Pequeño
e insignificante tratado sobre cómo ejercer una responsable y
satisfactoria praxis de la creatividad artistica.
...Algunos
han de alejarse de su endiosamiento creativo, artístico, pues desde
tan alta atalaya, aunque resulte increíble, poco se divisa. Otros
deberían alejarse de ese absurdo alienamiento en la rebeldía. Otros
se hayan profundamente perdidos en una hermética razón hegeliana, y
otros en una caótica carrera intuitiva e introafectiva
(emocionalismos improductivos), y todos sufriendo extremadamente por
la estructura temporal de las cosas, el paso del tiempo, elemento
destructor, opositor, resistente, que cabe relativizar...Todos
necesitan tal vez adentrarse en su cálido Yo...Volver a casa.
...La
humildad es la compañera de todo descubridor.
De
la miseria del aislamiento.
María
Zambrano
Una
de las preguntas clásicas y cíclicas de algunos de mis alumnos, en
el contexto de la enseñanza superior de las artes, es: ¿cómo se
llega a ser un buen artista?. O planteada de otra manera: ¿cómo
conseguir la exceléncia en una obra de arte?.
Esta
cuestión, vestida de formulaciones diversas, es muy planteada por
parte de entes inquietos por el vasto conocimiento de esta área del
saber humano, el arte y la creatividad. Cuando hemos entrado en el
asunto, en sanas tertúlias de aulario, estos, coinciden en explicar
preocupados, cuan difícil les resulta superar el caos que les genera
la indefinición y la entelequia que supone la cuestión. Algunos,
plantean, que les resulta árduo encontrar en el complejo mundo en el
que vivimos, espacios, territorios predispuestos para la dialéctica
y el debate,...territorios que sirvieron antaño para resolucionar
tantas inquietudes, hoy terrenos baldíos, como señalaría Benedetti
en su poemario. También apuntan su sensación de aislamiento
silente y la gran incomprensión por parte de un mundo que no
atiende a estas cuestiones, pues son intrascendentes a la cartesiana
y calculada máquina neo-liberal. Añaden además, que el
profesorado, en este contexto universitario, que debiera ser cultor,
ejemplificador y motivador, les resulta cada vez más, salvo
contadísimas excepciones, un pozo seco, un extranjero alienado en
otras incomprensibles patrias, luchas y banderas. También que muchos
se perdieron en el mercenariado de la sumisión a tanta crítica de
arte “curatora”, al servicio de “su majestad”, dejando de ser
ellos mísmos para practicar modas y tendencias dirigidas al “no
ser”, al “no pensar”, al “no molestar”.
Y
así, devienen en consecuencia en este caos, más caos, entes
callados, que lo observan y fagocitan todo, sin importar su calidad
y apetencia, coleccionan bárbaras ideas ajenas y olvidan, no se les
enseñó de otra manera, el cultivo de las propias. Ante este estatus
animofágico, comentan, no les queda más remedio que remitir su
inquieta cuestión a un recorrido íntimo por sus introafecciones y
un llegar a sus propias conclusiones, si llegan, puesto que muchos
tiran la toalla desde la desmotivación y la no consecución de
respuesta.
Yo
les respondo entonces, que su pregunta de ¿cómo llegar a ser un
buen artista?, ya tiene en esta disertación gran parte de respuesta.
Al menos, hay consciencia de oscuridad y necesidad causa-efecto de
buscar luz. También, y esta es una respuesta universal, aplicable a
cualquier área de conocimiento, queda aquí clara la idea de que
todos huimos de la infelicidad buscando la felicidad y también de
que todo esto, es una cuestión profundamente introspectiva y que en
definitiva, sencillamente, la buena obra de arte procede del buen
artista, alguien que cultivando su interno en valores altruistas
comparte con los demás su excelencia. ¿Acaso no es todo ello un
camino de crecimiento personal?.
