Hace escasamente un par de meses que se produce en mi vida un reencuentro, grato y satisfactorio, con un “hermano”, cofrade de estas dimensiones del ánimo del ser, del análisis del devenir de la existencia, del hermanamiento en las músicas que comportan el rasgar de los pinceles en el lienzo, y de tantas otras vivencias compartidas que se remontan en el tiempo a aquellas épocas en las que comenzábamos a sentirnos filósofos y buscábamos entre tanto desarraigo, bellos jardines en los que simplemente dejar que nuestros espíritus fluyeran en el intento de buscar el consenso en cuanto a sumergidos en la belleza del pensamiento, vencer el miedo, la cobardía y la intolerancia.
Este amigo, correligionario, dibujante de nubes y sueños, resulto ser el profundo ejemplo de sensatez en cuanto a que mientras la gran mayoría, recorríamos estos a veces anchos, pero en la mayoría de los casos estrechos caminos del arte , convencidos en evolucionar desde una gran atención en el logos, pues bien, él ya lo hacía desde aquello a lo que hemos acabado llegando en la madurez, en lo poético, en lo estrictamente poético. Para mí, este hermano, jamás se alejó en su vivir sereno de la poésis, puesto que él era y es poésis.
Nos perdimos el rastro por aquellos caprichos del karma, el devenir, lo causal o como bien se quiera considerar, aunque seguramente y en la distancia sabíamos el uno del otro a través de terceros en un plano material, y a partir de nuestra intuición en un plano espiritual o sensitivo, puesto que, y así lo hemos corroborado después, estábamos convencidos de nuestro bienestar, a pesar de los problemas y obstáculos propios de la vida, sabíamos mutuamente que nuestras azoteas seguían bien amuebladas y que en nuestras antiguas valijas se encontraban los mismos libros de antaño, las mismas elípticas sinopsis, los mismos perfumes, las mismas carnes bien curtidas y bien embalsamadas.
Mi amigo entra en escena, corriendo sutilmente los tules de la distancia y el tiempo, y con un gran amor, a la vez muy selectivo en cuanto a dirigirlo inteligentemente hacia quien lo necesita, algo que le caracteriza, expresa desde la economía en la palabra, desde la asepsia semántica, desde una retórica comedidamente potente, que se encuentra en una de las caras de su poliedro existencial, sumido en aventuras en las que se siente cómodo y yo añado que “necesario”. Siendo un excelente y realizado pintor y un excelente poeta, además de escenógrafo, coreógrafo, restaurador conservador y tantas otras dimensiones de esa particular poésis vivencial, ahora está sumido en la crítica de arte, en la gestión cultural y en el comisariado de exposiciones. Pero no en un plano experimental, mi querido amigo está haciendo cosas importantes, de trascendencia pública, de bien comunitario, de crecimiento cultural, trabajando para importantes medios de comunicación e instituciones que desde que cuentan con su inapreciable colaboración, están mostrando, no cabe otro nivel, excelencia.
Ante semejantes noticias, a uno no le queda otra opción más que el regocijarse y como se hace en el tantrismo budista, expresar el agradecimiento en las diez direcciones del universo y en sus tres tiempos: pasado, presente y futuro, y que esa satisfacción se expanda y llegue allí donde haga más falta. También podríamos plantar un árbol deseando su rápida fructificación como en las tradiciones chamánicas o simplemente escribir como en Japón nuestros deseos y anudarlos delicadamente a sus hojas, y que el viento expanda tanta emoción. ¿Y porqué tanta emoción?.
Recuerdo hace años, y nos remontaremos a los mismos momentos en los que con mi amigo hablábamos de la belleza trágica de los olivos andaluces, o de la incorporeidad de Ionesco, que irrumpió en mi vida, cosas del amor, un personaje vinculado a tal fatal circunstancia, el cual, en unas maniobras estructuradas en la más vil de las estrategias, intentaba extraer de un noble, joven y desvalido pintor, las entrañas nectáreas de la praxis creativa. Esta persona, o personaje, hoy me recuerda a los fantasmagóricos y trágicos personajes femeninos de Tino Casal, una Eloisa o una embrujada “reina de la noche”, fagocitadora de belleza, ajena a las razones poéticas del arte, pues carecía de contexto e idiosincrasia como para entender la belleza efímera de la flor del almendro o el porqué uno puede enamorarse eternamente de una anónima muchacha turca que atraviesa el Bósforo vespèrtinamente en en transbordador desde Asia hacia Europa. Pues bien, el personaje, cuya máxima sensibilidad consistía en egóticas actitudes cual ver la belleza de su propia imagen en un charco, en el que lo importante no era su efímero rostro, más bien cuantas otras divas previamente realizaron la misma gesta y hoy son polvo de estrella o surco de arado, recuerdo tardes altruistas en conversaciones en triángulo con la presencia de mi amada, amor de postín, de olvido borgiano, repasando desde mi siempre particular visión, la historia del arte. ¿Y cual era o fue tanto interés?...aquel personaje necesitaba aproximarse al alfabeto de lo creativo desde los labios de un creador, tomar buena nota y conseguir unos mínimos como para desde su entonces profesión y estudios cambiar radicalmente y desde su egotismo cada vez más creciente y acentuado convertirse en la capital mundial de arte, en crítica, comisaria, “currator”, llegando a trabajar y firmar para grandes publicaciones. Claro, ello seguramente, conociendo al personaje, entre favor y favor y fagocitación y fagocitación, de imprudentes artistas.
