se situaría en la segunda mitad del siglo XVIII tras recibir los importantes prolegómenos del cartesianismo de Descartes y el empirismo de Locke. Tampoco existe claramente un país de origen aunque al respecto algunos autores indican que sus bases conceptuales de desarrollaron en Inglaterra. En este sentido, cabe decir que el régimen liberal inglés, el cual a diferencia de la monarquía absoluta francesa, limitaba los poderes reales, dotó progresivamente al ciudadano de derechos de conciencia individual frente a la doctrina del derecho divino de los reyes convirtiéndose según las palabras de François Arouet -Voltaire-, exiliado en Inglaterra (Cartas Inglesas, 8) en:

El único país de la tierra que haya conseguido regular el poder de los reyes mediante la resistencia y que, tras múltiples esfuerzos, haya por fin establecido un gobierno sabio en el que el príncipe, todopoderoso para hacer el bien, tiene las manos atadas para hacer el mal, donde los señores son grandes sin insolencia y sin vasallos, y donde el pueblo participa en el gobierno sin confusión .

Inglaterra era el país donde podía llegar a hacerse posible, conseguir socialmente que el interés particular y el general fueran una misma cosa.

Al respecto, Shaftesbury (1678-1751), discípulo de Locke y autor de un Ensayo sobre la Virtud señala:

El verdadero amor que sentimos por nosotros mismos y el amor por la sociedad son una misma cosa .

Así pues prevalece un sentimiento de optimismo moral y social que coincide con el llamado deísmo inglés, un novedoso sentimiento entorno a la idea de un Dios personal, creador del universo, ajeno a la religión dogmática e institucionalizada.

Lord Herbert de Cherbury (1583-1648), uno de los teóricos del deísmo inglés, parte de reflexiones entorno a la religión Natural:

La naturaleza como fuente de las luces, la garantía de la razón, conceptos basados en la reflexión humana y el simple ejercicio de la razón tal y como así lo ejercitaron y ejercitan culturas y pueblos primitivos .

Pueblos, los cuales cuentan con su religión natural y su moral natural en oposición a la revelación, a la autoridad y a la tradición. Deísmo en su amplio espectro próximo en ocasiones al cristianismo y en otras tan enérgicamente distante que en algunos casos derivó en posiciones extremas como el panteísmo de John Toland. Llegando extremadamente a configurar el ateísmo materialista. Deísmo pues, como religión natural fundamentada en que Dios y el alma no pueden llegar a ser conocidos por la razón humana, por cuanto corresponden a la metafísica (abstracción), y no puede ser percibido mediante los sentidos. Se reconoce a Dios como autor de la naturaleza y se debe revelar a los hombres por medio de la razón.

En todo caso, la consecuencia del deísmo resulta muy beneficiosa: la tolerancia. No tiene sentido discutir por un dogma más o menos y desde luego, es un absurdo decidir a tiros por asuntos religiosos.

Si antes la luz venía de Dios, el Altísimo, ahora la luz se origina abajo, en la razón humana. Si antes la luz era una y por lo tanto había una sola verdad y un solo Dios, ahora las luces son plurales, como pertoca a la obra humana. Si antes la luz, como la fe, era dada gratuitamente, ahora tendrá que ser duramente conquistada (de aquí el papel del intelectual). Si antes la luz se revelaba, ahora se tendrá que descubrir.

Esta especial relación hombre-naturaleza, dará lugar en Inglaterra a profundas reflexiones creativas como las observables en las obras de William Wordsworth y John Ruskin entre otros.

Inglaterra supone las mieles del periplo ilustrado y una racionalidad de terciopelo, emocionadora y conciliadora. Su irrupción, por la idiosincrasia política y social en el país no será traumática, sino progresiva y esperanzadora. En cambio, en Francia, se manifestará con un talante bien diferenciado por su especial situación. Una Monarquía absolutista trágica afianzada en el respaldo del poder eclesiástico. Por tanto, aquí sí que el cambio suponía una acción imperiosa.

En este contexto, los ideales ilustrados, se elaboraron por escrito y gracias a una extraordinaria aventura de compilación de conocimiento: la iniciativa enciclopedista. Su origen lo encontramos en el momento en que Denis Diderot recibió el encargo del librero Le Bretón de traducir la obsoleta Cyclopaedia de Chambers. Resultándole una obra limitada e insuficiente, Diderot propuso una reunión coherente y urgentemente necesaria de conocimientos reunidos bajo el nombre de Encyclopedie. En cuanto a la filosofía de la obra, puede definirse a partir del pensamiento cartesiano, puesto que se aplica la razón a todos los problemas espirituales: un espíritu analítico y crítico que, en nombre del progreso de las ciencias, condena el fanatismo de la iglesia y las creencias ridículas, así como la autoridad y la tradición.

Diderot, ayudado por d’Alembert, construyó una obra perfectamente original. Su publicación se realizó entre 1751 y 1780. El resultado: 17 volúmenes de texto y 11 volúmenes de grabados, los cuales aparecieron entre 1751 y 1772. En 1777 se escribirían 5 volúmenes suplementarios que no pertenecían a Diderot y posteriormente, 2 volúmenes de grabados en 1780. El Discurso preliminar lo realiza d’Alembert y en él, define los principios del encadenamiento de nuestros conocimientos a través de la memoria, la imaginación y la razón así como realiza un esbozo de la historia de los progresos del espíritu humano. Voltaire a su vez escribió los artículos relativos a la elegancia, la elocuencia, el espíritu y la imaginación. Montesquieu se dedicó al gusto; Rousseau a la música; Helvétius y el abate Condillac al desarrollo de la filosofía; el abate Ivon a la teología; Holbach a la química; Daubenton a la historia natural; Marmontel a la crítica literaria; Dumarsais a la gramática; y Turgot a la economía política.

Diderot fue el alma y el promotor de esta obra. Por primera vez y tras 27 años de esfuerzo se había creado un diccionario que podía satisfacer todas las curiosidades y necesidades del saber humano del momento, algo sin precedentes.

