La España enfrentada: de la anamnesis al olvido.
Cuando se desarrollaron los pactos políticos y económicos, nada claros y túrbidos, que pondrían la primera piedra hacia la transición democrática, se olvidó, premeditadamente, por todas las partes contratantes, un delicado y trascendente conjunto de hechos. El cainismo que supuso un enfrentamiento ideológico forjado en los extremos de dos ideales, progresismo y conservadurismo, dejó miles de nombres, mujeres y niños, fusilados, linchados, reventados por las bombas y por el odio. Unos, los muertos, que vete a saber si descansan. Otros, porque entre las víctimas existen muchas categorías, los que continuaron en vida, una vida incompleta por las ausencias, por el escarmiento público, por el forzado exilio, por la perdida de la dignidad emocional, física, ideológica, los que sufrieron en sus silencios y merecen quizás aún más que los muertos un reconocimiento que les consuele, porque el consuelo le sirve solamente a los vivos. Así, victimas en dos bandos, pero con diferente trato, entre los muertos, unos inscritos con todos los honores en monolitos y fachadas nobles, epitafios de heroicas cruzadas nacionales y católicas...los caídos por Dios enfrentados en rebeldía a un sistema constituido por voluntad popular y democrática: la República. Otros, sin nombre y sin mortaja, perdidos aún en la mayoría de los casos en esta extraña España. Entre los vivos unos premiados por su fidelidad y servicio a la patria (como si la patria fuera un ente), otros condenados a guardar silencio en programas exhaustivos de reeducación.
Ahora, que tan en vilo se encuentra la idea de la recuperación de la memoria histórica, tal vez porque a aquellos que sellaron los pactos transicionales se les difuminó su peso político, tal vez porque algún juez valiente ha incidido en reabrir sin más remedio estas mal cosidas heridas, tal vez porque el sentido común acaba manifestándose tarde o temprano impulsando al ser humano en pro de valores constructivos desde su buen hacer Rousseauniano. En definitiva estos momentos valiosos de cordura ojalá se desarrollen hacia la máxima consecución de su objeto de conocimiento: restituir la dignidad de aquellos que perdieron lo más valioso que poseían: la vida.
Reconozco que soy persona de escasa confianza hacia ideologías concretas, es más, quien me conoce sabe que mis dinámicas vitales se desarrollan en un auténtico eclecticismo, algo que he defendido siempre como valor de crecimiento y riqueza emocional. En ese sentido, reflexiono sobre todo respecto a lo que aquí nos pertoca en cuanto a ser ecuánime en la defensa siempre de la víctima. Cabe recordar por supuesto a los caídos por defender un estado decidido en las urnas: demócratas, constitucionalistas, docentes de la enseñanza libre, laicistas, socialistas, comunistas, anarquistas, incluso defensores de la libertad y la democracia venidos de tierras lejanas como los brigadistas internacionales, también como simples soldados, trabajadores de las armas, del régimen de Mussolini y Hitler . Cabe recordar a todos los represaliados que se enfrentan desde su convencimiento de defensa de lo decidido sufragialmente contra un auténtico y contundente golpe de estado. A los que marchan al frente para frenar con su escasez de medios y casi nula formación marcial el avance solo parable provisionalmente en las vaguadas madrileñas y en las riberas del Ebro. Cabe recordar también a los que ni tan siquiera estuvieron en el frente y fallecieron trágicamente bajo lluvia de bombas de la aviación rebelde, de la Luftwafe, de la Aeronáutica Militar Italiana, los que se les vino encima su casa, los que corriendo por las calles son atropellados por la avalancha del histericismo. Los “paseados” y “ajusticiados” en ambos lados por viscerales cuestiones de venganzas, celos y envidias.
Desde pequeño recuerdo algunos anecdotarios familiares que pueden resultar ilustrativos de lo aquí planteado, anecdotarios que han circulado generacionalmente por tantos hogares españoles y que han quedado en una memoria cerrada. Aquí reflexiono también respecto al extraordinario papel de algunos historiadores, periodistas, estudiantes, que voluntariamente en la mayoría de los casos y autofinanciados desarrollan cuadernos de memoria a través del valioso recurso de la interviú a ex-combatientes, viudas, huérfanos y protagonistas directos e indirectos de esta tragedia que no puede ni debe borrarse de la historia. Esos cuadernos de memoria, no dejan de ser esos anecdotarios familiares que son sacados a la luz con el sano fin de presentarlos en sociedad para luchar desde los nobles valores humanos en una concienciación responsable en el sentido de que todo aquello no vuelva a suceder.