En
todo caso, a mí, y creo que a cualquiera, le resultará difícil,
por no decir imposible, dar una respuesta universal a esta complicada
cuestión. Personalmente, he procurado entrar siempre en este tipo de
debates, con mucha prudencia y responsabilidad ética. La pregunta,
debe ser contestada con sinceridad: “ No lo sé”, o “llevo
años buscando esa respuesta” o simplemente uno debe expresar sus
acertadas o equivocadas conclusiones, intuiciones experiencias, con
atención y respeto cómo para que tu alumno deje de sentirte cómo
un poseedor de la verdad y te vea más cómo otro, como él,
sencillamente “buscador”. Si por mi parte hay estos atrevimientos
reflexivos, ello responde a una cuestión de responsabilidad docente
y desde ello, intento exponer a manera de escrito, mis personalísimas
y relativas intuiciones, que no conclusiones, al respecto.
Intuiciones, cabe decir, de escasa importancia, insisto, puesto que
aquello que para mí puede tener validez, para otros puede dejar de
tenerla.
Aquí
no hay hojas de ruta cartesianas y axiomáticas que te lleven a la
excelencia creativa, yo al menos las desconozco. Pero lo que si hay,
pues esto lo he practicado y corroborado, es una vía introspectiva,
personal e intransferible, asentada en la emotividad de cada cual.
Tal vez todo estribe simplemente en la búsqueda de la plena
satisfacción que aporta la creación desde la profundidad emocional
de cada uno: yo al menos así lo he defendido siempre, el éxito, la
grandeza artística, ha de ser en primer orden personal y ha de
responder a una autenticidad ontológica. Y desde estos parámetros
y mucho y constante trabajo se experimenta un gran crecimiento
personal y de servicio al otro, y creo que ello te lleva
progresivamente a sentirte un “artista en plenitud” o un “artista
realizado”. Si ello se consigue, la consecuencia sin duda no puede
ser otra :una excelente obra artística. De una excelente persona,
aparecerá seguro un excelente artista y de un excelente artista,
claro, una excelente obra.
Seguramente
algunos no estarán leyendo ya estas líneas y se habrán ido del
discurso, ...esperaban quizás encontrar una contundente y clara
presentación de una hoja de ruta para entrar en el Olimpo.
Deseándoles lo mejor, agradezco a la vez su marcha pues ello implica
que como buscadores, intuyen, creen, que este no es su sendero. Pero
ello, me suscita plantear en voz alta la pregunta ¿hay un sendero,
camino, ruta hacia la consecución de tan idílica y ansiada
conclusión, encontrar la verdad última del arte, su grandeza, su
excelencia ?. Debiéramos dejar todos de ser reyezuelos y dejar de
perder el tiempo y hacérselo perder a los demás. Debiéramos no
tratar de encontrar fórmulas inexistentes en esos satélites
externos que nos saturan de ansiedad, ego e indignación, debiéramos
tal vez “volver a casa”, al hogar, dejar de deambular por esos
mundos de Dios y depositarse en uno mismo y encontrar la gran paz
natural que supone este auténtico, primigenio, atávico reencuentro.
Y corroborar que todas las teorías existentes no son más que burdos
placebos. Y que la auténtica razón final solamente llega en cuanto
se han procurado depuraciones drásticas, la mayoría de ellas
fundamentadas en el sacrificio, en la anulación del ego y el
altruismo. Encontrar “el corazón limpio”, pues creo, siento, que
el gran artista y en consecuencia la “gran obra de arte”, es
aquella que procede del corazón del ser integro.
He
aquí que aparece el primer escollo natural a salvar, un alejamiento
de lo satélite y un reencuentro con ese YO descuidado durante tanto
tiempo, al que tan sólo se le habla para entonar discriminaciones y
defectos, al que pocas veces se le cuida y mima, se le escucha en su
respirar, en su caminar, al que obsesivamente e insistentemente
forzamos en la proyección frente a la introspección. Por cierto,
proyección generalmente de una mente y un corazón poco estudiado y
trabajado con la consecuente garantía del fracaso.