En general, la ilustración en Francia tuvo un contenido fundamentalmente político basado en el derecho natural o derecho que tienen todos los hombres a la vida, la libertad y la propiedad. La misión del estado debía defender los derechos del hombre, garantizar su libertad, su seguridad y su propiedad; por tanto el estado debería ser representativo y liberal. Los políticos ilustrados se opusieron al absolutismo monárquico y decidieron crear para Francia un régimen basado en la igualdad y en la libertad a través de una aséptica y cruenta revolución. Vale la pena mencionar algunos de los protagonistas ilustrados de este proceso y sus intenciones transgresoras.

Charles de Secondat, barón de Montesquieu, enamorado del parlamentarismo inglés, satirizó las viejas ideas y los defectos sociales. Su obra El Espíritu de las Leyes (1748) abrió una profunda brecha en las concepciones políticas dominantes en Francia, hasta el punto que se toma esta fecha y obra como punto de arranque de la victoria intelectual de la Ilustración en Francia. En esta obra preconizó una nueva estructura del estado, basada en un equilibrio de poderes: la división de poderes .

Voltaire se convirtió en el cabecilla indiscutible de la lucha contra toda autoridad, sobretodo a raíz de su obra crítica Le siécle de Louis XIV (1751), También es destacable su obra Essai sur les moeurs et l’esprit des nations (1756), una filosofía laica de la historia así como un análisis del proceso de los abusos que llevaron al antiguo régimen a su fin. Y su Dictionnaire philosophique, una exhaustiva explicación del argumento de predominio absoluto de la razón sobre cualquier pasión o entusiasmo personal. La obra de Voltaire fue implacablemente destructora de los grandes principios sociales de la época, sobre todo de la religión cristiana. Enemigo de la iglesia, fue coreado por cuantos enciclopedistas se habían dejado ganar por las corrientes deístas o naturalistas procedentes de Inglaterra.

No podemos dejar de mencionar en este contexto también a Rousseau. Considerado el primer pensador auténticamente democrático de la historia de Europa. Su Contrato Social inspiró una nueva forma de entender la política y su Emilio abrió nuevos cauces a la pedagogía. Dejó un excepcional legado en su creencia en la bondad natural del hombre y en sus críticas a la civilización, así como por su exaltado sentimentalismo y su amor a la naturaleza. Igualmente por su doctrina de la igualdad de derechos del hombre y del derecho natural.

Su obra Discurso sobre la desigualdad entre los hombres, es importantísima para la antropología romántica. En ella, defenderá la idea del buen salvaje: el hombre primitivo, bueno por naturaleza, el cual ha sido estropeado por la civilización, la propiedad, la agricultura, la industria.

A partir de su obra las Confesiones (1764) se irá consolidando una mirada autocrítica de la ilustración hacia ella misma sobretodo en la necesidad de reivindicar también en el hombre la emotividad como objeto de conocimiento. En este sentido y en defensa del hombre y sus sentimientos, afirma que:

Los actos de la conciencia no son juicios, sino sentimientos. Aunque todas nuestras ideas nos vienen desde fuera, los sentimientos que les dan valor están dentro de nosotros; y solo a ellos se debe que conozcamos la conveniencia o disconveniencia que existe entre nosotros y las cosas que debemos buscar o evitar...El hombre no tiene el conocimiento innato, pero tan pronto como su razón le hace conocer, su conciencia lo empuja a amar.

Claridad en cuanto a que Rousseau, No es tan solo un ilustrado, sino que va más allá, considerándolo incluso un pre-romántico ya que se puede entender como un sistematizador de muchos de los posteriores ideales del romanticismo. La razón rousseauniana, en definitiva, es pasional . Por ello, para Voltaire, Diderot y los ortodoxos, Rousseau quedaría excluido radicalmente de las Luces.

En el esquema rousseauniano, y en consonancia con la idea del buen salvaje, cabe destacar igualmente otro importante legado, la revelación al hombre del sentimiento de la naturaleza. En este sentido, expone, que el ser humano antes de llegar a la ciudadanía deberá pasar por tres transformaciones. Primero, el ser vivo se convierte en hombre separándose del animal, aprendiendo a hablar y perdiendo la inocencia. Después, el hombre deviene civilización a través de la seducción que ejerce la propiedad privada, perdiendo la virtud de la naturaleza. La última, la tercera, es la fase de la reconciliación, una necesaria metamorfosis en la que el hombre a través del contrato social, reconcilia naturaleza y cultura .

Aunque nos hemos referido a grandes potencias en la historia del pensamiento ilustrado como Inglaterra y Francia, podríamos extender nuestro estudio a otras nacionalidades igualmente protagonistas en esta cuestión, pero en definitiva y por no extendernos, quedémonos con que el fenómeno deviene pronto global en Europa por su rápida expansión, debida al crecimiento del sector editorial y sus numerosas publicaciones sin olvidar la prensa cuyas páginas contribuyeron de forma decisiva a la difusión de las nuevas ideas y noticias del mundo ilustrado fundamentadas en la búsqueda de soluciones frente a las ineficaces bases de la fe y la autoridad aunque con variables de diversidad:

Cuando hablamos de Ilustración nos referimos a un carácter global, a un espíritu inconcreto, que no es necesario escribirlo con mayúsculas, pero que fue capaz de unificar la producción cultural de un siglo (1682-1789) y de proyectarlo más allá creando el mito de la modernidad .

Salvando nacionalidades, el fenómeno ilustrado se convertirá en un fenómeno paneuropeo e incluso universal, como dice el persa de Montesquieu (Cartas Persas XXX):

El corazón es ciudadano de todos los países .

Y en cuanto a su diversidad formal tendrá relación con la complejidad de sus contextos determinando una diversidad de actuaciones, por ejemplo, mientras en Francia la reacción es feroz hacia la religión y la monarquía, en Holanda, gracias al erasmismo, los problemas con la religión quedarán resueltos el siglo anterior, o el caso de la España de Carlos III en la cual, el monarca vinculará ciertos ideales ilustrados a la acción de su gobierno, o el caso de Inglaterra en donde no habrá un enfrentamiento al antiguo régimen pues éste es inexistente, y el interés se centra en la armonización social y política del país, exceptuando las trece colonias americanas, donde la ilustración supondrá ideal revolucionario e independentista.