Mi tía abuela Sebastiana Menor, era una mujer muy avanzada para su época. En Jaén, ejercía de maestra de escuela, y puede decirse que era una auténtica maestra de la república. Pedagoga de la libre enseñanza llegó a estar procesada sumarialmente y estando a punto de pasar por el paredón cuando fue rescatada de una muerte segura por un joven y apuesto guardia civil, Antonio Barranco Sánchez el cual como héroe de la resistencia del Monasterio de Nuestra Señora de La Cabeza contaba con una gran credibilidad en el bando rebelde. Acabaron siendo un matrimonio excepcional, queridos por su familia y entorno. Ello corrobora que por encima de las ideologías políticas lo que prevalecen son los valores humanos y sobretodo el amor. También recuerdo como un tío abuelo de mi esposa, siendo niño, era testigo de los fusilamientos por parte de falange en la tapia del cementerio de Cazorla. Para ahorrar munición, el tiro de gracia (vaya calificativo) era sustituido con el golpe de azada en la nuca del moribundo por parte del enterrador, vaya canalla, podríamos pensar, cuando la realidad seguramente era la de intentar desde la sumisión no acabar como aquellos. También recuerdo un anecdotario que mi padre en ocasiones ha comentado relativo a algo terrible que ocurrió en su pueblo, Estepa (Sevilla), cuando dos niños viendo como una columna de hombres, armados y abanderados con banderas rojas y negras se aproximaban marcialmente cantando proclamas a sus ideales hacia el pueblo. Así salieron corriendo felices a recibirlos con alabanzas tales como! Viva la CNT!,! Viva la FAI!, claro, aquellas banderas rojas y negras no eran anarquistas sino falangistas, y aquella ingenuidad infantil quedo tumbada en la cuneta tras un fusilamiento y ensañamiento de vileza incomparable.
Estas historias, cada familia seguro tiene las suyas, han de incidir en el rescate de los despojos, tarea en la que está muy mejorable ley de la memoria histórica trabaja actualmente, de tantas víctimas de esta fratricida guerra. Pero algo que me indigna, e indigna a tantos otros, y este es el punto crítico de esta opinión, es la poca ecuanimidad en cuanto a ver, leer, comprobar diariamente que la mayoría de esfuerzos se centran en el bando constitucional, el soberano, el republicano. Pero también hubo victimas en el otro bando, el levantado, golpista y rebelde…la sangre es del mismo color en todos los cuerpos. De estos, militares que creían en unos ideales, sacerdotes, monjas, burgueses, simples empresarios, terratenientes y tantos otros desgraciados, también paseados, humillados y asesinados, de estos poco se habla. Debiera también hacerse un esfuerzo comunicativo y mediático, aun cuando son minoría en comparación con el otro bando, en restituir su memoria y dignidad. Pero la más loable de las dignidades a restituir, opino personalmente, debiera ser la de aquellos que sin pertenecer a ningún bando, dejaron su vida en esta extraña tierra de extremos en las pasiones llamada España.
Un auténtico esfuerzo de honradez y transparencia por tanto, de buen ejercicio de recuperación de la memoria histórica de los terribles hechos acontecidos en la guerra civil española consiste en una responsable praxis de la ecuanimidad. En este sentido. Hay que restituir en conclusión, la dignidad de absolutamente todas las víctimas, del bando que sean, pues en cada lugar de este mosaico existe una segura tragedia. Cabe respaldar esta iniciativa de esclarecimiento de hechos, no tanto desde la absurda categorización de procurar que los muertos descansen para siempre, más bien para que los vivos dejen de sufrir. No obstante, debería obrarse con la máxima prudencia, pues parece resultar este horrible pastel un festín apetecible desde la bien segura manipulación de tantos grupos políticos. Por un lado una desbocada y malintencionada izquierda que utiliza a las víctimas en su enfrentamiento a la derecha y por otra parte una derecha de rancio abolengo que insiste en olvidar para el bien social y paradójicamente el progreso y la democracia. A todos debiéramos recordar que se mantuvieran al margen como partes de implicación dudosa parcial y electoralista. Para dejar intervenir a expertos, profesionales asépticos que desde su vocación y profesionalidad intentan componer este rompecabezas en el cual el resultado final ha de ser el procurar una restitución sin más de la dignidad humana además de una anamnesis, memorar con el sano fin de encofrar y enterrar lo único que debiera ser enterrado en este país, la posibilidad que toda esta barbarie pudiera repetirse.