El
primer punto, opino, respecto a cómo optimizar el trabajo creativo y
artístico de cada cual, estriba en una profunda convicción en
cuanto a que el trabajar incansablemente comporta siempre buenas
consecuencias y resultados. Pero este punto que pudiera parecer el
primigenio, es totalmente ficticio y resulta una lógica respuesta a
nuestro deseo de inmediatez. Cabe no obstante una reflexión aún más
primigenia respecto a este tránsito: antes de trabajar vale la pena
tener las ideas claras respecto a lo que se desea trabajar. Cabe sin
duda por tanto tener un objeto de conocimiento, prolegómeno, axis
con el que comenzar ese extremado y nada fácil camino de la obra de
arte.
Para
trabajar la tierra y obtener su fruto, uno debe ser, si desea tener
éxito, campesino. ¿Pero que es ser campesino en la creatividad
artística?. Para optimizar su trabajo y conseguir una excelente
cosecha, el campesino, ha de conocer la tierra, su color, olor y
sabor, textura, organolepsia, conocer la climatología, los ciclos
biológicos de la botánica, las potenciales agresiones y
enfermedades que afectan la salud de los vegetales, los aportes
nutricionales, la influencia de los astros, la sabiduría ancestral,
el legado que dejaron otros tantos sabios campesinos, incluso el
refranero popular y su significado practico en tareas agrícolas.
Nadie puede cultivar la tierra esperando buenos resultados si tan
solo trabaja la tierra mecánicamente y sin una base de sabiduría.
En el caso del creador, en nuestro contexto, plástico, ello no
resulta tan resolutivo y lógico, su área de conocimiento deviene
una auténtica entelequia e inconcreción. La hoja de ruta es
totalmente intangible y debe ser buscada en un proceso silencioso,
inconmensurable empresa, en un territorio frágil, oscuro y extraño.
Estamos hablando de su propio sujeto y sus límites entre la vida y
la muerte, entre la felicidad y el sufrimiento. La tierra a cultivar
y que ha de dar fruto no es otra que su propio ser posicionado ante
el mundo y el universo, un ser lógico y afectivo, razón e
intuición. De este ser y sus introafecciones surje tras mucho
trabajo y esfuerzo el fruto artístico. Así pues la unidad mínima
irreductible del arte no es otra que su artífice, el ser y su YO.
Estamos
hablando del artista como alguien que en definitiva desea explorar
el mundo exterior desde el mundo interior, y compartir sus resultados
y conclusiones con otros entes lógicos y emocionales, este es el
artista, un hermeneuta, entidad metafísica, recorrido ontológico.
El artista se empeña en ejercer, ante la extrañeza de la efimeridad
y limitación de su ser, la revelación de misterios universales.
Igual que el condenado a muerte merece gozar de un último deseo, el
artista merece el categorizarse en su “tempus fugit” cómo un
héroe al que le pertoca el intento de ordenar en tan poco tiempo
tanto caos, el intento de encontrar un camino que nos lleve a todos
sin excepción a la verdad. No hay mucha diferencia con otro tipo de
buscadores, mucho más empíricos, como los científicos, en todo
caso estos ejercen esa búsqueda, responsabilidad humana, desde su
razón, el artista lo hace fundamentalmente desde su intuición. Pero
ambos, en definitiva son alquimistas que tratan de volver visible lo
invisible.