Todo esto demuestra que la multiplicidad de estados y la diversidad religiosa otorgaron a la ilustración una gran diversidad de formas que situó a los ilustrados en márgenes que iban de la acción revolucionaria a la teoría del pensamiento carente de praxis pasando por la vocación estadista en algunos casos, la vocación científica en otros, el intento de definir los valores morales para una nueva sociedad así como sus bases pedagógicas, y así un sin fin de formas posibles, alineadas en metodologías comunes en base a la:

Clasificación, conclusión y deducción de los fenómenos .

Pero dependientes del contexto social en el cual deben ser aplicadas:

La razón misma no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja siempre el carácter racional (o irracional) concreto de una situación social, de una tendencia del desarrollo, dándole claridad conceptual y, por tanto impulsándola o entorpeciéndola .

Interesa dejar clara esta dependencia de la razón de factores ajenos a ella, puesto que en sí misma, es un concepto histórico cambiante según épocas, culturas y sistemas de pensamiento.

He aquí una aproximación a ese caldo de cultivo en el que se desarrolla un ideal de hombre confiado en su capacidad racional. Una sociedad heroica y minoritaria en sus orígenes e institucional y férrea en su consolidación que marcará en una gran medida al hombre moderno. Una sociedad que confluyó a la larga en unas bases casi dictatoriales desde una confianza tan extrema en la razón, prepotente y paradigmática, similar en su insistencia a épocas precedentes, precisamente tan criticadas por la Ilustración pero en potencia tan inquisitiva e intolerante como estas. La aventura pasional, la fe ciega en la razón en los inicios y bases del pensamiento nómada, dotaron al hombre de una esperanza en la razón, la lógica y el método.

Como si de una jovial experiencia se tratara, franceses, británicos, alemanes y europeos en general, impulsados seguramente por el hastío, ponen en marcha un movimiento profundamente nómada en tanto que revolucionario puesto que trata de reordenar al ser humano y su puesta en escena llamada sociedad desde la más profunda voluntad individual, tras ella, la colectiva. Su intención es cuestionar y transgredir desde una voluntad interna el mundo que le envuelve, sin duda un deseo pasional y esperanzador de cambio. Aventura que en cuanto que el hombre nuevamente se empeña en institucionalizarse e institucionalizar a los demás, deja de definir este status de pensamiento trasgresor y lejanista para convertirse en impositivo sistema rector de los actos y voluntades del ser humano. Por eso hay una tendencia a observar al individuo ilustrado solamente y parcialmente como un pensador nómada en cuanto a que su fin es una radical sedentarización y ello puede observarse en el fortalecimiento de sus premisas, intransigentes hacia precisamente los motores sacros del hombre, aquellos que le mueven desde dentro a proyectarse hacia la exterioridad.

Si bien el inicio del movimiento ilustrado es una apuesta desde la emotividad para y por la razón. En su consolidación esa parte sensible imaginativa y vital queda marginada y fuera de juego, más aún, ironizada, satirizada, poco menos que una torpeza de la cual el hombre debe de huir .

Evidentemente observaremos en este trabajo, momentos humanos creativos y artísticos, en los cuales la confianza en la parte sensible y emotiva del hombre, sus sentimientos, son defendidos hasta la ultima consecuencia. Pensamiento nómada de diferentes talantes e intencionalidades. Si los inicios de la ilustración plantean un nomadismo como un medio para establecer unas nuevas bases sociales, otros como los románticos, a los cuales dedicamos el siguiente capítulo, defienden un reconocimiento de la utopía social y un nomadismo meramente introspectivo. Pero, antes de entrar en ello, merece la pena analizar al hombre creativo ilustrado, en sus orígenes pensador nómada impulsado por sus endopatías, fundamentalmente sus hastíos hacia el antiguo régimen y su esperanza en la razón como un todo que justifica el esfuerzo y la insistencia en el conocimiento y en su concreción censor incapaz de ir más allá de lo empírico, medible y cuantificable.

Además, merece también la pena incidir en esta dictadura racional en la cual se convierte la Ilustración, para ver como da origen a un nuevo nómada, en este momento hastiado por la prepotencia racional y esperanzado en la recuperación y puesta en practica de sus endopatías más nobles, aquellas que resurgirán de su interno como valores intuitivos y reivindicadores de un yo, intimo y categórico.

Con respecto a la creatividad y el arte en la ilustración, cabe decir que el nuevo empirismo reinante en los círculos cultos de la sociedad occidental en general, dio como resultado una revisión de la creatividad lejos de aquellos modelos tradicionales basados en la leyenda o en la mitología, entre otros fenómenos estéticos como los que se llevaban a cabo en el antiguo régimen como reminiscencia del medioevo. Así por ejemplo, y como claro ejemplo de la nueva visión racional del hombre, nace la novela en el ámbito de las letras como lo que realmente y según la pauta racional, debe ser: un serio cronista de la realidad cotidiana de un nuevo individuo, desplatonizado, desidealizado, y liberado de cargas innecesarias.

La opción, es honesta, no cabe duda y aunque fría no es menos emotiva porque no entre en fantasiosos recursos enajenantes, más bien se presenta a un hombre como lo que es, poseedor de un gran tesoro, la razón, lo único que necesita. Así, encontramos en la novela, tipos humanos generales como los que muestra la obra de Defoe o Richardson entre otros. Cabe añadir también la aparición de la poesía didáctica, prosaica y satírica, así como las fábulas morales, disciplinas todas ellas en las que se observa bajo su retórica, valores humanos pertenecientes a ese constructivo realismo, el cual lleva sin duda a la reflexión en torno a la razón y el naturalismo.

El pensamiento ilustrado francés, tan eruditamente representado por la enciclopedia, es en gran medida responsable de estas nuevas aportaciones creativas. Los enciclopedistas aportaron la idea de progreso técnico general, algo que repercutiría notablemente en una nueva interpretación de las artes. Las premisas enciclopedistas de Diderot, d’Alembert, Buffon, Helvétius, Holbach, Quesnay, Torgot, Voltaire, Rousseau, etc., preconizaban un profundo cambio social. Este, consistía en que la sociedad necesitaba progresar para superar el pasado, y para ello era preciso un mecanismo eficiente que ofreciera el conocimiento a la sociedad, de ahí que se redactó la enciclopedia. Pero no sería este el único recurso para altruistamente invitar a salir al pueblo de su ignorancia. En el mismo sentido, aparecieron las Academias, centros de recuperación, preservación y difusión del conocimiento. En el perfil que nos interesa nos referiremos a la Academia artística y su empeño pedagógico .