Rafael Romero
Cuando se desarrollaron los pactos políticos y económicos, nada claros y túrbidos, que pondrían la primera piedra hacia la transición democrática, se olvidó, premeditadamente, por todas las partes contratantes, un delicado y trascendente conjunto de hechos. El cainismo que supuso un enfrentamiento ideológico forjado en los extremos de dos ideales, progresismo y conservadurismo, dejó miles de nombres, mujeres y niños, fusilados, linchados, reventados por las bombas y por el odio. Unos, los muertos, que vete a saber si descansan. Otros, porque entre las víctimas existen muchas categorías, los que continuaron en vida, una vida incompleta por las ausencias, por el escarmiento público, por el forzado exilio, por la perdida de la dignidad emocional, física, ideológica, los que sufrieron en sus silencios y merecen quizás aún más que los muertos un reconocimiento que les consuele, porque el consuelo le sirve solamente a los vivos. Así, victimas en dos bandos, pero con diferente trato, entre los muertos, unos inscritos con todos los honores en monolitos y fachadas nobles, epitafios de heroicas cruzadas nacionales y católicas...los caídos por Dios enfrentados en rebeldía a un sistema constituido por voluntad popular y democrática: la República. Otros, sin nombre y sin mortaja, perdidos aún en la mayoría de los casos en esta extraña España. Entre los vivos unos premiados por su fidelidad y servicio a la patria (como si la patria fuera un ente), otros condenados a guardar silencio en programas exhaustivos de reeducación.
Ahora, que tan en vilo se encuentra la idea de la recuperación de la memoria histórica, tal vez porque a aquellos que sellaron los pactos transicionales se les difuminó su peso político, tal vez porque algún juez valiente ha incidido en reabrir sin más remedio estas mal cosidas heridas, tal vez porque el sentido común acaba manifestándose tarde o temprano impulsando al ser humano en pro de valores constructivos desde su buen hacer Rousseauniano. En definitiva estos momentos valiosos de cordura ojalá se desarrollen hacia la máxima consecución de su objeto de conocimiento: restituir la dignidad de aquellos que perdieron lo más valioso que poseían: la vida.
Reconozco que soy persona de escasa confianza hacia ideologías concretas, es más, quien me conoce sabe que mis dinámicas vitales se desarrollan en un auténtico eclecticismo, algo que he defendido siempre como valor de crecimiento y riqueza emocional. En ese sentido, reflexiono sobre todo respecto a lo que aquí nos pertoca en cuanto a ser ecuánime en la defensa siempre de la víctima. Cabe recordar por supuesto a los caídos por defender un estado decidido en las urnas: demócratas, constitucionalistas, docentes de la enseñanza libre, laicistas, socialistas, comunistas, anarquistas, incluso defensores de la libertad y la democracia venidos de tierras lejanas como los brigadistas internacionales, también como simples soldados, trabajadores de las armas, del régimen de Mussolini y Hitler . Cabe recordar a todos los represaliados que se enfrentan desde su convencimiento de defensa de lo decidido sufragialmente contra un auténtico y contundente golpe de estado. A los que marchan al frente para frenar con su escasez de medios y casi nula formación marcial el avance solo parable provisionalmente en las vaguadas madrileñas y en las riberas del Ebro. Cabe recordar también a los que ni tan siquiera estuvieron en el frente y fallecieron trágicamente bajo lluvia de bombas de la aviación rebelde, de la Luftwafe, de la Aeronáutica Militar Italiana, los que se les vino encima su casa, los que corriendo por las calles son atropellados por la avalancha del histericismo. Los “paseados” y “ajusticiados” en ambos lados por viscerales cuestiones de venganzas, celos y envidias.
Desde pequeño recuerdo algunos anecdotarios familiares que pueden resultar ilustrativos de lo aquí planteado, anecdotarios que han circulado generacionalmente por tantos hogares españoles y que han quedado en una memoria cerrada. Aquí reflexiono también respecto al extraordinario papel de algunos historiadores, periodistas, estudiantes, que voluntariamente en la mayoría de los casos y autofinanciados desarrollan cuadernos de memoria a través del valioso recurso de la interviú a ex-combatientes, viudas, huérfanos y protagonistas directos e indirectos de esta tragedia que no puede ni debe borrarse de la historia. Esos cuadernos de memoria, no dejan de ser esos anecdotarios familiares que son sacados a la luz con el sano fin de presentarlos en sociedad para luchar desde los nobles valores humanos en una concienciación responsable en el sentido de que todo aquello no vuelva a suceder.