las
bases educativas actuales de nuestra sociedad, se empeñan,
mayoritariamente, en descartar el interno improductivo del individuo,
para trabajar con él desde la más tierna infancia desde parámetros
proyectivos. Tal vez corren y proliferan por ahí, tendencias
placebo, como las corrientes que preconizan la suma importancia del
desarrollo de la memoria emocional, pero a mí, no me acaban de
convencer en cuanto a que si bien sus axiomas pueden ser
interesantes, acaban siempre al servicio de ese caballero “don
dinero” que es el que acaba organizando y decidiendo nuestras
existencias en estas locas y ya prácticamente globales sociedades
de la sumisión y la obediencia neo liberal. Claro, la dimensión
introspectiva, aquella en la que dormitan los sentimientos y las
emociones, interesa en su letargo pues se demuestra que el ser es
mucho más productivo desde el llevar sumisamente su yo al mundo
envolvente, que llevando el mundo envolvente a un yo interno sólido,
ético y resolutivo. Así su mundo interior se convierte, por una
simple cuestión de desconocimiento del mismo, en territorio, irreal,
ficticio, lánguido y frágil. Claro, el artista cuya fuerza motriz
son los sentimientos no puede proceder más que precisamente de
estas interioridades, dimensiones ignotas y por tanto, en la medida
que desee hacer florecer su en esencial, rico y potencial mundo
creativo, deberá, no hay otro camino o posibilidad, recuperarse a
sí mismo desde su re ubicación en estos enteléticos territorios.
Muchos jóvenes artistas, generacionalmente, ya han sido educados en
esas fenomenologías proyectivas y son más hábiles en ellas que en
las internas. Por otro lado, muchas veces, los caminos de búsqueda
interna, endopáticos e introafectivos, son, han sido
categorizados, cómo sinónimo de debilidad e ineficacia en estas
sociedades en las que el triunfo viene dado por la estricta habilidad
racional y el control y mesura de las emociones, en el mejor de los
casos una emotividad condicionada al servicio estricto de la razón,
véase un precedente histórico afín en la Ilustración.
El
yo introspectivo, es el sujeto artífice de toda nuestra experiencia
artística y creativa, y ¿que ocurre si lo desconocemos?, pues que
la experiencia creativa y artística no se sostendrá. Hay quien me
cuestionó en cierta ocasión esta categorización al referirse a
Andy Warhol en el contexto Pop-Art. Warhol, preconizaba la más
drástica de las frialdades depurativa y emocionales en cuanto
defender una obra aséptica en la que en sus seriaciones la
idiosincrasia y el sentir del creador quedaran reducidos a la nada .
Pero incluso para llegar a esta conclusión conceptual, Warhol tuvo
que recurrir a sus afecciones, y este efecto llamado obra de arte
tiene una causa, seguro, en un convulso mundo interno.
En
este trayecto de génesis de la obra de arte, opino, que el artista
debe comenzar por observar, cuestionar, reorganizar, reinventar,
reivindicar, trabajar desde cuantas posibilidades sean posibles ese
Yo interno. Se trata pues de reivindicar sin más, que en el Yo, se
encuentra la fuerza motriz de todo artista y creador. En primer lugar
puesto que carece de fisicidad y marco conceptual, siendo un
territorio libre, a menudo cambiante e inimaginable además de
inconmensurable, en segundo lugar puesto que carecemos de pautas
pedagógicas, tutorizaciones eficaces que nos lo presenten como
objeto de conocimiento y trabajo , a veces no es más que un problema
de autoestima, de falta de amor hacia uno mismo, de sustentación,
de cimientos, cuando en la mayoría de los casos somos tan solo
fachada. El Yo interno suele dar miedo, terror a descubrirnos. La
introspección, requiere por naturaleza, de mucha soledad y silencio,
muchas horas de conversación con uno mismo, un dejar fluir
libremente nuestros pensamientos e ideas para poder observarlas.
Ello es extraordinariamente difícil, hay muchos tapones y barreras
en ese camino Tal vez el tapón más difícil resulte el poder
ejercer dignamente, en estas agresivas sociedades del “Tener”, la
idiosincrasia del “Ser”. Y el artista “Es”, por encima de
“Tener” .
El
Yo interno, fuerza motriz de una creatividad y arte éticos y de
bonanza no puede ser confundido con el Yo del “Ego”. Fuera de
reflexiones semánticas, etimológicas y formales, cabe distinguir
desde el sentido común experiencial entre un Yo de la
responsabilidad y un Yo de la irresponsabilidad o el Yo ególatra. Y
ello se ordena en base a una simple y bien conocida necesidad: la
búsqueda de la Felicidad.