El artista, por naturaleza está dotado de una apasionada idiosincrasia, la cual le dota de una excepcional capacidad de intervenir con su actividad en las cuestiones del mundo que le rodean. Así, sin menospreciar su predisposición nómada, comprensible ya que se la supone sensible hacia lo que debe dejar de ser el mundo para convertirlo en lo que sí debe ser, desde su voluntad, desde sus sentimientos internos revulsionados, se decide en la ilustración a rehacer el hábitat al que pertenece y lo hace invitado a reflexionar sobre sus capacidades a través de una institución racional como lo es la Academia. Su obligación moral, vital, existencial, consistirá en relatar el mundo que no interpretarlo. Una descripción del mundo desde el conocimiento de sus principios, tal y como son, lejos de una transformación del mismo desde una subjetividad, en esta época y contexto fuera de lugar puesto que lo que priva es una visión social, colectiva y corporativa de todos los fenómenos. Así, el artista, dedicará una especial atención en la observación de lo cotidiano, lo real, rechazando drásticamente lo artificial y ficticio, aquello propicio de la oscuridad y la ignorancia.

Las academias, como instituciones de conocimiento, ayudan con sus programas y métodos a una ordenación del fenómeno artístico para difundirlo en una medida aséptica y no confusa a su receptor natural que es la sociedad. Así nace el concepto de exposición como elemento didáctico desde la premisa de que el pueblo debía ser ilustrado y por lo tanto había que facilitarle el conocimiento. Así el artista deseoso de una nueva sociedad se convierte en un exponente claro de la didáctica del conocimiento e interprete de los valores cívicos.

De una manera más prosaica, cabe señalar también, que las academias de artistas nacen como consecuencia de la necesidad sentida por sus creadores de configurar una institución diferenciada de los obsoletos gremios artísticos, cargados de connotaciones medievalizantes y por tanto, representativos de los oficios caracterizados como meramente mecánicos, que si que dotan de conocimiento por la adquisición experimental de técnicas y procedimientos, pero que niegan la posibilidad de la autosuficiencia racional, y mucho menos se categorizarán más allá de simples instituciones poco más que artesanas y familiares, sin ninguna pretensión ni aspiración de transformar la sociedad.

La academia ideó un plan de estudios para formar alumnos y no sirvientes como en épocas precedentes. Así mismo, en ella debían prevalecer valores nacidos del espíritu (artes liberales) frente a los estrictamente manuales (artes mecánicas).

El sistema educativo artístico, se basaría en premisas artísticas ya experimentadas de antemano, es decir pertenecientes a la fuerza a otras épocas o a valores en general ensalzadores de la razón. Las manifestaciones artísticas del antiguo régimen no podían aportar valores enriquecedores desde la razón, la realidad y la naturaleza y mucho menos las manifestaciones artísticas medievales , por ello, el modelo, al igual que el filosófico, se traslada hacia atrás en el tiempo concretamente al ideal griego y romano por excelencia , ya que éste sí que se fundamenta en valores humanistas al igual que los renacentistas igualmente observados y fundamentados en Grecia y Roma.

Conforme a este ideal grecolatino, el cuerpo humano es el sujeto más digno de ser imitado de toda la creación y por lo tanto el objeto de conocimiento. Pues bien, dicho elemento deviene por excelencia objeto de estudio. Así se estableció una serie de escalones en los que se pretendió ofrecer una enseñanza de naturaleza fundamentalmente antropomorfa, a la cual debe añadirse al igual que estuvo presente en el modelo grecolatino el ideal de belleza . A ello deberán también añadirse otros valores reflexivos que doten a la sociedad de la tan esperada autosuficiencia. Una necesaria rectitud del hombre que se observará en numerosos temas moralizadores, religiosos y profanos, alegóricos y heroicos. Incluso, y como consecuencia del ideal revolucionario francés, toma un gran impulso el tema histórico y nacional .

El primer estudio de la educación académica lo constituía generalmente la llamada sala de principios, en la que se ilustraba al alumno en la copia de elementos sencillos del cuerpo humano, como eran ojos, orejas, manos...

El segundo nivel de estudio lo constituía la sala de yeso, lugar en donde se exponían para su copia modelos de estatuas antiguas, para que fueran copiadas desde el razonamiento en la forma y la proporción por los alumnos.

El tercer y más avanzado escalón de este plan de estudios era la sala del modelo vivo, en la cual la naturaleza latente de un cuerpo, proporcionaba una nueva visión del fenómeno que suponía la confirmación del talento artístico, basado en el orden metodológico, la disciplina cognoscitiva y técnica y el rigor en la mimesis.

Desde la premisa racional, progresivamente en el tiempo más férrea, la interpretación personal de la creación artística será cada vez más vigilada y perseguida por medio de la permanente supervisión de los artistas-profesores designados para ello por los centros académicos que, con su rígida corrección, imponían la certeza de una única visión del arte, fuera de la cual no había más que amaneramiento, ignorancia o incorrección.

El método de estudios y los imperativos sociales como el gusto burgués y la irrupción en escena de la crítica, como mecanismo capaz de satisfacer las apetencias burguesas, llevó a muchos artistas a exponer sus obras en grandes exposiciones como las que a partir de 1856 comienzan a mostrarse en la Académie des Beaux Arts de París. Iniciativa que llevó a que muchas otras ciudades imitaran la experiencia y las exposiciones académicas se extendieran por toda Francia, incluso llegando a otros países como Inglaterra Royal Academy of Arts in London y posteriormente al resto del continente a lo que debería unirse la inauguración de varios museos y galerías que exhibían obras del pasado clásico .

Cabe aquí la reflexión de que los nobles objetivos estrictamente en el seno de la Academia, como por ejemplo, el concepto de arte como elemento de progreso, se desvirtuaron notablemente desde el servilismo a la burguesía . De esta manera nació el academicismo o arte oficial y con él, lamentablemente su primera decepción con respecto a sus ideales primigenios, ya que la motivación de los artistas participantes en las exposiciones académicas vendrá marcada por el logro de las ansiadas medallas y en gran medida aceptando tácitamente la tutela del estado, la crítica partidista y el gusto burgués .