Leer sus críticas hoy, !que Dios nos pille confesados¡, no deja de ser inmersión en mercadería barata, puesto que este tipo de críticos de la nada, al no poseer, por mucho que lo hayan intentado en su vampirismo, de una sensibilidad “cultora”, devienen irremediablemente y afortunadamente pues les vemos el “el plumero” en relatores de eventos y en serviles títeres de las modas al servicio del no menos insensible e insensato monstruo neo-liberal, del objeto comercial, del arte y el artista “cosificados”.
Así leo las críticas de mi buen amigo, jardinero fiel, y las comparo con las de esta malograda crítica, pues los logros se consiguen cuando la honestidad y el trabajo son una misma cuestión. Y percibo rápidamente, que irremediablemente para escribir, hablar, ensayar sobre arte, se debe partir de un corazón artístico, y si ello no es posible al menos de un corazón noble, motivado sin la menor duda en la honestidad.
Claro que mi amigo ha gozado en su bagaje de las mieles del arte, pues él las ha creado y defendido y ensalzado, y despojado de sus retóricas innecesarias y ahora goza del beneplácito hacia una de las más arduas tareas ante las cuales debe intervenir el ser humano, la tarea de poner palabras a aquello, cómo por ejemplo en mi interés la pintura, la cual carece de ellas, pues no las necesita. En ello, con una delicadeza procedente de ser hombre religioso como para hablar de dios o monje tántrico como para poder explicar los símbolos del universo mandálico, o ser poeta como Onetti para hablar de poesía, mi querido amigo escribe con pluma elegante y medida, “cultora”, sobre un arte vivido con sensibilidad artística.
Así como creador, loa la creatividad, y como destructor, destruye aquello que carece de dignidad y supone engaño, fraude, y servilismo, algo que en esta ecuación sería defendido por críticos como la personaje expuesta anteriormente.
En ello se fundamenta esta mi emoción, en sentir que mínimamente y entre tanta gratuidad, aún quedan críticos de arte que hacen bien su trabajo. Y ¿Cual es el trabajo de un crítico de Arte?. Yo, opino, que debe ser el de convertir, desde las valiosas facultades humanas de la razón y la emotividad, el arte en objeto de conocimiento por encima de objeto de mercado, y en ello dignificar el papel del artista, como entidad cultora, sensibilizadora, crítica, transformadora, incluso transmutadora. Y denunciar a quien se aleje de estos “éticos” parámetros tan propios de la necesaria fraternidad y concordia humana.
Pero quedan torres muy altas que debieran caer. Puedo hablar de ello, pues lo he vivido en mis carnes en estos más de veinte años de aventura artísticas, y puedo decir que la mayoría de críticos que he conocido, por haber escrito sobre mi trabajo, o en general por seguir sus crónicas periódicas, no han sido más que personajes, a la altura del anteriormente expuesto, controversia al crítico de “moral abierta”, el amigo del feliz reencuentro. Así puedo decir en mayúsculas que hay críticos cuyos trabajos se realizan simplemente y sin conocer al artista en un visualizado fotográfico de sus obras en un catálogo. Otros cuyo trabajo, además de sus minutas y dietas pagadas por el medio para el cual escriben, exigen obra del artista a cambio de su pluma, puedo hablar de colecciones importantes de arte contemporáneo conseguidas a través de esta vil práctica en manos de al menos de los dos grandes monstruos sagrados de la critica en Cataluña. Puedo señalar igualmente pues los conozco, que hay críticos que escriben océanos de tinta en numerosos medios tan solo por su afiliación a ciertos partidos políticos en el poder, favoritismo, tráfico de influencias sin duda...
¿Dónde está la moral, la honestidad, los sentimientos?. ¿Porqué entrar en estas dimensiones humanas, si se carece de ella?.
Satisfacción porque un poeta escribe sobre poetas, un pintor escribe sobre pintura, un ser humano escribe sobre el hombre.
Y dejamos de ser “cosificados” y subordinados al mercado, a la política, al ignorante. Y lo escribo muy claro, en base a lo que siento y a la experiencia, sobretodo dirigiéndolo a quien lo pueda necesitar en lo reflexivo, también pensando en mis alumnos, pues en muchas ocasiones escribo este tipo de líneas en el interés de favorecerles y animarlos, en este caso, categorizando que en muchas ocasiones, las críticas negativas respecto a una obra de arte, pudieran ser entendidas como “gloria bendita” viniendo de quién vienen.
Ojo con la crítica de arte o “no es oro todo lo que reluce”. O tal vez decir, que en muchas ocasiones la crítica del arte es reducto de los ignorantes.
!Ánimo mi querido amigo, jardinero fiel, crítico noble¡.
Desconfiar de ciertos críticos es algo sano y evolutivo.
Desconfiar de ciertos críticos es algo sano y evolutivo.
Rafael Romero
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