El
Yo interno, llamémoslo altruista , es un misterioso territorio sine
qua non al proceso creativo y artístico, un territorio por
explorar y descubrir vinculado a un paulatino crecimiento personal.
Este se desarrolla desde un experiencial sentido de la búsqueda de
la felicidad y alejamiento del dolor y el sufrimiento y comienza a
enraizar y tener fundamento en proporción al ver cada vez más a los
demás cómo a uno mismo, en mayor valor en cuanto a la proximidad
que no a la diferencia. Aquí aparecen las emociones y los
sentimientos de paz, amor, fraternidad, compasión, etc.
El
Yo llamémoslo Egoísta, apena guarda misterios y apenas es
territorio ignoto, es estrictamente proyectivo y en muchas ocasiones
mecanismo causa-efecto de un atroz miedo al fracaso, a la soledad y
al no reconocimiento. Este, también ocasiona un crecimiento personal
en cuanto a potenciar una violenta preservación en la que todo vale.
En este caso más valdría hablar de él respecto a su progresivo
decrecimiento configurando un ser que mengua hacia el dolor,
alejándose de la felicidad.
Cada
cual aprende por sus propios medios a cultivar su tierra, a ser
campesino o un simple removedor de suelos baldíos. El buen fruto
del campo se obtiene con mucho amor y el buen fruto artístico
también. En cambio el egoísmo no da buen fruto . El motor
generatriz del arte y la creatividad se fundamenta en los
sentimientos, y si el artista carece de una base amorosa y altruista,
de corazón limpio, el arte no pueden ser más que convulso,
iracundo, desordenado y condenado, a pesar de efímeros espejismos de
grandeza, sin duda megalítica, a un bien seguro fracaso.
También
hay campesinos que utilizan pesticidas y agresivos y tóxicos
productos químicos, para obtener rápida y anti naturalmente un
fruto bellísima, pero que no causa más que problemas de salud a su
consumidor. Su bolsillo seguro estará lleno, pero ¿y su corazón?.
Al artista que cree frutos tóxicos desde su ego, se le ha de secar a
la larga su corazón.
Si
el yo altruista en constante crecimiento, es vinculado a la anterior
fórmula ya nombrada de mucho y constante trabajo, el resultado no
puede ser en absoluto malo y mucho menos el valor que nos procurará
de felicidad, sobretodo al ser compartido desde el altruismo. No
hablamos de lo discursivo, lo temático, del qué se comparte y de su
estética, hablamos de su fundamento generador y de la constancia en
este. De ahí se diversificarán millones de propuestas diferentes en
base a millones de individualidades diferentes. Pero todas ellas bien
fundamentadas.
¿Y
qué cultivar?. Esto varia según la experiencia vital del campesino,
sus propensiones, gustos, valores aprendidos, también valores
heredados...¿que más da?, el caso es que habrá un buen fruto,
ecológico, sano, ético y altruista a compartir. En el caso del
creador artístico el dilema será: ¿Qué explico ¿qué comparto?.
En este caso no debe preocuparse demasiado puesto que este dilema
desaparece acorde al crecimiento personal, la experiencia y el
constante trabajo. Hay tantas cosas por practicar, descubrir y
compartir. Incerteza en el camino, claro, pero certeza en el
objetivo.
Así,
desde mi modesta opinión, el artista, evidentemente debe trabajar y
mucho creando y produciendo, pero no antes de tener bien amueblado y
decorado su territorio interno. Así como el campesino conoce y mima
la tierra antes de sembrar, el artista debiera tener bien asentado y
firme sus foros internos. Su Yo altruista, emotivo, sentimental
debiera permanecer a flor de piel, este es su axis mundi, su motor
primigenio.