Mientras en Francia la actitud generalizada del artista es la académica, en Inglaterra, fruto de su sistema parlamentario que dotó al individuo de mayores libertades, aparece un artista con un perfil diferenciado. Fruto de su contexto, su arte es mucho más reflexivo, bien cierto es que Inglaterra, como ya hemos explicado, no luchó sangrientamente con un antiguo régimen dictatorial como Francia, y por tanto la razón se manifiestó de una manera mucho más tranquila, humana y natural. Se rindió culto a una naturaleza mucho más abstracta yendo más allá del estricto antropomorfismo de la academia francesa .

Incluso aquí la naturaleza es observada como elemento de reflexión por encima de elemento de imitación, como por ejemplo, en el seno de la arquitectura y concretamente en el ámbito de la creación de jardines, aparecen toda una serie de artistas como Willian Kent, Stonne, Burlington, House, Kensington y Richmon , entre otros, que plantean una nueva concepción del jardín, en este caso meramente como paisaje, un jardín alejado del hasta entonces jardín geométrico precedente que sea ahora un lugar creado por el hombre, pero siempre basado en la imitación de lo no creado por el hombre, verdes espacios como tributo a la hermosa naturaleza . Un tributo a la naturaleza que se observa igualmente en las ornamentaciones arquitectónicas donde se crean capiteles, cornisas, remates, y zócalos, con motivos naturales, motivos foliáceos, flores y frutos.

Se evidencia pues un culto a la naturaleza y al hombre que vive en ella, e igualmente se observará en la pintura y en las demás artes; artes que aquí a diferencia del modelo francés, lucharán en muchas ocasiones en superar las directrices del gusto burgués, insistente en el aspecto decorativo de la pintura para ir más allá y convertirlo, tal y como preconiza el pensamiento ilustrado, en objeto de conocimiento .

Hay una pasionalidad racional que universaliza al nómada ilustrado y le impulsa emocionalmente a cambiar el mundo limitado y rancio en el que vive. Hay un idealismo podríamos decir en la razón, en las luces, un verdadero motor que mueve a este personaje por angostos parajes en sus inicios (por lo arduo que resulta rehacer el mundo) . Parajes que devienen amplios en el esplendor del triunfo de la filosofía de la razón y el nacimiento de la ciencia moderna. Para acabar desapareciendo en el servilismo a los caprichosos deseos nuevamente del poder y la burguesía. Así, señalábamos anteriormente un academicismo que convierte esta extraordinaria aventura que es la nueva visión del mundo en una vía muerta. A ello debe unirse una prepotencia dictatorial que desvirtuará sus principios nobles y bellos para dar lugar a la irrupción en escena de una posible nueva fórmula, una ínsula de esperanza cuyo axis mundi será en esta ocasión precisamente el valor controvertido, la irracionalidad, más elegantemente, el intuicionismo .

Vale la pena insistir en observar el pensamiento nómada, endopático del artista y filántropo ilustrado en su esplendor. Cuando libremente y lejos de ser servil o prepotente cuestiona el todo y busca nuevas fórmulas que salven al mundo de la oscuridad. En ese sentido, merece la pena hacer mención a diversas experiencias humanas con nombre y apellidos, genéricamente cultas y fundamentadas en la capacidad de no contentarse con la inmediatez del conocimiento disperso y plural a su alcance. Este, se dedica a jerarquizar y ordenar los conocimientos de un modo global en una visión que aspira a ser totalizadora de todos sus saberes y de toda realidad sabida en tales saberes. Y para ello, no pueden dejar de cabalgar en los sólidos lomos de la experiencia, pues es el hecho experiencia el que lleva a la omnicomprensión de los fenómenos.

El afán por establecer paradigmas constructivos en el arte condiciona a todos los artistas del neoclasicismo ensoñados en su faceta menos prosaica por la consecución de la norma y disciplina a través de metodologías de estudio del pasado lejano griego y latino, y en general por el uso de la razón como vía de conocimiento del mundo, como en el caso mayúsculo de Jacques-Louis David (1748-1825).

David, es considerado por la Historia del Arte, como el principal artífice y realizador de la pintura neoclásica en Francia. En él, se mezclan el arte, la política y la ideología, algo que enfatiza aún más su histórica vida. Cualquier amante del arte recuerda sus limpias y nítidas escenas pictóricas. Indudablemente David es conocido como el pintor del imperio napoleónico, dejando con su obra un importante testimonio de su época.

A la memoria de cualquier amante de la Historia del Arte, viene rápidamente al pensar en David, una magna obra que ejemplifica todo este periodo. Se trata de la Consagración de Napoleón (1804-1807) (Ilustración nº 3), en la que queda en evidencia la atmósfera de glorificación y triunfo en el solemne acto de coronación de Bonaparte y Josefina.

David, visitará como muchos otros neoclásicos, en su vocación formativa artística, el pasado grecolatino . Así, se trasladará a la Ciudad Eterna, Roma ejecutando allí desde la emoción de encuentro con la grandeza del orden y la belleza su Juramento de los Horácios (1775) (Ilustración nº 4), una evocación no exenta de emocionalismo de esta trágica evocadora de la grandeza del pasado .

Un apasionamiento por la antigüedad clásica como modelo de virtud y belleza, modelo de alejamiento de la estéril estética precedente. Con una excepcional factura, como la observable en otra recreación mítica, su famoso Rapto de las Sabinas de 1799, masa humana dinámica embravecida en la atroz lucha entre desnudos guerreros y sabinas. O en La muerte de Sócrates de 1787, entre otros.

Hablar de Neoclasicismo, será en igual medida que con David, hablar de Jean- Auguste-Dominique Ingres (1780-1867).

Perteneciente a una generación posterior a David y discípulo a la vez de este, igualmente se trasladó a Roma con una beca de la academia para cultivar su dibujo en la gran belleza formal clásica . Bien conocidas serán sus temáticas del desnudo femenino oriental, eco de un próximo y emergente prerromanticismo, observable en su Gran Bañista, en La Baigneuse de Valpinçon de (1808) y La Gran Odalisca de 1814 o El Esclavo de 1842.

Su cuadro más academicista, se concreta nuevamente en el empeño mitológico con La apoteosis de Homero (1827) (Ilustración nº 5), en la cual en una gran composición triangular, presenta al poeta griego en el Parnaso recibiendo la corona de la victoria. Muchas de sus obras profundizarán en esta diáspora mitológica neoclásica hacia el pasado dignificante del hombre, como en Virgilio leyendo la Eneida, Rómulo vencedor de Arón y Venus herida por Diomedes, entre otras.