Mi tía abuela Sebastiana Menor, era una mujer muy avanzada para su época. En Jaén, ejercía de maestra de escuela, y puede decirse que era una auténtica maestra de la república. Pedagoga de la libre enseñanza llegó a estar procesada sumarialmente y estando a punto de pasar por el paredón cuando fue rescatada de una muerte segura por un joven y apuesto guardia civil, Antonio Barranco Sánchez el cual como héroe de la resistencia del Monasterio de Nuestra Señora de La Cabeza contaba con una gran credibilidad en el bando rebelde. Acabaron siendo un matrimonio excepcional, queridos por su familia y entorno. Ello corrobora que por encima de las ideologías políticas lo que prevalecen son los valores humanos y sobretodo el amor. También recuerdo como un tío abuelo de mi esposa, siendo niño, era testigo de los fusilamientos por parte de falange en la tapia del cementerio de Cazorla. Para ahorrar munición, el tiro de gracia (vaya calificativo) era sustituido con el golpe de azada en la nuca del moribundo por parte del enterrador, vaya canalla, podríamos pensar, cuando la realidad seguramente era la de intentar desde la sumisión no acabar como aquellos. También recuerdo un anecdotario que mi padre en ocasiones ha comentado relativo a algo terrible que ocurrió en su pueblo, Estepa (Sevilla), cuando dos niños viendo como una columna de hombres, armados y abanderados con banderas rojas y negras se aproximaban marcialmente cantando proclamas a sus ideales hacia el pueblo. Así salieron corriendo felices a recibirlos con alabanzas tales como! Viva la CNT!,! Viva la FAI!, claro, aquellas banderas rojas y negras no eran anarquistas sino falangistas, y aquella ingenuidad infantil quedo tumbada en la cuneta tras un fusilamiento y ensañamiento de vileza incomparable.
Estas historias, cada familia seguro tiene las suyas, han de incidir en el rescate de los despojos, tarea en la que está muy mejorable ley de la memoria histórica trabaja actualmente, de tantas víctimas de esta fratricida guerra. Pero algo que me indigna, e indigna a tantos otros, y este es el punto crítico de esta opinión, es la poca ecuanimidad en cuanto a ver, leer, comprobar diariamente que la mayoría de esfuerzos se centran en el bando constitucional, el soberano, el republicano. Pero también hubo victimas en el otro bando, el levantado, golpista y rebelde…la sangre es del mismo color en todos los cuerpos. De estos, militares que creían en unos ideales, sacerdotes, monjas, burgueses, simples empresarios, terratenientes y tantos otros desgraciados, también paseados, humillados y asesinados, de estos poco se habla. Debiera también hacerse un esfuerzo comunicativo y mediático, aun cuando son minoría en comparación con el otro bando, en restituir su memoria y dignidad. Pero la más loable de las dignidades a restituir, opino personalmente, debiera ser la de aquellos que sin pertenecer a ningún bando, dejaron su vida en esta extraña tierra de extremos en las pasiones llamada España.
Un auténtico esfuerzo de honradez y transparencia por tanto, de buen ejercicio de recuperación de la memoria histórica de los terribles hechos acontecidos en la guerra civil española consiste en una responsable praxis de la ecuanimidad. En este sentido. Hay que restituir en conclusión, la dignidad de absolutamente todas las víctimas, del bando que sean, pues en cada lugar de este mosaico existe una segura tragedia. Cabe respaldar esta iniciativa de esclarecimiento de hechos, no tanto desde la absurda categorización de procurar que los muertos descansen para siempre, más bien para que los vivos dejen de sufrir. No obstante, debería obrarse con la máxima prudencia, pues parece resultar este horrible pastel un festín apetecible desde la bien segura manipulación de tantos grupos políticos. Por un lado una desbocada y malintencionada izquierda que utiliza a las víctimas en su enfrentamiento a la derecha y por otra parte una derecha de rancio abolengo que insiste en olvidar para el bien social y paradójicamente el progreso y la democracia. A todos debiéramos recordar que se mantuvieran al margen como partes de implicación dudosa parcial y electoralista. Para dejar intervenir a expertos, profesionales asépticos que desde su vocación y profesionalidad intentan componer este rompecabezas en el cual el resultado final ha de ser el procurar una restitución sin más de la dignidad humana además de una anamnesis, memorar con el sano fin de encofrar y enterrar lo único que debiera ser enterrado en este país, la posibilidad que toda esta barbarie pudiera repetirse.
Rafael Romero
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