Pero
¿cómo cultivar el Yo?. Generalmente es una cuestión natural que se
va desarrollando a través del tiempo y la experiencia, no es en
absoluto un punto de partida cerrado, no es comenzar una andadura
tras reforzar el yo de las emociones y los sentimientos. Este estará
forjándose siempre a lo largo de nuestra existencia. Pero si que
podemos favorecerle al máximo cuanto antes, liberándonos de miedos
absurdos, liberándonos de nuestros propios venenos, el odio, la
envidia, la violencia. Sabemos que nuestro íntimo ser es territorio
en el que poder calmar nuestras convulsas mentes, hay quien cuida su
cuerpo, debemos también cuidar nuestro Yo interno, el altruista, el
que nos aporta felicidad y aporta felicidad hacia los demás. Creo
que es una simple cuestión de transformación, mi yo convulso me
provoca ansiedad, malestar, infelicidad en definitiva y mi Yo
apacible, calmado y sereno me conduce a la felicidad. Ponemos en la
balanza felicidad e infelicidad y todos, sin la menor duda apostamos
por la primera opción. “Calma Mental”, esa debiera ser una buena
pauta, procurarla no solamente en el ámbito del creador, sino
también en cualquier actividad humana. Muchos preguntan: ¿Pero cómo
procurar esa Calma Mental, si tengo tantos problemas?. Es
extremadamente difícil pero a la vez simple: relativizando los
mismos pensando en positivo en nuestra potencial capacidad de
superación. Y esto también se consigue con el paso del tiempo y en
mayor proporción cuanto más bagaje tengas en estos desagradables,
inevitables, pero necesarios recorridos.
Hasta
ahora, podemos categorizar las siguientes cuestiones respecto a cómo
ejercer una “buena”, “excelente” praxis de nuestra
creatividad.
1.-
Reconociendo, recuperando, revalorizando nuestro Yo interno más
benéfico y discerniéndolo, separándolo del Yo burdo, el Yo del
ego. Pronto, ese Yo de la autenticidad, manifiesta su riqueza
emocional y sensible, pronto desde él, aparecen ganas imparables de
erigir discursos compartibles a través de la creatividad de cada
cual, desde el trabajo y el buen uso de habilidades y calidades
técnico-procedimentales, configurando una categórica obra de Arte.
2.-
Trabajando, trabajando y trabajando. Trabajar incansablemente, un
trabajo, imparable, voraginoso que se irá moderando progresivamente
desde la ley universal de descartar, desde nuestros criterios de
“dignidad”, separar lo válido de lo inválido, una pirámide
inversa de depuración que irá llevando a una obra sólida. Si no
hay mucho esfuerzo y trabajo, insisto, difícilmente se logran buenas
conclusiones.
Curiosamente
ocurre que un Yo interno bien asentado, de autoestima, de crecimiento
personal y de altruismo, ese Yo que hemos defendido como valor “sine
qua non”, generatriz de una obra de arte humana y sensible,
rápidamente, como valor intrínseco de un individuo creativo, ejerce
sus lógicas funciones proyectivas. Es decir, que comenzamos a
observar, mirar y valorar todo aquello que nos rodea, pertoca y
preocupa, del llamémoslo, mundo externo. Así deviene un esteta y a
la vez un pensador, siendo todas sus percepciones objeto de
conocimiento y potencial creativo, en nuestro caso, en los pintores,
de carácter plástico. A ello, yo le llamo fenómeno ventana., una
mirada hacia el ámplio mundo. Un mundo externo que será
progresivamente indisociable del interno. Habrá nacido un mundo
único, que recorrer y practicar desde la más grande de las
motivaciones. Cierto es que la experiencia vital respecto a lo que
nos aporta el mundo es inconmensurable. Y aquí es cuando el artista
abre de golpe y desde la penumbra esa ventana que le conecta con el
universo y observa cual fagocitador de placenteras emociones y
razones, el Todo. Todo aquello susceptible de ser vivido y
experimentado, y ello lo hace desde su excelente percepción , un yo
ególatra experimentará por el contrario constantemente tal ceguera
que difícilmente en su limitada y pobre existencia haya una ventana
abierta al universo. Y uno mira a través de este umbral y se
proyecta fuerte y sólido hacia él y lo vive y lo estruja y le saca
todo el “alimento mentis” necesario para seguir creciendo, y en
ello ya está creando pues estamos en aquel territorio “invisible”,
de la creatividad. Reordena pues lo que vive, lo cuestiona, lo
metamorfosea y le da forma desde miles de lenguajes y aventuras
plásticas y conceptuales, y aquí es donde tenemos la obra de arte
que po es más que el resultado de una vivencia de hermoso, altruista
y amoroso crecimiento personal.