No se puede dejar de mencionar igualmente en este contexto a Antoine-Jean Gros (1771-1835), autor reconocido entre el Neoclasicismo y el Romanticismo, igualmente que Ingres, recibió una gran influencia de David, pues también perteneció a su escuela, en cuyo taller trabajó desde muy joven. Igualmente practicante del viaje a Italia, donde conocerá a la emperatriz Josefina, la cual le introdujo en la corte bonapartísta, siendo en gran medida al igual que David cronista de la época en el entorno imperial, algo que dejará excepcionalmente reflejado en su quizás más importante obra, Napoleón y los apestados de Jaffa (Ilustración nº 6), crónica del episodio de la invasión de Egipto por Bonaparte, obra de perfección académica en cuanto a cromatismo, composición y dibujo. Pero en la que destaca ya un difuminado prerromanticismo en cuanto al excesivo emocionalismo observable en el contraste que encuentra el espectador ante la visión del general y sus altos oficiales, elegantes e impecables frente a los pobres y miserables apestados.

También es necesario mencionar a François-Pascal Gérard (1770-1837), perteneciente igualmente al entorno daviniano y en consecuencia al contexto cortesano, desde el cual ejerce de cronista a la vez que se sumerge en los temas clásicos con perfección y pureza estilística, como en su Psiquis recibiendo el primer beso de Cupido (1789) (Ilustración nº 7), y su Amor y Psiquis (1798), entre otras. Otro discípulo sobresaliente de David es Anne-Louis Girodet-Trioson (1767-1824), otro habitual en la peregrinación romana, viviendo cinco años en Italia gracias a una beca de la Academia Francesa. Con la característica vocación perfeccionista en la temática grecolatina, nos deleita con obras de excelente factura y grandeza como El sueño de Endimión (Ilustración nº 8) (1793), Hipócrates rehusando los presentes del rey de Prusia (1799), Danae (1799), etc.

En Alemania, el neoclásico más destacado es Anton Raphael Mengs (1728-79), aunque este desarrolla la mayor parte de su obra en España, creando un taller propio que dará lugar sin duda al grueso de los neoclásicos españoles como los Bayeu, Vicente López y Maella. Mengs, virtuoso dibujante, nos deleita en el sentido que aquí presentamos de nomadismo en obras como El Parnaso (Ilustración nº 9), La apoteosis de Trajano, El triunfo de Eneas y Hércules, entre otros.

A diferencia del resto de neoclásicos españoles, José de Madrazo (1773-1838), será el único formado directamente en el estudio de David y se formará igualmente en Roma. El que fuera durante varios años director del Museo del Prado, pinta apasionado en el orden racional neoclásico, obras llenas de historia antigua como en La muerte de Viriato (1814) (Ilustración nº 10).

Un capítulo entero merecería Francisco de Goya (1746-1860), no encasillable estrictamente en el neoclasicismo, ni a ningún otro movimiento puesto que por su peculiar personalidad trasciende a todos ellos. Aunque aquí se puede mencionar en cuanto a su talante ilustrado y formación académica en los orígenes, como un apasionado, siguiendo los dictados del momento, por la temática antigua griega y romana como en su Aníbal vencedor cruzando los Alpes (1771) (Ilustración nº 11) y Sacrificio a Vesta (1771), entre otros.

En el contexto británico cabe nombrar a Willian Hogarth (1697-1764), un artista conocido por una gran intención moralizante y aleccionadora del arte. Según él, el deber del artista, su intervención endopática, su misión nómada es la de huir de un entorno hostil para reafirmar sus fundamentos y poner éstos al servicio de su sociedad, enseñando y educando al pueblo. Hogarth, muy en consonancia con la idiosincrasia parlamentarista británica, se esmera en su concepción y práctica artística conmovido por el deseo de cambio y la esperanza en la razón y así nos ofrece un retrato exhaustivo del hombre perturbado y vacío de inteligencia, pero sobretodo vacío de intenciones.

El método es mostrar lo que debe ser superado, algo muy normal en el pensamiento nómada desde su cosmovisión racional. Delimitar el defecto a superar, endemizarlo para destruirlo o transformarlo. No obstante, estos nobles intentos fieles a principios íntegros en la razón, también en Inglaterra se desvirtúan por el peso del academicismo burgués, preocupado por el status y el reconocimiento social, el cual en su desarrollo acaba siendo un auténtico exponente de sedentarización del hombre, una nueva visión paradigmática del mundo desde intereses vacíos de intenciones, simplemente limitados a satisfacer el gusto burgués como en el caso evidente por ejemplo del servil artista también británico, Joshua Reynols (1723-1792), primer presidente de la Real Academia , pero con un talante muy diferente al de Hogarth, ejemplo de virtud e incorrupción.

Así en esa búsqueda experiencial y desde el valor del cuestionamiento del hábitat, el ilustrado se embarca en mil y una aventuras de la razón. Acompañado de sus cuadernos de campo y sus diversos adminículos entre otros muchos recursos viaja . Porque el viaje le aproxima al objeto a conocer. Esta traslación le apasiona respecto a que de este experiencia deberá conseguir conclusiones resolutivas, terapéuticas para la enfermedad social .

El documento reflexivo por excelencia del viaje, será precisamente el libro de viajes, algo nada novedoso si se tienen en cuenta numerosos precedentes pertenecientes a otras épocas, como por ejemplo el popular texto de Marco Polo y otros menos conocidos pero no menos interesantes, avanzadillas de lo que será la etnografía moderna . Así lo plasmaron en sus textos sobre nuestro país numerosos humanistas ilustrados como por ejemplo Francisco de Zamora, un fiel exponente del espíritu del siglo el cual recoge en su Diario de los Viajes hechos en Cataluña una visión crítica y detallista de pueblos y lugares, una notable radiografía de la realidad catalana de la época de una manera objetiva e imparcial:

En cada lugar lo veía todo y escribía su opinión con lenguaje directo sin florituras. En general abundan las observaciones sobre maestros (hacen falta más y mejor pagados) y hospitales (deben reformarse), cultivos (pueden rendir más), cárceles (deben adecentarse), etc. .