Un
yo altruista bien fundamentado, mucho trabajo y una universal ventana
abierta cargada de sugerentes invitaciones a la aventura, he aquí,
lo que yo humildemente entiendo y así lo ejerzo, como una buena
praxis de la cuestión artística y creativa.
Lo
que la ventana me ofrece.
Este
es el punto tal vez que más me pesa comentar puesto que pudiera
prestarse a malas interpretaciones. Claro, ahora toca mencionar, creo
que es necesario aquello que personalmente forma parte de lo que yo
he vivenciado a travésde mi particular ventana, mi relación con el
mundo y que ha dado lugar a tantas iconografías en mis trabajos como
pintor. Y quisiera hacerlo nuevamente con boca pequeña, más pequeña
incluso que respecto a los puntos precedentes tratados en este
ensayo, puesto que es ahora cuando uno debe, a la fuerza por otra
parte, hablar desde el yo más íntimo. Y lo hago abriéndome las
carnes, algo que a los que hemos decidido dedicarnos a la pureza
plástica, nos cuesta horrores, claro, ir más allá del discurso
plástico como lenguaje e ir a desgranar, ejemplificando,
conceptualizando esos territorios silenciosos, no resulta nada fácil
ni agradable.
Yo
comencé, hace años, abriendo mi propia ventana con pretensiones
filosóficas, es decir con el interrogante siempre bien presente y
por lo tanto dispuesto a experienciar en búsqueda de la respuesta a
tantas preguntas existenciales. Con el paso del tiempo y desde la
escasa consecución de logros que no aportaban satisfacción a mis
incógnitas, me fuí apartando un tanto de una infértil racionalidad
para practicar la “poesis”, la poética: ser poeta, poetizarlo
todo. Pero entiendo que puedan existir muchas otras posibilidades al
acercarse y mirar por la ventana. En mi caso siempre ha sido todo muy
calmado y sosegado, pudieran existir no menos valiosas actitudes
contrarias, agresivas, convulsivas, provocativas, las cuales me temo
responden a una escasa concienciación de aquel primer, primigenio
valor del altruismo el cual predispone a estas praxis más pacíficas.
En este punto solo cabe, con boca pequeña, insisto, hablar de la
experiencia personal, yo he abierto mi propia ventana y en ella,
genéricamente, siempre he divisado territorios de esperanza y
optimismo dispuestos a ser compartidos desde iconografías que se
han ido depurando y concretando desde mucho, incansable, voraginoso y
pasional trabajo. Mi gran deseo fue siempre compartir aquello que en
mis mundos inventados a mí me provocaba felicidad y a los demás
pudiera provocar también felicidad. Y en esa observación de los
fenómenos a partir de mi particular ventana y tanto y constante,
insisto, trabajo, me he ido vinculando a aquello que he ido
considerando oportuno, diversos axiomas empáticos, cuestionadores de
lo “sedentario”. La amplia ventana, me ha ido mostrando,
fundamentalmente desde la recomendable, por su extraordinaria
riqueza, posibilidad del viaje, siempre un mundo enorme ante el que
no cabe más responsabilidad que ejercer nomadéos y acercarse a
muchos diversos y ricos territorios, culturales, espirituales,
históricos y oníricos. Territorios, que en lo estrictamente
geográfico, caprichosamente, han despertado mayor interés, mientras
más se han acercado al sur y al este. Mecanismos de reconocerse uno
mismo en la alteridad... el norte y el oeste siempre me resultaron
improductivos. Y también he ejercido este nomadéo en el valioso
territorio de lo atemporal, refugiándome, como así tantos otros
también lo hicieron, en épocas pasadas, tal vez esto con más
frecuéncia en la medida que uno madura, por decir más