Muchos otros, como B. Ward, G. Bowles, el P. Sarmiento, Antonio Ponz, Cavanilles, Pérez Bayer e incluso el propio Jovellanos así como un largo etcétera tal y como señala en su obra al respecto Gómez de la Serna dejaron constancia de sus experiencias racionalistas por nuestro país .

Otros se embarcan en misiones mucho más lejanas e inhóspitas, como por ejemplo en el caso de Pierre Louis de Maupertuis (1698-1759), el cual a los treinta y ocho años y ya famoso como divulgador de la nueva fe newtoniana, es capaz de organizar sendas expediciones a Lapónia y al Ecuador para medir el arco del meridiano terrestre, confirmando, por aplanamiento de la tierra en los polos, la teoría gravitatoria de Newton.

Así, los viajes de conocimiento del mundo se extendieron a cualquier disciplina. El siglo XVIII, fue el siglo de arranque de los viajes institucionales y científicos en el que las potencias europeas recorrieron el mundo realizando indagaciones zoológicas, botánicas y geográficas. Así ha quedado constancia desde la historia de muchos ejemplos, entre los que a manera ilustrativa y entre otros muchos, podemos destacar los que realizó Joseph-Piton de Tournefort, quien por orden de la corte francesa viajó por los territorios del imperio otomano y regresó con un millar de especies vegetales desconocidas en occidente. O bien los del padre Feuillée, entre 1703 y 1711, el cual viajó tres veces a las Antillas y América del Sur. E indiscutiblemente por su relevancia y trascendencia las investigaciones del naturalista alemán Alexander Von Humboldt el cual en verano de 1799, con 29 años, zarpa del puerto de La Coruña, dispuesto a emprender una expedición de exploración del continente sudamericano apoyada por Carlos IV. Sus conocimientos: biología, geología, química, física e historia. La expedición duró 5 años y durante los veinte siguientes, fue publicando una crónica de treinta volúmenes bajo el título de Del Orinoco al Amazonas. Viaje de las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Los resultados entre otros: la Identificación de 600 nuevas especies, la rectificación del mapa de Sudamérica gracias a sus mediciones de precisión y la Investigación del magnetismo terrestre y la cartografía de las cuencas del Orinoco y el río Negro. Extraordinario ejemplo ilustrado pasional. Pasión por el conocimiento de la tierra y sus habitantes, por descubrir las leyes supremas de la naturaleza. Pasión por descubrir nuevas formas de vida, por descubrir nuevos territorios para conocerlos profundamente, por conocer nuevas especies de la raza humana, sus costumbres, su lengua y los rasgos históricos de su cultura.

El viaje ilustrado supuso la sistematización de los conocimientos o la aparición de las nomenclaturas. Como los trabajos científicos de la Real Expedición Botánica a la Nueva España (1787-1803), en la que un grupo de médicos, anatomistas, botánicos y zoólogos acompañados por artistas recorrió más de 30 mil kilómetros de territorio colectando y clasificando flora, fauna, minerales y describiendo la geografía, las costumbres de los lugareños, así como una gran cantidad de estudios cuya fama trascendió el Atlántico, principalmente entre botánicos. La expedición fue dirigida desde la ciudad de México por el aragonés Martín de Sessé acompañado por el anatomísta y cirujano José Longinos Martínez, el farmacéutico Jaime Senseve y otros así como el pintor Atanasio Echeverría, en este viaje ilustrado, el artista era el cronista de lo visual.

Incluso algunos, no necesitaron trasladarse físicamente, su viaje conceptual les llevó a recuperar de su conocimiento y bagaje cultural, reflexiones sobre otras culturas. Curioso resulta el caso de la publicación de las Cartas Persas de Montesquieu en Francia coincidiendo con una moda oriental y una atracción hacia el mundo árabe como un espacio fascinante y prohibido al mismo tiempo. .
Montesquieu en un hábil juego ideológico, propone en su obra, que son precisamente los persas los que llegan a Francia con la intención de describir Occidente y Aljarse para ver en otras realidades la propia realidad y esforzarse por cambiarla.

Nuestros protagonistas, los artistas, desde las bases neoclásicas, apuntarán sus endopatías hacia el clasicismo grecolatino como ya hemos visto cuando presentábamos a algunos de los más destacados; evidentemente desde su afán por restaurar el arte antiguo al que se suponía no contaminado por la degeneración del barroco. Volver a la antigüedad clásica era una necesidad vital consistente en recuperar esta época y su estética como modelo para su actividad artística, porque en ella estaba el verdadero estilo, los orígenes, en resumen la vuelta a la naturaleza y a la reubicación del hombre como ya sabemos en una razón fundante a ello debe unirse una voluntad de pureza racional así como el establecimiento formal en el arte de relaciones lógicas y matemáticas demostrables .

A principios del siglo XVIII Shaftesbury (1671-1713), abogó por la revalorización del mundo griego, convencido de hallar en él soluciones adecuadas para problemas estéticos de su tiempo:

Por conocimiento del mundo yo entiendo aquel que resulta de la observación de los hombres y las cosas desde un contacto con las costumbres y usos de otras naciones, por una visión interna de sus políticas, gobierno, religión; en una palabra, por el estudio y la contemplación de los hombres; ya que se presentan en el gran escenario del mundo de varias formas y bajo apariencias distintas. Esta es la madre de las ciencias que un caballero debe comprender y de la que nunca han oído nuestras escuelas y colegios .

Relevante resulta en este sentido, el descubrimiento y excavación arqueológica de las ciudades de Pompeya y Herculano sepultadas por la erupción del Vesubio. Este hito, permitió un conocimiento directo de las obras de arte antiguo cuyo estilo y formas pasan rápidamente a convertirse incluso en moda.

Otro referente fundamental, se encuentra en los tesoros Atenienses. Al respecto, se publican en Inglaterra libros como el de Stuart y Revett Antiquities of Athens (1762) . El tercer polo de confluencia se encuentra en Roma, lugar de cita para viajeros y artistas de toda Europa e incluso América, los cuales en un peregrinaje ilustrado y académico, como ya habíamos señalado en David, Gros, Gerard, etc, visitaban las ruinas, para absorber tan rico legado desde la experiencia y la confrontación de experiencias para regresar a sus tierra de origen dispuestos a ejercitar sus conclusiones en su sociedad ansiosa y necesitada de conocimiento, sociedad .

Un ejemplo de esta afección hacia el pasado como una fuente de conocimiento de valor incalculable, la encontramos en el prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768) , el cual escribe entusiasmado su Historia del Arte en la Antigüedad (1764) , defendiendo a través del estudio del arte clásico la necesidad de tener un conocimiento más amplio de la antigüedad. La convicción de que las enseñanzas de la antigüedad sólo podían hallarse en los territorios en que se habían producido sus mayores logros, determinó la realización de numerosos viajes que, a su vez, dieron lugar a la redacción de libros y artículos. El contacto personal con Grecia y Roma y sus obras artísticas suponía la posibilidad de impregnarse de su esencia .

Así el “El Grand Tour” era todo un viaje institución en el que sobretodo intelectuales ingleses buscaban las fuentes de la civilización occidental. Se trataba de un viaje cultural que duraba aproximadamente un año, en el que visitaba Francia, Países Bajos, pero sobre todo, Italia, Florencia, Venecia , etc., para acabar en Roma ; en realidad una peregrinación en el sentido antes expuesto.

Un buen ejemplo observable en la pintura de Christian Gottlieb Schick de 1806, la cual retrata precisamente a un Real viajero del Grand-Tour en tiempos de juventud, El Príncipe heredero de Sajonia-Gotha y Altenburg, el futuro Federico V de Prusia (Ilustración nº 12). O un ejemplo del viajero en acción, inmerso en la aventura racional de la observación a través de la pasional mimesis artística y catalogación de los monumentos del pasado como la que nos muestra François Marius Granet en su obra En el Coliseo, un pintor trabajando (1802) (Ilustración Nº 13).

La extraordinaria aventura humanista de liberar al hombre de su ignorancia iluminando su ser a través de la razón tal y como preconizaba la ilustración, acabó siendo en gran medida tierra yerma en el sentido de un acomodamiento a la voluntad burguesa, caprichosa y obsesionada en el valor económico . Por otro lado posturas fundamentalistas de la razón convirtieron esta en un feudo prepotente y dictatorial, represor y censor de todo aquello que se alejara un ápice de una razón férreamente totalizadora y claramente combativa ante todo aquello que formara parte del lado sensible del ser humano como su intuición, su fe, su capacidad de soñar, fantasear, etc., actitudes a perseguir y reprochar puesto que son sinónimo de inmovilismo frente al progreso .

Lamentablemente y genéricamente, estas actitudes excesivas o puramente insustanciales como en el caso servil, redefinen a este personaje el cual pierde en gran medida la ensoñación y voluntad de lucha vital por la razón, como lo era en un principio para devenir en gran medida un tirano, el causante de que la bella y liberalizadora razón deje de ser aventura ética y altruista para convertirse en dictadura y prepotencia.

Aquí deja de existir el nómada buscador, trasgresor, transmutador del universo a través de la razón, el que disconforme con su entorno lucha abanderando la causa que abrirá los ojos de los ciegos, el que traerá luz a la oscuridad, el que como nómada, abandona su hábitat físico y conceptual, para reconvertirlo movido sin duda por la pasión por el conocimiento y el progreso, profundizando en mecanismos ordenadores, descubridores y científicos que doten al hombre de felicidad. Un nómada endopático sin duda malogrado por su ambición. La misma que malogra al artista apasionado por la excelente oportunidad de convertir las artes en herramienta de conocimiento e igualmente progreso. El que se aventura en crear métodos disciplinarios de estudio de la realidad y la naturaleza, peregrinando a la cuna de la cultura para influirse en una visión universal del arte desde la razón. El que acaba acatando las pautas de la crítica desperdiciando su saber para servir nuevamente y cíclicamente a intereses individuales basados en el enriquecimiento, el reconocimiento y la consecución de un estatus sirviendo al gusto burgués y a su ego que le impulsa de exposición tras exposición al logro de medallas y galardones.

La razón llegó a ser prepotente y dictatorial contra todo aquello que propusiera valores alternativos como en el caso de los defensores de un hombre más irracional e intuitivo . Valga por ejemplo la fría y despectiva definición científica de estos perfiles por parte de Jean Didder Vincennes el cual definiría este tipo de espíritu como:

Un estado anímico hipersensitivo e incontrolado debido a un progresivo aumento en la secreción de hormonas corticotropas .

Una excesiva intención de alejamiento de lo que no tiene valor científico, aún más, buscar explicación científica a cualquier fenómeno de la naturaleza y del hombre.

Así un poema de amor que retóricamente utilizara la metáfora para exaltar la belleza de la amada a través de comparaciones con el esplendor de la naturaleza, no haría más que evidenciar una proyección de la idea sexual en cuanto mecanismo de reproducción y procreación. Posiciones exageradas lógicamente desde la visión enfrentada, la cual, y lo veremos cuando hablemos del romanticismo, defenderá el sentimiento como vía de escape de esta secularizada, paradigmática y mecanicista sociedad . Una sociedad pues, nuevamente unidimensionalidad y uniformizada en la que la búsqueda de criterios universales devino nuevamente una pobreza, un límite. Una racionalidad tiránica, represora del individuo autónomo, aún más, una razón totalizante y totalizadora , dominadora y destructiva de la naturaleza desde sus ansias de dominio hacia la misma.

Los ilustrados se negaron a admitir otras racionalidades diferentes a la suya. Tampoco repararon en que la razón está siempre lastrada por los condicionantes de su logos, de su sociedad y de su historia. Concibieron la racionalidad absolutamente ajena a las circunstancias de partida y otorgaron a sus contenidos racionales una ahistoricidad y una absolutización. Encontraron, además, en el seno de la razón unas leyes o guías morales de comportamiento que atribuyeron a toda la humanidad, teñidas de un esencialismo naturalista difícilmente justificable . Ello generó un mal de siglo, un sentimiento profundo de decadencia, de cansancio y hastío, que penetró en todas las esferas de la vida: quebrantamiento del orden social, agotamiento del liberalismo, desencantamiento del mundo, decepción de la ciencia, la fatiga del racionalismo. Una ilustración deficiente y alicorta, reducida a puro positivismo que aún hoy, enmascarada en ciertas retóricas económicas, prevalece.

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