elegantemente envejece. Y ocurre al respecto, que en estos momentos,
uno, a diferencia de jovialidades precedentes, ya no mira tanto al
futuro, pues este es incierto, y se refugia en aquello que fue y
guarda en ocasiones la tragedia y en otras la suerte de no poder
volver a ser. Y en estas empatías, viajes de ventana, de ida y
vuelta he añadido mi vocación por un aspecto a mi entender
fundamental para este crecimiento personal, como es el valioso legado
“cultor” de otro,s que precediéndonos, dejaron con exceléncia
sus reflexiones escritas, pintadas, musicadas... experiencias en
absoluto diferenciables en sus bases de las nuestra , pues ellos
amaron igual que amamos nosotros y sufrieron igual que sufrimos
nosotros y fueron efímeros igual que lo somos nosotros. Existe pues,
un extraordinario legado, que en la rapidez de la deshumanización
contemporánea se insiste en relegar al olvido, pues invita a pensar
por encima de consumir.
Estos
son pequeños matices de mi ventana, empatías, introafecciones que
mueven mi máquina vital y van configurando, después de toda mi
vida, desde la más tierna infancia pintando, mi idea del “hortus
conclusus”, un huerto que se está acabando, pues creo, intuyo, que
pocas novedades aparecerán ya en el trayecto que me quede...!con
estos cuatro tomates y lechugas soy tan feliz!, no necesito mucho
más.
Tan
solo soy un humilde e intrascendente campesino y por lo tanto, cierro
esta ventana, y la doto nuevamente de intimidad, no por recelo, más
bien por respeto. Si la he abierto minimamente no es más que para
invitar a que cada cual practique desde un Yo fortalecido en sus
valores más amorosos, el abrir y experienciar la propia y
contemplar así sus propios paisajes universales.
Matizar
por último, pues no debo extenderme más en este discurso cuya
finalidad es únicamente motivadora hacia este alumnado inquieto, que
en ese trayecto de cultivo de una fértil tierra que ha de dar su
fruto dulce y exquisito, desde un yo fundamentado en una operativa
introspección causa-efecto de un mundo, universo, inconmensurable,
no debe faltar una responsable hermandad artística, cuidarnos
implica compartir nuestros logros, crecer juntos y ayudarnos en esta
noble causa que pudiera ayudar sin duda a mejorar este muy mejorable
mundo. Esta cordialidad, que no es más que una “bienfaissance” ,
escasa y cara, debe ocupar urgentemente el lugar que le corresponde.
Al menos en nuestro contexto inmediato en la enseñanza superior de
las artes.
También
urge llevar nuestra amada actividad, ante el exilio forzado al cual
ha sido relegada por esta deshumanizadora sociedad del “tener”
frente al “ser”, a una dimensión de respeto y consideración y
ello únicamente podemos lograrlo desde un alto sentido de la
responsabilidad y esto, no puede pasar mas que por una sólida
cultura del crecimiento personal altruista y por un incansable
trabajo de calidad desde el constante esfuerzo.
Esta
es la humilde opinión de este peón de albañil de las emociones.
Agradezco
el tiempo dedicado a leer estas línea y espero de corazón, hayan
propiciado reflexiones motivadoras hacia el crecimiento personal
creativo y artístico, aquel que lleva sin duda a crear una muy buena
obra y por lo tanto crear un gran ser humano puesto que la grandeza
y calidad artística son inseparable de la grandeza y calidad humana.
Rafael
Romero.
Pintor.
Profesor
del laboratorio de materiales escultóricos y pictóricos.
Facultad
de Bellas Artes. Universidad de Barcelona.
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